En el aire hay silencio monacal y en el limbo del qué somos a veces olvidados, a veces desconocidos, estoy en una Congregación Religiosa.

El personal debe poseer un plus que se intuye, no todo el mundo lo tiene, encontrar buenos candidatos es difícil, y cuando se consiguen se cuidan cual tesoro, a cambio se recibe el aprecio de todos los miembros que componen la Congregación y el reconocimiento a su labor.

Los Santos, Vírgenes y Cristos de gran tamaño nos rodean, brillan sus dorados e imponen sus largas sombras.

En tiempos de Covid vivimos la pandemia y sus consecuencias, aprendimos a esconder nuestros miedos detrás de las mascarillas, al principio con exceso de temores, adaptándonos al día con lo que nos imponía sanidad, abriendo las puertas de la casa a la invasión justificada del ejército, a las desinfecciones con trajes especiales, vimos pasar imágenes de película en nuestra vida real siendo nosotros los protagonistas, nos hicimos madres adoptivas de nuestros mayores religiosos, les protegimos y cuidamos con los medios existentes, vimos mermar la ocupación en nuestros centros y cómo su ausencia causó dolor en el resto, fuimos testigos de cómo no se puede acompañar en el último tramo de la vida…

Aprendimos a obedecer para vivir.

 

Llegó el aislamiento en las habitaciones, el cumplimiento de normativas, los cambios en la vida diaria de la comunidad, el rezo en solitario, la falta de cánticos en la capilla hacia más notable el eco, se respiraba miedo…

Y el tiempo pasó, y nos fuimos adaptando a los virus, a los rebrotes, al ir y venir del personal sanitario, volvimos a salir, a lo que se llamó nueva normalidad y se nos fue olvidando el miedo y ahora ya lo vemos lejano, a veces hablamos de ello, parece un mal sueño…

Sopla el aire y mueve las hojas, se respira paz…

Cómo docentes que fueron nuestros residentes, examinan al nuevo personal minuciosamente con nota silenciosa incluida, nos regalan aire fresco a la casa y al equipo, cada una trae su propia cosecha que ofrecer, todos crecemos con lo que aportan.

En el Centro Arca de Noé a las once y veinte con puntualidad inglesa, uno de los hermanos se ofrece de camarero para preparar un café al grupo, maneja la máquina de cápsulas con sus manos acostumbradas a corregir textos y aunque la mañana sea activa y necesitemos una tila, sucumbimos al aroma del expreso y a la invitación, participando en la reunión como alumnos ávidos de aprender, relatan sus experiencias en diferentes lugares del mundo, se ve complicidad entre los que coincidieron años atrás, imagino sus aventuras, me absorben sus relatos.

Al finalizar la reunión, un grupo de hermanos se ofrecen como conductores de sillas de ruedas de los hermanos asistidos, paseándoles entre rosales de colores y altos y frondosos magnolios cuyas flores con su perfume invaden el aire, les traen de regreso a la hora del comedor, continua la rutina del día.

 

En el centro Delicias, el fisio logra sacar a los hermanos de sus habitaciones para trabajar con ellos varios días en el gimnasio, ha sido un logro hacerles participar en la terapia, son reservados, de estar consigo mismo en su espacio con sus cosas, eso dicen ellos.

En las tardes hay lectura de relatos y poesía, María les emborracha con su voz de locutora experta en narrativa, no solo escuchan los presentes, los que parecen alejados tímidamente también regalan a sus oídos los recitales, se respira paz…

El verano eclosiona en el jardín que ellos mismos cuidan con trabajo y esfuerzo, cada uno con sus obligaciones de llevar a cabo tan ardua tarea.

Los paseos tranquilos aportan esa salida del centro a los que dependen de nuestros brazos para acompañarlos, buscamos el cobijo de la sombra y frescor del riego, sus caras plácidas es el reflejo de nuestro trabajo, rezumo satisfacción.

A cambio me regalan valores religiosos en riesgo de extinción, cada uno de ellos flota en el ambiente como moléculas que no se aprecian, pienso que me que aportan cosas buenas en mi vida, se respira paz.

 

DEDICADO A LOS HERMANOS DE LAS CONGREGACIONES RELIGIOSAS DE ARCA DE NOE Y DELICIAS (nombres ficticios)