Protagonista del relato

¿Qué significa cuidar a los demás? ¿Qué valores puede dar a tu vida el cuidar a otras personas? ¿Te puede cambiar la vida que alguien dependa de ti para algo tan simple como comer?

Hace ya algunos años empecé a trabajar como cuidadora en una Fundación que se dedica a cuidar a dependientes en situación de discapacidad intelectual. Sucesivas coincidencias me llevaron a este trabajo y cambiaron mi vida. Lo que yo hacía de forma cotidiana, cuidar de mi familia, se convirtió para mí en una profesión.

La forma como te mira alguien que necesita de tus manos para comer, que necesita que te expreses por él porque no puede hablar, que necesita de tus piernas para que empujes su silla de ruedas. Esas miradas cambiaron mi vida. Aquellos chicos y chicas de la Fundación me enseñaron valores sencillos, que parecen desaparecidos de nuestras vidas. Jamás sentí pena por ellos. Me aportaron muchas emociones difíciles de olvidar.

Por desgracia para mí, no pude estar mucho tiempo con ellos, pero decidí que me dedicaría a cuidar de los demás profesionalmente. Aquel contrato temporal de un mes cambió mi camino. Me llené de sensaciones increíbles que jamás olvidaré. Les contaba historias y conseguía despertar en ellos sonrisas de oreja a oreja. Eran cosas muy sencillas para mí, pero para ellos significaban un mundo. Estaban llenos de limitaciones, pero conseguía que su día a día fuera un poquito mejor. Estos chicos movieron algo dentro de mí.

 

Después seguí por el camino de los cuidados con algo diferente y que jamás pensé que despertaría en mí nuevas sensaciones: los mayores. Nuestros abuelos y abuelas de las residencias. Personas que necesitan nuestros cuidados, atenciones, dedicación y nuestras sonrisas.

Aprendí muchas cosas que desconocía sobre la soledad, la enfermedad, el miedo, la angustia, el sentirse rechazado y apartado de la sociedad. Y, sobre todo, lo peor para nuestros mayores: que lo que más han querido a lo largo de su vida, que son sus hijos, no tengan tiempo ni para hacer una llamada telefónica a sus padres. Yo he sido testigo de muchas escenas reveladoras. Pero hubo algo que me impresionó y nunca he olvidado: una abuela esperando desde las tres de la tarde hasta las diez de la noche la llamada de su hijo, que nunca llegó. Una simple llamada. Aunque mis compañeras y yo conseguimos consolarla, sacarle una sonrisa y acostarla para descansar, ella al día siguiente seguía esperando la llamada de su hijo.

Quiero romper una lanza a favor de todas y cada una de las personas que dedican sus esfuerzos a nuestros mayores. Ojalá se reconociera el gran valor de su trabajo.

 

Después, siguiendo por el camino de los cuidados, tomé otros derroteros diferentes, pero no menos importantes. He tenido la suerte de trabajar en un hospital público, en una planta que comúnmente llamábamos PLANTA COVID. Esta pandemia ha cambiado el mundo. Muchas de mis compañeras no querían trabajar en plantas COVID-19 por miedo y era realmente compresible. Pero yo, a pesar del miedo, decidí aceptar el reto. Cuidé de personas llenas de temores y de angustias por una enfermedad que todos desconocíamos. Espero y deseo que, a pesar de las enormes pérdidas y el gran dolor que ha causado esta pandemia, mi pequeño granito de arena haya servido de consuelo para todos aquellos que consiguieron superar la enfermedad. Y que mis cuidados y atenciones sirvieran de ánimo y esperanza para seguir luchando.

 

Ahora tengo un reto por delante que he aceptado a pesar de las dificultades. He empezado a trabajar con pacientes oncológicos. Siento vértigo. Pero sigo pensando que hay que cuidar de las personas a pesar de las dificultades. Cuando cuidas de una persona que se enfrenta a una realidad en la que tiene que superar una enfermedad tabú, como es un tumor, una simple mirada de consuelo le puede animar a seguir adelante.

Yo también voy a seguir adelante con esta labor de los cuidados. Intento ayudar de la mejor manera posible y estoy realmente agradecida a quienes me han acompañado en este camino: todos y cada uno de los que me hicieron sentir que con mi ayuda su vida era un poquito mejor.