Una vez escuché a una compañera decir que la palabra cuidador no le gustaba, ella decía que esa definición era despectiva.

Y empecé a darle vueltas: cuidador, cuidados, cuidar…

Pero, ¡si son palabras preciosas!

 

Me llamo Pili, trabajo en una residencia de adultos con diversidad funcional y sí, soy cuidadora.

Cuidar para mí significa que, si un usuario no se puede levantar, ahí estoy yo para ayudarle a hacerlo; si un usuario necesita ayuda para ducharse, ahí estoy yo; ¿Qué pasa cuando se ponen nerviosos y nerviosas y no saben gestionar sus sentimientos y reacciones? también estoy yo para calmarles. Estoy a su lado PARA LO QUE NECESITEN, INCONDICIONALMENTE.

Soy su compañera en su día a día y creedme cuando os digo que tenemos muchísimo que aprender de ellos.

Muchos de ellos y ellas llevan desde marzo sin salir de la residencia, cualquiera de nosotros y nosotras nos estaríamos subiendo por las paredes, pero si vieseis como te reciben cuando llegas, con una sonrisa increíble y una actitud envidiable, se os quitarían todas las tonterías de golpe.

 

A veces creo que ellos son los que me cuidan a mi porque también me ayudan, también me miman, también están pendientes de lo que necesito, son maravillosos.

 

Esta es mi realidad como cuidadora y me encanta lo que hago, pero quería acercaros otra realidad, la de un cuidador no profesional:

Mi pareja, junto con su hermana, se encarga de los cuidados de sus padres, ambos dependientes, y ahí es cuando yo veo la verdadera entrega, están ahí cuando hace falta, pero es desolador ver cómo su padre, persona sorda y con alzhéimer, se encuentra en una residencia, que no sabe dónde está, que no reconoce a sus hijos cuando le visitan; su madre, persona sorda y dependiente, mientras sus hijos trabajan solo recibe ayuda a domicilio durante una hora…

Duele verlo

Trabajando de siete a siete y el poco rato que tienen se ocupan uno de visitar a su madre el otro de hacer la visita a su padre…

 

¿Quién cuida de ellos? Ellos y ellas también necesitan ayuda, y no solo hablo de las ayudas económicas, que son las que desgraciadamente las que más necesitan y las que menos se les da, sino conciliación laboral o ayuda psicológica si fuese necesario.

Y, aun así, he de decir que son afortunados pues, pueden dedicarles tiempo, todo el que pueden, y seguir trabajando. Hay familias que tiene que dejar todo, literalmente TODO, para dedicarse a sus seres queridos cuando ellos no pueden valerse por sí mismos.

 

Yo por mi parte hago lo que puedo: animar, acompañar, en definitiva, cuidar.

Y aquí me tenéis, mientras escribo esta historia, y mi chico está con su madre, yo estoy seleccionando fotos antiguas de la vida de mi suegro para hacerle un álbum con el que con suerte, la próxima vez que vayamos, recuerde algo de su vida, recuerde a sus hijos, aunque sea por unos segundos…

 

Valoremos este trabajo, valoremos a las personas que lo hacen porque se ven obligadas por circunstancias de su vida, valoremos a las personas a las que cuidamos, no sabemos que hay detrás de cada historia.

 

Todos y todas, en algún momento vamos a necesitar de alguien que nos ayude, que nos mime que nos cuide.

 

Vuelvo a darle vueltas a la cabeza

Cuidador, cuidados, cuidar…

Pero ¡si son palabras preciosas!