Retrato familiar

Me desperté ausente, melancólico y destrozado. Mis lágrimas envolvían de dulce recuerdo mi nostálgico pasado. ¿Quién dijo que el pasado siempre fue mejor?, a veces, depende, por etapas. Pero no cabe duda que cuando envejeces y se instalan las enfermedades en tu cuerpo, deteriorándose las neuronas y células en el mismo, arrugándose la piel, sin poder movilizarte, con triste mirada…, todo cambia”.

Me sequé las lágrimas, ni siquiera tuve el valor de mirarme al espejo, quizá por aquello de que la cara es el espejo del alma. Tengo 53 años, algunas personas utilizarían el término hombre, adulto, mayor, para dirigirse a mí. Pero no, mi espíritu es tan jovial como el de un adolescente. Jamás pude imaginarme, que, sobre los 50 años, acabaría cuidando a mis padres, cuando pasaron la barrera de los 80 años; Al rememorar la ausencia paterna, me vine abajo, es arduo superar el periodo de duelo tan reciente.

 

Me crie desde pequeño, como la mayoría de la gente, en un sistema patriarcal, en el que no me sentía identificado. Nunca hubiera llegado a creer que acabaría adorando a mi padre, envuelto éste en los roles y estereotipos de género tradicionales, anclado a las ridículas y destructivas masculinidades y feminidades de la convencional y ortodoxa sociedad del siglo XX, que durante milenios y siglos de la historia se estableció socialmente en las personas, y en su involución: “Cadenas encadenadas rotas de esperanza, sin darse cuenta que al llevarlas otros también tú”.    

Estaba finalizando el trabajo, cuidando a otras personas maravillosas, cuando mi madre me llamó, para ir al cementerio a conmemorar el aniversario de mi querido padre, fallecido hacía un año. Recordé y visualicé poco antes de morir él, su cálida sonrisa y alegre mirada, que iluminaba toda opacidad y oscuridad al convertir la maldad en bondad. Con gran premura me fui a casa de mi madre, la cual, aunque tenía cierta movilidad para andar sola por la casa o ducharse sin ayuda, en la calle requería ir con andador, pero siempre acompañada por mí.

 

Cuando vivía mi padre, estando éste ya muy mal de salud en sus últimos años de vida, le duchaba, sentándole en una silla adaptada a la bañera, le cambiaba los pañales, le daba de comer y colaboraba en la limpieza de la casa, yendo a la compra con mi madre. Efímeros momentos, que se desvanecían en la lejanía del fugaz recuerdo, cuando íbamos juntos de paseo por el retiro de Madrid, llevándole en silla de ruedas, porque apenas tenía movilidad por padecer de Parkinson, esencialmente, con un ligero rebrote de Alzheimer.

En la época que estuve al cuidado de mi padre, durante dos años, nos veneramos muchísimo, reconciliándonos en nuestras diferencias completamente, porque no es fácil ser padre ni hijo, errores los cometemos todos, porque somos humanos. Ambos nos confraternizamos con el más puro y noble amor, donde nuestras almas se unirán en la postergada eternidad de apacible estar, difuminándose los sollozos y lamentos por las hermosas y bellas vivencias vividas en esa senda de rosas y espinas. Porque mi padre, con sus achaques y su terrible enfermedad de Lewy, polarizó todo su amor y comprensión hacia la familia. Asimismo, dicho efecto tuvo su retroalimentación a la inversa, floreciendo a raudales la tolerancia y la paciencia entre todos nosotros. Hasta el punto de que percibíamos que mi padre deseaba morirse, pero más por el hecho de no querer ser una carga para nosotros.

Después de ir al cementerio con mi madre, estaba muy emocionado, viniéndome a la memoria los recuerdos de mi padre en la última época juntos vivida, enterneciéndome tanto que no quería asociar ni imaginar cómo me sentiría cuando mi madre me faltara.

 

PADRES E HIJOS

Hilo invisible que nos une y separa,

caminos distintos que difieren de lo esperado y proyectado.

Hijos, que se rebelan contra lo establecido.

Pero el amor de los padres hacia los hijos y viceversa,

hace salvar las diferencias,

cuando aprendemos que la mejor educación es:

el Amor y la Comprensión

en Respeto y Libertad.

Sólo la muerte une, definitivamente, el hilo invisible que nos conecta,

Reconduciéndonos a la unidad y armonía

del entendimiento y el sentimiento.