Mañana mi madre cumple 94 años. Estamos las dos viendo la tele, ella no oye bien y también yo estoy perdiendo oído. Pero este testimonio no va de explicar faltas, es un relato de resiliencia y superación.
Mi vida empieza a ser ya larga y no sé por dónde empezar. Sí, creo que esta historia empieza cuando a los 18 años me diagnostican una enfermedad mental y regreso al pueblo donde nací, para recuperarme. Resumiendo mucho hay una etapa larga en la que necesito mucho apoyo y mi madre, a la que ahora yo se lo procuro, es mi cuidadora familiar y sin conocimientos de psicología pero con un amor inmenso me saca adelante. Mi padre también está ahí y también le cuido sus últimos años.
Pero damos un salto en el tiempo y yo recuperada y estable me implico en Salud Mental y en 2019 llego a ser presidenta a nivel de Castilla y León y representante a nivel Estatal, a través de la Confederación Salud Mental España. Desde este nuevo prisma intento mejorar el día a día de las personas con problemas de salud, garantizando una plena calidad de vida y la de sus familiares. Sin olvidar la importancia de cuidar a los/as profesionales implicados/as, y por supuesto conciliando mi vida personal, familiar y de representación.
Cuando muere mi padre seguimos cuidándonos las dos. Mis hermanos y sus hijos vienen a menudo y siempre visitan y apoyan, somos “una gran familia”, pero el día a día nos tenemos la una a la otra.
Sintiéndome orgullosa y feliz del medio rural, vivimos en un pequeño pueblo de la ribera del Duero, donde yo acompaño y presto todos los apoyos necesarios a mi madre para mejorar su calidad de vida y poder seguir sonriendo juntas, pero hace dos años este equilibrio se rompe y a mi madre "le da un ictus".
Han pasado dos años y como decía estamos esperando que cumpla mañana 94 años, se quedó sin movilidad en la parte izquierda. Ahora después de meses de recuperación, un asistente personal las 24 horas, yo misma y una gran fuerza de voluntad, camina despacio y hablamos con ella.
Esto que describo es, a menudo, doloroso y difícil pero había dicho al principio que este relato es positivo y resiliente: todo este proceso me aporta serenidad y fuerza, mi madre, como en su día hizo mi padre, me enseña vida, y la muerte y la enfermedad forman parte de ella.
También añadir que sin mis cuatro hermanos apoyándome y esa otra familia que hemos ido creando “Salud Mental”, llegar hasta aquí no hubiera sido posible. Vivimos y trabajamos en red.
Nadie que no haya pasado por un sufrimiento psíquico intenso puede imaginar el paso de necesitar cuidados a ser cuidadora con toda la fuerza física y psíquica que implica.
“Mi relación con mi madre es un vínculo que nada ni nadie podrá romper...”