Desde pequeña mi madre me enseñó la importancia de ser amable y empática con las personas. Ella era una mujer activa, dulce y cariñosa, y que siempre transmitía alegría.

Con el tiempo y por sus múltiples patologías fue enfermando, y, ahí estaba yo, para atenderla como se merecía, día a día, noche tras noche, para darle la mejor calidad de vida posible durante 7 largos años. Considero que es de vital importancia mantener su ánimo, autonomía, que se sientan útiles, tener perseverancia, y no abandonarles cuando más nos necesitan. (Aunque no todo el mundo está preparado para ello)

Es un sacrificio para los familiares el estar 24 horas pendiente, dejas de hacer actividades que antes hacías (al menos ese fue en mi caso) para dedicarle tiempo a tu ser querido y todo lo que conlleva.

Cambios de pañales, baño diario, prevención de infecciones, cuidar su higiene, cambios posturales...El cuidado e hidratación en su piel es muy importante para evitar úlceras por presión, adaptar la casa para facilitar las tareas y el riesgo de caídas. Alimentación variada y sana, toma de medicación, (hay pastilleros semanales, mensuales, que facilitan mucho su administración). Promover su autonomía en la medida posible con técnicas de terapia ocupacional, juegos, ejercicios mentales... Sentarte a su lado, hablar con ella, ESCUCHARLA, necesitan desahogarse. Ayudas a estimular su memoria.

 

Psicológicamente también fue duro para mí. Hay que tener mucha PACIENCIA, son como niños. (Yo la llamaba: Mi bebé GRANDE). ❤️

 

Los cuidadores de familiares somos personas llenas de sentimientos que muchas veces nos sentimos solos. En muchísimas ocasiones me pregunté a mi misma: ¿Estaré haciéndolo mal? ¿Será insuficiente todo lo que hago por ella? Sin embargo, otros días me sentía súper orgullosa, solo por el hecho de estar a su lado y hacerla feliz con mi presencia.

 

En sus últimos días de vida la veía triste, ella sabía que el momento de partir se estaba aproximando. Fueron 3 meses de lucha en el hospital, durmiendo cada día a su lado en una silla. Y sentí miedo, ansiedad, angustia, tristeza, rabia, ira e impotencia, porque se fue la persona que mejor supo cuidar de mí. Ahora vuelvo a retomar mi vida poco a poco, tengo 36 años y un camino largo por delante.

ELLA ES Y SERÁ SIEMPRE MI SUPERCUIDADORA, todo lo que he aprendido y la persona que soy, se lo debo a ella. Yo solo fui una hija que disfrutó cuidando, incondicionalmente, a su MADRE.