Me llamo Alicia Rebollo y soy la mujer de Ricardo Fernández Morueco.

Manos de piel mariposa

Son las 7:30 de la mañana, y tengo que despertarla. Duerme profundamente, y suena Morat en la alarma. Su cuerpo no reacciona. Mover las piernas le provoca dolor, y algunos apósitos se le han movido, pero tengo que levantarla, hay que ir al cole.

Hace tiempo que su mente vaga por los recuerdos de su infancia y adolescencia. Está con nosotros sin estar, unas veces callada, otras con una verborrea que intentamos descifrar para acabar no entendiendo nada. Siempre sonriendo, pero ya sin cabeza para ir descifrando el día a día.

Mujer en sillas de ruedas acompañada de sus cuidadoras

Hoy en día se puede oír y ver testimonios en distintas áreas y ámbitos de la vida, de personas que llegan a adaptarse asombrosamente a la adversidad, ya sea un trauma, una tragedia, una amenaza o fuentes de tensión significativas, como problemas familiares, interpersonales o de salud.

Dos enfermeras besando a un usuario de residencia

¿Puede tener una residencia una habitación de los líos? Pues sí, en la residencia San Juan Bautista se ha bautizado así al despacho de esta directora. Para saber el origen acompañadme en estas líneas.

Tras varios meses de tratamientos fallidos, conseguimos que te instalaras en nuestra vida.

ictiosis-relato

Queremos presentar a Ruth Antón a este premio porque cada día nos sorprende a todas las personas que formamos parte de la Asociación Española de Ictiosis.

Marzo 17 del 2019, fue el inicio del año que jamás olvidare, hasta se podría decir que fue el año del Sr. COVID donde todos estuvimos implicados de igual manera, nadie fue más ni menos y sabe Dios cuantas historias de tragedia, incertidumbre habrá detrás de todo esto, al menos tengo la certeza que muestra vida es un estado constate de cambio.

Miguel Márquez ha dedicado la mayor parte de su vida al cuidado de las personas mayores. Descubrió su vocación a los 18 años, cuando decidió ser objetor de conciencia al servicio militar en una residencia de la tercera edad. A partir de entonces inició su formación como Auxiliar de Geriatría, Auxiliar de Clínica y, más tarde, Enfermería con la intención de dedicarse profesionalmente al servicio de nuestros mayores.

No quiero que las migrantes caminen a mi lado con una franela que diga “ayuda a domicilio” no quiero que me miren los que pasan y que crean que necesito de alguien. Mientras Josefina decía estas palabras – y las decía con frecuencia- ponía sus labios hacia abajo y cerraba los ojos, en una mueca indescifrable que parecía asco a veces y otras veces terror. Ella no era fácil, tenía formas agresivas de plantarse y de imponer su voluntad. Cuando pasaba limpiando las mesas, ella caminaba detrás mío y pasaba su dedo inspeccionándolo todo, si se asomaba el polvo, me gritaba: ¡Cuánta prisa tienes mujer! … ¡seguramente tendrás cosas más importantes que hacer que limpiar donde yo digo!- Era alta, voluptuosa, blanca, cabello negro y labios leves, suaves, delicados. La vi muchas veces en sus fotos de esa época, mientras las limpiaba consagradamente los martes y los viernes.

Dedicarte al cuidado de personas dependientes significa un bajísimo reconocimiento social y económico a la par que un reconocimiento altísimo de tu entorno social más cercano donde te repiten una y otra vez que eso no lo podrían hacer ellos. Pista: es vocacional.

Esta es la relación que mantengo contigo, hijo mío, desde que empezamos a notar que algo no iba bien. Al principio buscamos profesionales que nos guiaran y lo único que conseguimos fue que nos confundiésemos más.

Toda mi vida he estado dedicada al comercio. Cuando llegaron los tiempos difíciles tuve que cerrar mis tiendas. Me dije... y ahora que voy a hacer????

Soy Karin Yancen coordinadora de Orue Auzolana Fundazioa y quisiera presentar la candidatura de Silvia Etxeberria a los Premios SUPERCUIDADORES 2022, considero que Silvia es una excelente profesional y muy comprometida con la atención a las personas con dependencia y su familiar cuidador.

 —¿Dónde están todos y todas? —Preguntaba con pesadumbre Juana al ver que esa tarde del 15 de marzo de 2020 nadie acudió a visitarla.

Supongo que esta fue una pregunta generalizada de muchas personas mayores aquel día. Donde en su día a día el único aliciente son las visitas de algunos familiares.

Hablar del Buen Morir puede parecer una contradicción, quizás os preguntareis ¿Se puede morir "bien"? ¿Cómo es esto posible?

Soy una cuidadora y amo los qué hago.

Todo empezó cuando Mariela tenía 16 meses. De repente, un día llegó de la guardería llorando sin parar. Seguidamente, dejó de hablar para aferrarse a coger un juguete y lanzarlo. Además, pronto dejó de utilizar las manos, ya no cogía sus cuentos favoritos y empezó a sufrir crisis por las noches.

Ostento uno de los titulo más importantes del mundo, que no es otro que ser papá de Martina, una princesa con el pelo ensortijado que me tiene el sentido quitado. Pero además este título viene con un master en dedicación exclusiva porque Martina padece una enfermedad rara llamada Síndrome de Rett.

El miedo, el miedo a la soledad, el miedo a la incertidumbre, el miedo a las mentiras, los miedos que consuelan.

El miedo inundó nuestras vidas desde aquella tarde, desde aquella llamada pidiendo adelantar una cita que no esperábamos, desde aquella primera vez que escuche “su hija tiene Síndrome de Rett” en voz alta, puesto que el miedo ya me lo había susurrado varias veces a mi interior.

Todos tenemos pasiones a las que dedicamos nuestra vida y que nos inspiran para crecer, dedicándoles tiempo y esfuerzo de forma vocacional. En mi caso no ha sido solo una, sino que, por fortuna, he podido disfrutar de diversas facetas vitales que han hecho mi vida mucho más completa.

Me crie en un barrio humilde de Vallecas, siempre mi vida ha sido muy intensa, siempre me han gustado los deportes y bailar en las discotecas de la capital hasta el amanecer, hasta que, a mis veintidós años, la vida me regalo una muñeca de porcelana. De la noche a la mañana tuve que cambiar el balón por dar un biberón, dejé de ir a la discoteca por irme al hospital para cuidar a mi muñeca y yo sin saber cómo cuidar a mi muñeca de porcelana.

Querida Carmen:

Quien te iba a decir a ti que la pandemia te iba a causar tanto sufrimiento. Recuerdo perfectamente el primer día que fui a tu casa, solamente iba a ir para hacer una sustitución de un mes, pero desde el primer momento al mirarnos a los ojos supimos que nuestras vidas quedarían unidas por y para siempre.

Llegamos a este mundo desnudos, frágiles, indefensos, dependientes, con la necesidad de ser protegidos, cuidados, pero sobre todo amados. Pasamos por diferentes etapas en nuestra vida: niñez, adolescencia, adultez, vejez y fallecimiento.  Al envejecer volvemos a ser niños y poco a poco perdemos nuestras facultades, pero siempre con la sensibilidad a flor de piel necesitados de todo el amor posible.

Sali de mi país a los 54 años con una maleta llena de experiencias, recuerdos, vivencias, y los ojos tristes y muy negros de mi perro Lauro y otra maleta llena de miedos, temores, pero con muchas ganas de vivir.

Querida Hija: El escribir esta carta, me obliga a recordar situaciones, momentos y sentimientos difíciles. Encuentro dentro de mí un maremágnum de emociones, que no me resulta fácil poder expresar.

Mi vida estuvo marcada por cambios y aprendizajes constantes. Si bien muchas cosas se nos escapan de las manos, otras suceden de tal forma que solo hay que aceptarlas, sin más remedio.

Todos los que lo sufrimos sabemos lo que es, el Alzhéimer. Sabemos que no solo es que una persona se olvide de quién eres o de quién es ella, sino que, sabemos que pueden vivir episodios de agresividad, de agobio, y vemos como se apagan lentamente.

Muchas veces cuando te preguntan por cómo es tu vida de cuidadora la gente se sorprende de todo lo que supone. Tener un hijo con discapacidad te cambia la vida y ya depende del grado requiere más o menos cuidados.

Todos en alguna época de la vida hemos tenido la experiencia de estar enfermos, de sentirnos débiles y dependientes de otros. Servir a los enfermos y adultos mayores, es una experiencia enriquecedora, pues, aunque humanamente la persona se puede llegar a sentir cansada, a la vez se siente muy gratificante el ser cuidador, pues sencillamente es una vocación.

Tomo tú mano a continuación surge una mirada, luego una sonrisa y espero que confíes en mí con el paso de los días. Tomo tu mano y hablamos de mil cosas, tú me cuentas tú pasado y yo te cuento mi presente, tu experiencia me acompaña en cada acto de mi vida.

El COVID-19 derrumbó mis planes de abrir una residencia geriátrica. Me sentí devastada porque justo en el 2020 terminé mi segunda carrera (Licenciado en Gerencia de Servicios de Salud) y estaba lista para trabajar atendiendo adultos mayores. Durante los 4 años de carrera acumulé un arsenal de conocimiento e información que quería poner en práctica, me sentí frustrada porque quería mejorar la atención de personas con demencia, especialmente porque mi madre tiene diagnóstico de demencia frontotemporal desde el 2013. Mi madre fue y sigue siendo mi motivación, la razón de mi inicio como cuidadora.

Mi historia como cuidadora profesional comienza el año 2010, cuando empecé a hacer el curso de atención sociosanitaria a personas dependientes en instituciones sociales; ya había trabajado en ayuda a domicilio y era una oportunidad más de trabajo, ya que por entonces el trabajo escaseaba.

Mi trabajo como cuidadora formal, se ha destacado por demostrar el gran amor que tengo en el corazón; cada día me esmero por el interés del bienestar del paciente y la responsabilidad que implica el hecho de tener una vida vulnerable a mi cargo.

Estuve cuidando al matrimonio compuesto por Julián y Mercedes durante 5 años en total, hasta el fallecimiento de ambos.

Os voy a contar una historia sincera y real, aquí y ahora. Una historia que me inspiró y me reafirmó lo que la sociedad me había ido quitando a lo largo de mis no tantos años (tengo 25): la importancia del equipo gerocultor.

Año 2002, el tiempo es impredecible e inexorable, mi padre había ido al campo, su lugar natal y sitio donde aún vivía aquella con historia de mujer sometida, madre gentil, buena, creyente, a la que vieron muchas veces en el caminito al pueblo cargada de papas, quesos, a vender lo que ella cosechaba y con sus manos hacía, pero el tiempo se llevó su juventud, salud, y fuerzas, mi padre la trajo enferma, desvalida, delicada y sin ganas de seguir.

Anabella y Fidel

Enfermería es una profesión que requiere de ciertos valores específicos como vocación, empatía, generosidad, caridad, humanismo, responsabilidad y dedicación que deben ser parte de un profesional de enfermería de manera holística.

Joaquín y su esposa

Siempre he sido alguien corriente,

tan solo una persona más

que navega en el mar de gente

que forma la humanidad.

Beatriz y su abuela

He tenido la gran suerte de que la persona que más tiempo compartió conmigo en la vida llegase a cumplir 100 años.

Como toda historia, esta comienza cuando tenía la tierna edad de 13 años, todo comenzó cuando yo dormía y en mitad de la noche irrumpió el evento que hizo que perdiera mi inocencia y me mostrase cual sería el cometido que me esperaría a partir de ese momento.

Hola mamá, te voy a contar una historia que igual, en algún momento reconoces.

Hola soy Tere presidenta de la Asociación Española Síndrome de Mowat Wilson (AESMOWI), y madre de Jon Ander de casi 23 años afectado por dicho síndrome.

Por fin me he decidido a contar mi historia como cuidadora de madre con Alzheimer. Confío en no aburriros. Es la primera vez que escribo "mis emociones y sentimientos" desde entonces y considero que será una buena terapia, gane o no el concurso. Os prometo que este relato está hecho con el corazón, más allá de la riqueza y corrección lingüística.

Leonor, así es como se llama la protagonista de mi historia: una mujer de mediana edad, de pelo rubio, con rostro aterciopelado, sonrisa inmensa, mirada intrigante, voz tenue y acaramelada.

Como Trabajadora Social mi aspiración es seguir realizando labores sociales con las personas que más lo necesitan.

Presentación de Mariela Bejerano realizada por ASISTED

Se cerraron las puertas de los centros residenciales en un acto de protección hacia nuestros mayores, acompañado de un sentimiento de incertidumbre y desconciertoSin darnos cuenta entramos en una vorágine, digna de olvidar, o quizás no, porque hay que preguntarse qué pasó y hacia dónde nos dirigimos.   

Qué sentido tiene luchar por la vida cuando la has olvidado, cuando lloras y no sabes por qué, cuando sufres y no entiendes nada, cuando estás asustado por lo desconocido, cuando la vida se vuelve oscura y los espejos te muestran a desconocidos, cuando luchas por una vida sin consciencia de ello.

Mi historia como cuidadora comienza hace un poco más de dos años y ha sido la oportunidad de cumplir un sueño que ya daba por perdido.

Esta historia no es mía. Al menos, no solo.

Las circunstancias de la vida a veces te pasan por encima, y debes decidir si te quedas poniendo el pecho en esa situación o tomas distancia.

Todo transcurre como siempre, tu uniforme en su sitio, poder coger el ascensor, fichar… la vida de los residentes en orden, aseos, baños, ropas, salidas, familias que entran y salen, risas, cantos, reuniones, bingos, fiestas, cumpleaños...

Mi nombre es Mariola García de Albéniz, tengo 60 años y voy a dejarles mi testimonio:

“Hay profesor sin título y títulos sin profesor”. Una frase alentadora que me dijo el maestro jubilado, político y orador “Rafael Pineda Ponce 1930-2014” en una bonita conversación que sostuvimos mientras hacía su último intento fallido a la presidencia de Honduras.

En el año 2000, la editorial británica Imprint Academic publicaba una colección miscelánea de textos bajo el infausto y tétrico título de Dumbing Down.

Café, es nuestra jerga, ahora a cualquier tipo de cita le llamamos café, da igual si del mundo asociativo, sala de espera o ingreso.

En mi trabajo trato de cuidar de la misma manera en la que me gustaría ser cuidada, porque tod@s algún día seremos mayores o nos encontraremos en una situación de dependencia durante nuestra vida.

Ya hace 2 años que mi abuela falleció la cual yo llamaba desde niña "mamá teresa", ella fue una mujer valiente y luchadora, perdió a mi abuelo en paz descanse desde muy joven por accidente laboral y ella sola se tuvo que hacer cargo de sus hijos y salir adelante.

Me llamo Gisela Aldana, soy una mujer de 59 años de edad con discapacidad físico-motora.

Había una vez una niña que nació con sangre azul y no es porque fuera de la familia real, sino por una patología congénita en el corazón, aunque para mí es mi reina.

Mi Madre, mi Padre, mi tía Pili y mi cuñado Hassan, mis supercuidadores.

Los 78 años y los recuerdos de Esthela los lleva en dos fardos abultados. El primero con dolores en las caderas no le deja saltar como a los 15; y el segundo el de las reminiscencias la hace volver en sonrisas picaras.

Mi madre tenía 78 años, todos la llamábamos TETE, desde el momento que a veces me decía que yo no era su hija, empecé a sospechar que algo pasaba.

Yo trabajo como sociosanitaria en una residencia de ancianos, son 19 los residentes a mi cargo y a el de mis compañeras, intentamos hacerlo lo mejor que podemos, aunque a veces nos sacan de quicio.

Hoy escribo con el objetivo de inspirarlos, para que como voluntarios comprendan la importancia de nuestra labor, especialmente ahora en el medio de esta pandemia. Es en los tiempos de crisis que las personas se necesitan más las unas a las otras. Amabilidad, cordialidad, solidaridad y voluntariado deben marcar su presencia.

Este relato pretende demostrar como a través del trabajo interdisciplinario entre un cuidador y un Terapeuta Ocupacional se ha logrado llevar adelante una compleja tarea que comprendió, no solo las tareas de cuidado en las actividades cotidianas por parte de Jorge, sino también, diferentes actividades vinculadas a la rehabilitación y recuperación de funciones motora y cognitivas, psicológicas y emocionales.

Me llamo Fernando, aunque todos me conocen como Junior, y nací un caluroso 30 de julio de 2017 y tengo una enfermedad llamada Síndrome FoxG1.

Las palabras eran tu vida.

Soy “Profe” de Lengua y Literatura, eran tus primeras palabras al presentarte. Orgullosa golpeando con la palma de tu mano el pecho, con el cuerpo erguido, elevando levemente la barbilla, abriendo tus bellos ojos verdes, bella tal Romy Schneider como te llamaban tus amigas, pronunciando correctamente y con orgullo aquello que te definía... Tu profesión... Era tu pasión... Era tu vida.

Era diciembre del 2019 y no entendíamos aun como es que nos cambiaría la vida, lo veíamos como algo lejano, y al no tener tanta información, nos bastaban solo los datos que leíamos en las redes sociales: Wuhan era el epicentro de un "bicho" y de la ignorancia pasamos al temor de lo que se estaba multiplicando de forma inimaginable.

He soñado contigo. Caminábamos cogidas de la mano escalando un arcoíris. Rojo, naranja, amarillo, azul, violeta... Es curioso, antes hubiera pensado que era cursi. Ahora, el arcoíris se ha convertido en un símbolo.

Mi abuela fue una princesa atípica. No le gustaban los cuentos de hadas en los que apuestos príncipes acudían al rescate de su amada, así que afrontaba sus retos con ímpetu. 

Me presento. Las personas de la Residencia me conocen como “el principal”. Y no es que yo quiera destacar sobre los demás ascensores y montacargas de trote de la casa. Ni mucho menos. Pero es verdad, me han colocado donde me merezco estar. En el centro de la Residencia.

 “Cuidador”. Así decía mi primer contrato en los años 90 gracias a ti. ¿Te acuerdas? Escuchaste la noticia en Radio Zamora. Se convocaba una plaza de cuidador para el Ministerio de Educación y Ciencia. Me presenté y aprobé el examen, aunque no conseguí plaza. “El NO ya lo tienes”. Esa era la frase que utilizabas para animarnos a la hora de hacer algo.

Seguimos soñando - Relato para los Premios SUPERCUIDADORES 2021

Mi nombre es Carlos Amores y creo que mi mayor talento es hacer felices a los demás. Actualmente ocupo el puesto de animador sociocultural en Domusvi Alcalá. Visualiza el vídeo para conocer mi trabajo.

Mañana mi madre cumple 94 años. Estamos las dos viendo la tele, ella no oye bien y también yo estoy perdiendo oído. Pero este testimonio no va de explicar faltas, es un relato de resiliencia y superación.

Las palabras esfuerzo, tesón y trabajo pueden sonar vacías o no tener sentido si no conoces a ciertas personas a lo largo de tu vida. Conceptos que sabemos que están ahí, que existen, pero de cuyas dimensiones reales sabemos bien poco hasta que se presentan en un momento determinado. Para todas las personas que componen el movimiento andaluz de Daño Cerebral Adquirido, esas palabras se ven reflejadas en una persona, nuestra querida amiga María José.

Aunque haya pasado mucho tiempo ya, recuerdo vívidamente el pasado 16 de marzo del 2020. Ese día, mi vida dio un vuelco, tanto a nivel personal, como profesional.

“El envejecimiento de la población es uno de los mayores triunfos de la humanidad y también uno de nuestros mayores desafíos”.  La frase de la Organización Mundial de la Salud (OMS) bien podría representar el reto que supuso para las residencias seguir contribuyendo a vivir con salud desde el bienestar físico, mental y social pese a la pandemia por la COVID-19.

En Memoria de ¡María!

Mi experiencia como cuidadora inicia hace 7 años cuando me capacité para ser auxiliar de enfermería. Al obtener el certificado de cuidadora realicé la pasantía en la fundación IPCA de la Ciudad de Cuenca, Ecuador, donde al estar en contacto y apoyar en las necesidades de niños con discapacidades que me enseñaron que la vida es una sola, cuan hermosa es y cómo debemos atesorar el día a día. Esta experiencia me llevo a recordar anécdotas de cuidado de mis padres de crianza y como disfruto de esta profesión.

Perú en cualquier mes de 2018. María Lourdes después de muchas dudas y sobresaltos confirma que está embarazada de 2 meses, su precaria situación sentimental y laboral empañan la ilusión de ese pequeño corazón que empieza a latir…

Botella de cristal vacía, haciendo alusión al Alzheimer

Anuncian las hojas marchitas que el otoño esta aquí,

Luciendo sus colores ocres, pavoneándose de mí.

Zas; como golpe tras la puerta sus recuerdos desaparecen,

Integrantes Fundación REDMADRE

Embarazo inesperado: momento crítico para la mujer

Cuando el embarazo llega de manera inesperada, la mujer se enfrenta a un momento de crisis y experimenta emociones de muchos tipos que van a influir en la evolución del embarazo unas son positivas y otras negativas. En muchos casos La noticia del embarazo genera momentos de ansiedad muy desagradables. El embarazo puede verse como una amenaza para la vida, y las mujeres embarazadas harán lo que sea necesario para escapar del problema.

Emoticono sonriente

Soy de los muchos hombres y mujeres que nacimos en la década de los 60, los llamados “baby boomers”, y que ahora también rondamos los 60 años. Muchos de nosotros nos encontramos en la también llamada “generación sándwich”, ya que por un lado tenemos a nuestros hijos a cargo y también tenemos, con suerte, el poder seguir disfrutando de nuestros padres. En mi caso, mi padre falleció en 2020, con casi 85 años y todavía tengo la fortuna de tener a mi madre, con bastante salud a pesar de que va a cumplir 84 años.

Madre e hija paseando, protagonistas del relato

Sara no podía imaginar cómo diecinueve letras iban a cambiar su vida tan radicalmente cuando fue al hospital a recoger los resultados de una resonancia magnética pero el papel que le entregaron contenía un diagnostico: Síndrome Dandy-Walker.

Madre e hija, protagonistas del relato

La mayoría de las veces es muy difícil iniciar un texto, realizas varios intentos y no siempre quedas satisfecho a la primera, pero para ser cuidador familiar como es mi caso, no fue difícil, fue fácil, espontáneo y podría decirse que hasta entusiasta.

Mujer cabizabaja

Ante todo quiero dar las gracias a mis abuelos, por ellos vi cual era mi verdadera vocación.

Pedro, protagonista del relato

En mi familia somos cuatro, a mi marido le dio un Ictus en enero del 2016. Antes de este gran surco éramos una familia normal. Se crean gestos de amor, comprensión, confianza y cariño en el día a día de cualquier familia.

Patrocinio Olivas, protagonista del relato

Tuve la inmensa fortuna de compartir el cuidado de mamá; una anciana de 95 años, quien gozó de salud y calidad de vida al ser autosuficiente, hasta que fueron mermando sus capacidades físicas y mentales.

Madre con su hijo en su regazo, protagonistas del relato.

Los seres humanos tendemos a la realización personal, fruto de la construcción de lo que recibimos de la sociedad. A conquistar los sueños que nos llevan a sentir que somos importantes, que podemos generar riqueza y que podemos influenciar en otros, y tal vez es así, yo era de esa corriente donde lo material, lo social y la evidencia era importante para comprobar gestión de vida, hasta que un día…

Cuidadora con uniforme de enfermera, protagonista del relato.

Marzo 2020 el mundo se suma en un caos apocalíptico, un bichito está consumiendo a los seres humanos y por ende a su economía. Miles de personas fallecen y otras son ingresadas en diversos centros hospitalarios o residencias.

Padre e hija en fotos antiguas, protagonistas del relato.

Cierro los ojos y me veo en un rincón de la sala de espera del hospital. Llevo una semana sin moverme porque eres la única persona que ha sobrevivido a un infarto masivo y dicen que eres el más grave de todos los pacientes, porque no te funcionan ni los pulmones ni el corazón. Me han dejado verte un ratito y tu rostro se pierde en el amasijo de cables que horadan tu cuerpo para conectarse a las siete máquinas que emiten pitidos desconocidos y monótonos que hoy, cuatro años después, todavía no he logrado olvidar.

Protagonista del relato con mascarilla, delante de un hospital.

Suena el teléfono por la mañana, aparece en pantalla un número desconocido. Al desconocer de quien se trata escucho antes de dirigirme a la persona que está al otro lado de la línea. Sentado cerca de la ventana, que el aire corra; mientras, se dirige hacia mí una mujer desconocida, ella dice ser la pareja de la persona que he atendido durante varios días.

Voluntario mayor, con una niña en la Fundación Infantil Ronald McDnald.

Soy voluntario de la Fundación Infantil Ronald McDonald en la Casa Ronald McDonald de Málaga desde hace algo más de un año. Me siento feliz y orgulloso de pertenecer al “pedazo” de Equipo de Voluntarios que magníficamente dirigido y coordinado llena de Vida diariamente la Casa.

Carmencita muy sonriente, protagonista del relato.

-¿A quién esperas tan temprano?-A alguno de mis hijos-, me responde Carmencita.

Terapeuta ocupacional acompañando a una persona mayor.

Miedo, incertidumbre, tristeza, pesar, equivocación, bache, desconocimiento, ira… Todos estos sentimientos son los que me invadieron aquel 16 de septiembre del 2008 cuando me plantaba ante la facultad de Terapia Ocupacional Talaverana. Me quedé con un recuerdo, una carrera no te cambia la vida si no lo que viene después.

Frases motivacionales

¿Cómo he llegado hasta aquí? Posiblemente por vocación. Después de pasar toda mi vida laboral trabajando en administración de empresas, con 52 años decidí que mi vida necesitaba un cambio. Que el ayudar en algo a los demás era lo que me apetecía. Y me puse manos a la obra.

Protagonistas del relato, juntos y felices.

Miró a su mujer a la cara, surcada de arrugas, y con inmenso amor en sus ojos le dijo: “Bonita mía, ¡cuánto te amo!”. No fueron sus últimas palabras, aunque casi, porque ya pronto dejaría de hablar y al poco tiempo subiría al cielo junto a sus padres y hermanas.

Conductora del Centro de Día abrazando a una persona mayor.

Hace catorce años no sabía la gran suerte que iba a tener en la vida, cuando me ofrecieron trabajar con personas usuarias con algún tipo deterioro cognitivo como por ejemplo Alzheimer, y digo esto, por lo que en un principio era un trabajo más se ha convertido en mi modo de vida.

Protagonistas del relato en un restaurante, felices.

No resulta fácil resumir mis vivencias como cuidador de mi esposa en 700 caracteres, aunque lo intentaré.

Familia, protagonistas del relato.

Les voy a contar una breve historia de una familia de robles fuertes y valientes que demostraron, en su peor vivencia terrenal, estar más unidos que nunca, donde cada uno apoyó y ayudó de la mejor forma que pudo y que dentro de las diferencias que cada uno podía tener, pudieron proporcionar su granito de arena.

Protagonistas del relato, sonrientes y felices.

Son Navidades de 2018, la persona más importante de mi vida vuelve a Valencia tras varias semanas sin estar juntos y manteniendo por aquel entonces una relación a distancia por motivos laborales. Todo apuntaba a que iban a ser unas navidades especiales, todos juntos, pero fue el punto de inflexión que cambió mi forma de ver la vida para siempre y sé que la suya también.

Blanca, protagonista del relato, sonriente.

La historia comienza una noche al recibir una llamada. Mamita estaba delicada y mi hermana quería que viajara con ella. Al llegar y asomarme a la ventana de la casa, vi una imagen tan diferente a la mamá que salía con los brazos abiertos a recibirte. Encontré a una niña pequeña de mirada triste, desubicada. Era el reflejo de aquellos ojos azules picarescos, pero algo no estaba bien en su salud.

Protagonista del relato

¿Qué significa cuidar a los demás? ¿Qué valores puede dar a tu vida el cuidar a otras personas? ¿Te puede cambiar la vida que alguien dependa de ti para algo tan simple como comer?

Pancarta que pone "Ánimo a tope, un día más es un día menos".

En mi trabajo comparto las horas con personas que tienden su mano buscando ayuda, veo esos ojos tristes que reclaman mi atención, toco esos cuerpos lastimados que requieren cuidados, escucho esas palabras salidas a borbotones, observo esa miradas perdidas, acompaño ese deambular sin rumbo fijo, pero cada mañana al llegar a mi puesto de trabajo, cuelgo en la taquilla mi mochila, con mis preocupaciones y vicisitudes de la vida, me enfundo mi traje de trabajo y lleno los bolsillos de herramientas como la alegría, la paciencia, el optimismo, la honestidad y la empatía, que me permiten atender a cada persona en su integridad física y cognitiva.

Madre e hija soplando las velas en un cumpleaños.

Hace 12 años que empecé a cuidar de mi madre. Cada día bajaba en tren a su casa, desde Hostalets de Balenyà a Barcelona. Al principio fue muy duro, ni ella ni yo sabíamos nada de esta enfermedad llamada Alzheimer.

Trabajadora social con una persona mayor en una consulta.

Estudié Trabajo Social con la inocencia y la arrogancia de querer cambiar el Mundo. Quería conseguir la Paz Mundial, la erradicación de la pobreza y la igualdad entre todas las personas, por eso ante la pregunta de un profesor el último año de carrera de en qué queréis trabajar, yo contesté; “me da igual el sector, pero no con mayores”, ya que creía (inconsciente de mi) que ahí no se podría cambiar nada, más la vida me llevó a trabajar en un centro de día, donde comprendí lo equivocada que estaba.

Cámara de fotos

Toc toc (llaman a la puerta)

- ¿Se puede? Ya me voy, cielo. Que pases buena tarde, te veo mañana. Te quiero - Esa es la bonita forma de despedir el día que tiene Martina.

Manos sujetando una mascarilla quirúrgica.

Soy mujer, hija, madre, compañera, amiga, hermana y enfermera. Mi vida ha estado enmarcada en el cuidado a los demás, a los otros íntimos y no tan íntimos, pero siempre el cuidado. Tengo casi 60 años y he caminado mi vida tendiendo la mano a los demás para que se apoyaran en mi en sus momentos de silencios, de soledad, de enfermedad, de tristeza. He caminado mi vida siendo el bastón de apoyo de muchas personas, en sus momentos de déficit personal tanto en lo físico como en lo emocional.

Mujer y niña frente a un atardecer.

Más que nunca nos sentimos ante una tremenda incertidumbre. Y esa incertidumbre es aún mayor cuando afecta a la salud y a la familia. Estamos muy pendientes de que nuestros padres o madres, hijos, abuelas... estén siempre bien y que la salud no les falte.

Paloma, protagonista del relato, sonriente trabajando en un Centro de Día.

Algunas veces creo que todos tenemos un don, algo que nos hace especiales, y creo que en mi caso la palabra CUIDAR me define bastante bien.

Nietos con su abuela, protagonistas del relato.

Hace un poco más de cuatro años, precisamente dos días antes del Día de la Madre, dejaba este plano terrenal una persona que tanto a mí como a mis dos hermanas nos dejó no sólo enseñanzas, sino innumerables recuerdos que hasta hoy, al menos en lo personal, conservo.

Mujer caminando por la playa.

En el año 2000 una joven de veinticuatro años acababa su carrera universitaria, comenzaba su andadura laboral y estaba a punto de sacarse el carné de conducir. Le encantaba el deporte, el baile, las aventuras en la montaña y charlar horas y horas con los amigos y viajar.

Pilar con sus dos hijas, Teresa y Candela.

Mi nombre es Pilar y tengo 37 años. Cuando me quedé embarazada de Candela no hubiera imaginado que parte de lo que soy se quedaría congelado por un tiempo. Que parte de lo que he construido con mucho esfuerzo y trabajo se quedaría a un lado del camino, hasta que mi propio camino de la vuelta a ese lugar y empiece de nuevo.

Aurora en un bar

Aurora, mi madre, de 87 años, una mujer frágil, con una insuficiencia cardiaca, venosa y artrosis generalizada, muy controlada desde la dieta y el ejercicio físico de forma periódica. Pero con unas ganas grandes de vivir en continua batalla para que el coronavirus no entre en su organismo.

Manos entrelazadas

Te busco. En las manos de mi hijo, en las mías propias siempre con las uñas largas, como tú las llevabas, en los rizos de mis hijas, en la sonrisa de tu hermana, en los andares de las mías.

Isabel, protagonista del relato

Desde el año 2001 he estado cuidando de ella, a la que al operar de la cadera le provocaron una parálisis del tibial anterior, eso le hizo entrar en depresión durante el resto de su vida.

Mari Cruz en rehabilitación

Ángel es el apodo que los compañeros de batalla de Grupo 5 CIAN pusieron a Mari Cruz cuando ingresó en el centro. Un soplo de aire fresco, de alegría y de positividad, tan necesarios cuando te estás recuperando de algo tan duro como un ictus. Incluso María, la fisioterapeuta que la valoró cuando llegó al centro, afirma que “cuando ingresó en CIAN, no podía ni incorporarse ni mantenerse sentada. Pero fue verla llegar, tumbada en la cama, y ya con una sonrisa. Nos lo puso muy fácil”.

Protagonista del relato y cuidadora familiar.

Me presento, soy Raúl López López y guardo una relación tanto personal como profesional con el tema de los cuidados. La historia que voy a relatar es la segunda parte de una anterior enviada a participar en las primeras versiones de los Premios SUPERCUIDADORES. Este segundo relato, por un lado, sigue la historia de una persona mayor, mi madre, que ha cuidado de una persona dependiente, mi hermano, con una minusvalía y discapacidad desde el nacimiento hasta su muerte. Y segundo, es un intento de visibilizar como la familia y concretamente las mujeres, como tantas cuidadoras que hoy en día existen, dan comienzo a una nueva etapa de cuidados, que permite acercarnos a una realidad cada vez más frecuente en nuestra sociedad en un contexto pos-pandemia Covid-19.

Informe "Fragilidad de las Instituciones de Cuidado a la Vejez ante el COVID19"

La cohorte de edad que más ha padecido el covid-19 en términos de mortalidad ha sido la de los adultos mayores. Además, una gran mayoría de los fallecidos de esa edad vivían en residencias de mayores. La pandemia ha puesto de manifiesto la fragilidad de las personas mayores, pero especialmente del sistema de cuidados de larga duración. Los centros residenciales han evidenciado múltiples carencias y al mismo tiempo, se observaron interrupciones en otros tipos de servicios como centros de días o los servicios domiciliarios que también sufrieron las consecuencias de la insuficiente resiliencia de los recursos humanos dedicados a los cuidados.

Nora y su familia en la costa.

Hola, soy Nora tengo once años. De pequeña tuve leucemia, pero gracias a eso me he dado cuenta de que tengo a los mejores cuidadores del mundo. Son únicos y diferentes entre ellos y entre todos los cuidadores. Son mis padres y mi hermano mayor, Gael, de 14 años. Creo que son como superhéroes y que cada uno tiene un superpoder.

Psicóloga, trabajadora, de un Centro Residencial

Viviendo una montaña rusa de emociones. Y no me quejo, entera y estable, muy estable. Pero humana.

Madre con su hijo, con Síndrome de Down

Hacía calor en el mes de julio cuando empezaron las contracciones; en el Hospital supe que algo iba mal cuando unas caras serias de médicos y matronas dijeron que me preparasen urgentemente para cesárea, era de noche y tenía miedo.

Hermanos, protagonistas del relato.

Recuerdo como si fuera ayer…y ya han transcurrido 19 años, el día que mi hermano me llamó para que fuera con mi madre al hospital, nos tenía que dar un resultado, le había salido un bulto en el cuello y no sabíamos a qué podría deberse…el diagnóstico fue impactante…LEUCEMIA.

Madre con su hijo en silla de ruedas, protagonistas del relato.

Cuando me quedé embarazada, poco imaginaba como acontecería mi vida unos años después. Nunca me arrepentí de haber traído a este mundo a Adrián porque, para ser sinceros, a pesar de lo duro que es, es lo que me ha hecho ser la persona que actualmente soy, con todo lo bueno y todo lo malo.

Cuidadora con la persona a la que cuida.

Al llegar a una casa, la primera impresión que tenemos puede ser acertada o no, sin importar mucho esto, asumimos de manera responsable el cuidado de una persona, una persona que con el tiempo se va volviendo parte de nuestros días, parte de nuestras preocupaciones, alegrías, logros, aciertos y quizá desaciertos inesperados.

Cuidadores con María, persona a la que cuidan.

El objetivo de este relato es reflejar todo el amor y cariño que se puede tener a una persona, aunque no sea de tu sangre, de tu familia, a la que se cuida, se respeta y admiran sus valores.

Abuelo con su nieta.

Érase una vez un abuelo bondadoso, deseoso de intervenirse de un hallux valgus que tanto le incordiaba y atormentaba. Tras realizar las pruebas preoperatorias pertinentes, llegó el gran día. Por fin podría calzarse sin necesidad de tener que quitarse los zapatos en el coche antes de llegar a casa o de tener que mirarse desconcertado, el eterno 'dedo rojo'.

Cuidadora con la persona a la que cuidaba.

Jamás pensé que me gustaría tanto dedicarme a esta profesión. Recuerdo que hace años me dijeron en una entrevista que valía para la atención al público y que explotara ese potencial.

Abuelo con sus nietos pequeños, protagonistas del relato.

- ¿Por qué el abuelo ya no juega conmigo?- Preguntó la pequeña Ana. Héctor, su hermanito, la miraba risueño moviendo sus mofletes de bebé.

Operador de Teleasistencia Domiciliaria

13 de marzo de 2020, España cierra. Todo el mundo está en casa y el país se paraliza. Madrid se apaga. Se acaban los atascos, el transporte público no tiene ocupación, calles desiertas, parques solitarios, colegios sin niños, carreteras sin luces de coches, parece un apocalipsis zombi. Una película de terror. Como si el mundo se hubiera acabado.

Madre e hijo, protagonistas del relato.

Nunca imaginé que la vida me haría el mejor regalo, ser cuidadora de un gran dependiente, mi hijo. Y pensareis… ¿cómo puede decir que es un regalo si su hijo no puede hacer nada por sí mismo?

Grupo de Autoayuda, integrado principalmente por mujeres.

Son las 11:00 de la mañana, van llegando son puntuales, se sientan en la sala de espera de mi consulta, esperando que sea la hora para pasar a la sala dónde nos reunimos, se saludan, aquí ya empiezan a acompañarse, comienzan a compartir, se interesan y se preguntan qué tal han pasado la semana.

Madre e hija, protagonistas del relato.

Soy Ana Suárez, madre y cuidadora de una adolescente con gran discapacidad, y he elegido transformar mi vida al amparo de su existencia, circunstancias y compañía.

Madre e hija, protagonistas del relato.

Hace un par de años mamá enfermó a finales del mes de marzo; corría el año 2019 y recién había cumplido 88 años en febrero. De los cinco hijos que vivimos cerca de ella no habíamos notado nada pues aún nos decía que podía vivir sola y eso bastó para nosotros.

Familia jugando a juegos de mesa.

Aquel día mi mundo saltó por los aires, ya nada volvería a ser igual, ya no podría volver a mirar las cosas de la misma manera. Ahora, unos años más tarde, sigo sentada en el filo de ese abismo infinito en el que decidí instalarme.

Manos agarrándose, protagonistas del relato.

Cuando decidí dejar mi piso y mi trabajo para cuidar de mi madre, lo primero que sentí fue vértigo, lo segundo miedo, y por último una oportunidad para que sus últimos años sean maravillosos. Pese a las numerosas discrepancias de amigos y familiares, que me decían que con veintinueve años me tenía que centrar en otras cosas, no cedí, y es la mejor decisión que he tomado en mucho tiempo.

Persona mayor, posiblemente en la que se inspire el relato.

Leí una vez en las redes sociales que “el orden de los recuerdos no altera el olvido”.

Retrato familiar

Me desperté ausente, melancólico y destrozado. Mis lágrimas envolvían de dulce recuerdo mi nostálgico pasado. ¿Quién dijo que el pasado siempre fue mejor?, a veces, depende, por etapas. Pero no cabe duda que cuando envejeces y se instalan las enfermedades en tu cuerpo, deteriorándose las neuronas y células en el mismo, arrugándose la piel, sin poder movilizarte, con triste mirada…, todo cambia”.

Cintia y su marido

Hola, soy Cintia y a mis 23 años, soy cuidadora principal de mi marido por su discapacidad causada por su enfermedad crónica y su dependencia severa de grado II.

Mi hija Isabel tiene ya 13 años. Nació con una enfermedad genética llamada Síndrome de Clifahdd. Es tan rara que apenas hay 100 pacientes en el mundo. Isabel es una de ellas.

Mirando desde una ventana de un bar, con un abuelo que cuidaba, a lo lejos se veía una residencia recién reformada super bonita, un antiguo convento. Y el abuelito me dice hay tienes que trabajar y cuidarme.

Hoy día vivimos en una sociedad embotada y en muchos casos hasta deshumanizada; vivimos en un mundo muy digitalizado, lleno de muchísima información, pero escasa formación. Todo ello hace, que muchas veces lo esencial y aún lo más importante se nos escape de las manos; pocas veces tenemos “tiempo” para reflexionar o hacer aquello que más nos gusta, o bien preguntarnos ¿Qué o Quién es importante para mí?

Este mismo octubre hizo cinco años que juré ante el juez que me responsabilizaría de la vida de mi madre, incapacitada por una devastadora demencia. Por lo tanto, llevo cinco años siendo la madre de mi madre.

Cuatro de la tarde. Blanca, Antonia y Lucía escuchan su programa favorito de radio. Esa pequeña bomba de oxígeno, de entretenimiento, de desconexión del coronavirus. Esa maldita realidad. Cansadas de las noticias que cada mañana se escuchan en las televisiones de la residencia en la que viven, con la ansiedad de todos los profesionales y residentes de saber en qué consiste esa “nueva normalidad”.

Mi nombre es Leonel Paiz Gutiérrez, de 50 años y enfermo de los riñones.

Teniendo el virus, en cama y aislado. En donde nos destierra cuando, sin pedir permiso, se acomoda en el organismo y, con redoblada crueldad, también en el alma, contagiándola de soledad y de silencio.

La idea de cuidar y proteger a los adultos mayores más vulnerables nace de un “juego”, que empezó en mi humilde hogar, compartiendo con mi abuelo paterno Josefito, sin saber que, de ese juego de niños, de ese juego de amor, con reglas muy claras y un objetivo sólido se convertiría en obra de grandes.

Tanto que expresar y no saber de qué manera, ni cómo empezar. Siempre he tenido la certeza de que esto que estamos viviendo, es algo que marcará nuestra vida, en mi caso, profesional y personal.

Desde pequeña mi madre me enseñó la importancia de ser amable y empática con las personas. Ella era una mujer activa, dulce y cariñosa, y que siempre transmitía alegría.

Comienza el día y el trasluz de una ventana expande la misericordia sobre los cuerpos. La cama alberga el cariño de tiempos anteriores, fortalecido por el roce, constante, reciente, de un par de gatas, amorosas, dan los buenos días a mis padres. Mamá se levanta, saluda a Catira y Negrita, esta última se arrima a los pies de Papá quien sigue durmiendo un poco más. No faltará mucho para que él descienda a la cocina. A esta hora puedo sentir sus pasos, fuertes, sobre la terracota que cubre los escalones.

¿¡Ya estas, hija mía!? decía todas las tardes Maruja a su hija pequeña Belén que iba a cuidarla, me imagino que habrá muchas historias como las de Maruja y Belén.

Es el lugar donde trabajo, donde convivo con unas personajes increíbles, como en todo castillo, hay reina, príncipe, princesa, capitán y todo un elenco de personajes, incluidos brujas y sanadoras de almas. Yo, soy el malabarista del fuego, me encargo de que todos coman como príncipes, pongo todo el cariño y mi alma en ello.

Este es el relato de tres familias que como consecuencia del COVID-19 nos hemos visto involucradas en una situación inesperada, pero que con la implicación nuestra y de nuestros contactos hemos logrado ayudar a 8 residencias de ancianos suministrándoles productos gratuitos por un valor superior a los 300.000€.

Estando en mi rutina diaria del gimnasio, recibí una llamada telefónica solicitándome el servicio de transporte para una paciente, desde el hospital de Cudeca en Benalmádena, donde colaboro como voluntaria, hasta Marbella donde residía la paciente. Más o menos unos 30 kilómetros de distancia. Sin pensarlo dos veces acepté. A las 12 del día estaba recogiendo a la paciente y organizándola en el coche con su equipaje.

Hola, soy Patricio Vázquez, de la ciudad de Cañar, ubicada en la sierra central de mi Ecuador. Y deseo postular como SUPERCUIDADORES 2020, por el esfuerzo que se viene realizando al tratar de bridar un apoyo en diferentes ámbitos a la gente que lo requiere, especialmente a los de mi pueblo. Son algunos años que venimos cuidando por los que necesiten de asistencia en lo físico, social, médico, alimentos etc.

Desde la calma de haber reposado toda la montaña rusa de emociones que viví durante el confinamiento y desde esta energía de paz que da haber hecho sólo lo que había que hacer, os transmito un poco de lo que para mí ha sido un antes y un después a nivel laboral, pero sobre todo personal.

Mi nombre es Juan Franco, tengo 78 años y comparto mis días con la enfermedad de Parkinson desde hace 16 años.

Mil noches y unas cuantas más, mil noches llenas de insomnio, llenas de horrores, de una horrible agitación motriz, de dolorosas lágrimas…

El esposo de mi prima bélgica, Cadet, la cual está haciendo su pasantía en medicina, se dedica a ser motivador político. El Covid-19 coincidió con la etapa política de la Republica Dominicana, la cual se celebró en el pasado mes de julio. Pero desde marzo las reuniones y asamblea políticas no se detuvieron, y Romer Bernard, hombre joven y robusto, PLDista no dejó de luchar porque su partido llegara al poder.

Soy cuidadora de personas con Alzheimer, discapacidad física y también de algunos pacientes psiquiátricos.

Maestra de vocación, desde los 5 años deseé con todo mi corazón dedicarme a la educación, y mi sueño se hizo realidad. He ejercido como maestra de educación primaria durante 18 años, pero nunca pensé que mi profesión cambiaría con 39 años.

Soy Nohora Lucia Orozco herrera, colombiana y tengo 57 años. Hace 26 años nació mi hija María José López Orozco con una hipoxia neonatal, se le diagnostico parálisis Cerebral Infantil.

Hola, soy Markel, tengo 14 años y vivo en un pueblito de Gipuzkoa llamado Urnieta. Me encanta vivir en mi pueblo porque es muy tranquilo, está rodeado de monte y la gente me quiere mucho. Mi ama se llama María y mi aita Vicen, y tengo una hermana mayor que se llama Carlota. ¡Qué bien me lo paso con ella!

Caminaba por delante de mí y me emocioné… Así, de repente, me di cuenta del proceso que estábamos viviendo. Cada uno el suyo. Madre e hijo. Hijo y madre. Y toda una vida a nuestras espaldas. Y mientras caminábamos, ella por delante de mí, el amor y la tristeza me invadieron ese momento y me entendí como cuidador.

Mi nombre es Ana María Rodríguez Sánchez y trabajo de Auxiliar de Ayuda a Domicilio en Órgiva (Granada).

Cuando estuve formándome haciendo cursos para trabajar con personas de discapacidad funcional, no estaba segura de que yo pudiese trabajar en esto; ya que no había tenido oportunidad con gente cercana con la que practicar. Pero a la vez había algo que me llamaba la atención.

Mi llamo Francisca Rivas Rodríguez, los conocidos me llaman “Paquí”. Paquita como sé que es con cariño no me importa, soy Auxiliar de Ayuda a Domicilio. Un trabajo intenso pero me hace feliz.

Me he dedicado a cuidar a mi señora madre, somos tres hermanos, yo soy la única hembra y la mayor de los tres, a mi mamá le gusta estar conmigo en mi casa. Ella tiene 73 años, tiene algunas situaciones del sistema nervioso, mucho nerviosismo y cambios inesperados de humor, por lo que procuro en la medida de mis posibilidades que ella esté tranquila y alegre, que realice actividades que la distraigan y piense en cosas positivas de la vida, para que cuando tenga esos días grises en su carácter, no sean tan fuertes para todos.

Nunca me había sentado a escribir sobre mi abuelo. Son miles, millones, las veces que le recuerdo, más desde su ausencia.

Soy Lorena Giménez, podría empezar diciendo que soy Trabajadora Social, Actriz, Periodista, Antropóloga… fundadora y directora de Ilógica, entidad con 20 años de experiencia y premios a nivel nacional e internacional por su compromiso social y emprendimiento, podría contaros que soy una persona que busca siempre actuar como le gustaría que actuaran con ella, que cree que las cosas siempre pasan por algo y que de todo se aprende, pero la verdad, os querría contar que soy quien soy tras sufrir mi madre 5 ictus, que le paralizaron parte del cuerpo y le hizo tener una regresión a la infancia, convirtiéndose desde entonces en mi hermana pequeña o mejor dicho en mi hija.

Cristina Cortez, cuidadora profesional, nos cuenta a través de un video, su experiencia como cuidadora.

Desde la Asociación APROSU queremos presentar la candidatura de una SUPERCUIDADORA, Dña. Raquel Gutiérrez Mateos, profesional que lleva en la Asociación desde 2001; casi 20 años apoyando y sirviendo de “cimientos” en los proyectos de vida de las personas con discapacidad intelectual.

Jorge Agustí, una de las personas que más admiro, es un padre e hijo excepcional que cuida de sus hijas y de sus padres, ya mayores, con el máximo cariño.

Me llamo Gisela Aldana, soy una mujer de 59 años de edad con discapacidad físico-motora.

¡Enhorabuena, estáis embarazados de gemelas!

Una vez escuché a una compañera decir que la palabra cuidador no le gustaba, ella decía que esa definición era despectiva.

Antes de escribir sobre la profesión del cuidado de personas, quiero ser honesto y, con mucho pudor, porque no llegué al grado de sufrimiento, (creo), de las personas que cuido, soy una persona que padece, desde hace veintiocho años una enfermedad mental, o, dicho de otra manera, soy una persona con malestar psíquico. El nombre de ésta es el de buffers delirantes, a pesar de haber oído llamarla esquizofrenia afectiva, enfermedad bipolar, etc. Dicho esto, voy a intentar centrarme en lo que sentimos o siento siendo cuidador…

Mi nombre es Sharon López C, soy ecuatoriana, nací de buenos padres que me enseñaron cosas muy importantes en la vida, en primer lugar, el amor y el respeto a Dios, en segundo lugar el amor y el respeto a las personas y en especial a los mayores ya que un día seremos como ellos.

A mis 69 años, con fibromialgia y la compañía de Cloe, una bichón maltés de 2 años que duerme conmigo, el teléfono suena exclamando dos tonos perdidos diciendo así, que Josémari se ha despertado. Sé que me espera en su cama, paciente, sabiendo que necesito unos minutos para poner mi cuerpo en marcha antes de ir a levantarlo. Cierro levemente los ojos de nuevo suplicando cinco minutos más, hasta que pasado ese tiempo más otros instantes más, el teléfono vuelve a sonar.

¡Qué pesada está mi nieta! Últimamente está siempre preguntándome cosas, aunque reconozco que me gusta tenerla cerca.

Espero que te lleguen estas palabras, porque no quiero que te sientas culpable. He vivido muchos años y ya llega mi hora.

Hay dos caras, hay dos verdades, como el sol caliente que nos aporta vida, como la luna fría que nos sustenta, pero nadie dijo que era fácil.

Jamás pensé que me gustaría tanto dedicarme a esta profesión.

Había una vez una mujer de 38 años que llegó a un nuevo país, dejando toda una vida detrás, una carrera profesional, amigos, todo un pasado para comenzar de nuevo, en un lugar lleno de prejuicios, los cuales tuvo que ir bandeando para lograr subsistir con sus padres y su hijo de 4 años.

Sin percibir que esos pequeños despistes pudieran anticipar la mayor lección de mi vida, me vi como raptada en un proceso de maduración acelerado, que no ausente de dolor, me lleva a considerar lo frágil que significa estar viva.

Soy Montse Rodríguez, tengo 51 años y desde hace 4 soy cuidadora de mi mamá de 88 años con alzhéimer y de mi hermano recientemente fallecido hace justo hoy un mes con 53 años.

Soy enfermera en un hospital de la Comunidad de Madrid. Llevo 12 años trabajando en este hospital. Han pasado multitud de pacientes por mis manos, multitud de historias, multitud de situaciones… Han pasado años desde que aquel paciente cambiase mi manera de ver la vida, y aun así sigo teniéndole presente como si fuera ayer cuando entró por primera vez en aquella Unidad de Cuidados Intensivos Respiratorios

Me presento, mi nombre es Paco, soy el esposo de Amalia, y debido a su enfermedad, desde hace 7 años, también soy su cuidador, su boca, sus ojos, sus pies, sus manos y… puede decirse que somos como una misma persona.

Pepa, pepita. Así se llamaba mi abuela, única e irrepetible. Tenía 5 hijas, pero ninguna tenía ni tendrá su gracia, su amabilidad, su estilo, belleza, generosidad y un sin fin de cosas más...

Hace ya algunos años, mi querido abuelo Vicente decidió intervenirse de hallux valgus. Contactamos con la traumatóloga y la operación se llevó a cabo sin incidencias. El día del alta iba a ser un día glorioso. Mi abuela materna lo tenía todo listo para su llegada. Me fui decidida a recogerlo al hospital Can Misses. A mi llegada, la sorpresa fue traumática. Su compañero de habitación me comunicó que mi abuelo de forma repentina, cayó al suelo y cesó de respirar.

“No hay nada más grande que amar y ser correspondido”. No es solo parte de una banda sonora, ya era mi razón de ser desde que emprendí esta aventura.

La primera vez que entré en contacto con M.C. asumimos una misión, y es que en todo el trayecto de vida que nos quedaba juntas trazaríamos un camino para devolvernos a casa.

Hace dos años salí de mi país Ecuador con sueños con metas con ideas claras, que lo que anhelaba en mi vida y una de ellas era hacer lo que me había apasionado desde pequeña y que he podido realizar al servir a los demás.

"No rompas el silencio si no es para mejorarlo”. Ludwig van Beethoven

El silencio de los principales agentes del sector de la dependencia ha sido casi tan duro como la soledad.   Algunos periodistas entraron a degüello metiendo en un pack a todos los profesionales y etiquetándonos como los malos de la película de terror que estábamos viviendo.

Hace unos años, siendo enfermero de una Unidad de Cuidados Intensivos de Adultos, conocí una señora que contaba con 90 años y que allí estaba, después de caer de una tercera planta (unos 10 metros de altura). Sufrió múltiples fracturas, la más grave la del esternón con una contusión miocárdica.

Podría escribir sobre muchas personas que me he encontrado en las muchas casas a las que he ido.

Hace nueve meses mi padre me llamo por teléfono y me dijo: "Natalia, la mujer de mi primo necesita alguien que le cuide. Se le van olvidando las cosas poco a poco y hay que ayudarle con las tareas de casa. He pensado en ti." (Quizás mi padre pensó en mí dada la situación que vivimos hace unos años en casa, cuando tuvimos que cuidar de mi abuela mis hermanas y yo siendo muy jovencitas.)

Mi nombre es Ana, y soy una mujer que fue educada en el cuidado y en el respecto a las personas mayores y enfermas. Toda mi niñez y mi adolescencia conviví en mi casa con personas mayores. Esta es mi historia.

Así nació mi vocación como cuidadora para más adelante convertirse en mi profesión.