13 de marzo de 2020, España cierra. Todo el mundo está en casa y el país se paraliza. Madrid se apaga. Se acaban los atascos, el transporte público no tiene ocupación, calles desiertas, parques solitarios, colegios sin niños, carreteras sin luces de coches, parece un apocalipsis zombi. Una película de terror. Como si el mundo se hubiera acabado.
Pero el servicio de Teleasistencia de ILUNION Sociosanitario no para. paramos. Somos uno de los servicios esenciales, somos el bastión de la resistencia, los últimos ocupantes del edificio, vacío de oficinistas, trabajadores y visitas de negocios.
El personal de teleasistencia entra y sale, la actividad del centro de atención es frenética, las unidades móviles no se paran, se dirigen a los domicilios de nuestros usuarios, personas mayores, que a su vez son las más afectadas por las consecuencias del virus. Atendemos caídas, dificultades respiratorias, traumatismos, heridas, atendemos a los que más nos necesitan en un momento crucial en la vida de todos y todas. Aunque encerrados en casa, la vida continúa y con ella nuestra atención.
Entre improvisación, coordinación apresurada y adaptación, rodeados de EPIS (esas siglas con las que ahora estamos tan familiarizados), seguimos realizando nuestras labores diarias, con diferencias, claro está. Ahora todos llevamos mascarilla y el gel hidroalcohólico es un indispensable.
Pero, en el centro de atención de alarmas ya no estamos todos, algunos compañeros “caen”, otros están en casa llamando a nuestros mayores, que también se encuentran en sus domicilios encerrados y sin poder recibir visitas de sus seres queridos. No pueden salir a pasear, a tomar el sol, sin duda, son los más vulnerables, los más afectados, tienen miedo y están angustiados.
Los teleoperadores con los que antes charlaban una vez a la semana ahora mismo son prácticamente la única vida social que tienen, a parte de la llamada de sus hijos, de sus sobrinos o de algún familiar (los que los tienen claro). En muchos casos, somos su único contacto con el mundo exterior, ese que ahora da tanto miedo.
“La chica ya no viene”. “Eres la única persona con la que hablo, hija”. Frases dolorosas que escuchamos a diario, ahora mucho más. La soledad pesa, a ellos y también a nosotros que empatizamos con esas horas interminables que pasan encerrados en casa sin poder salir y relacionarse, mientras nosotros no llegamos, no damos abasto para contactar con todos, queremos saber qué están bien, queremos que sepan que nosotros seguimos aquí. Pero, seguimos cayendo, nosotros también estamos en mitad de una pandemia, también tenemos miedo al virus, a pesar de que el día a día nos hace continuar sin descanso, a veces sin pensar claramente lo que estamos viviendo.
Los centros de salud se saturan, los hospitales se desbordan y comenzamos a recibir esas llamadas de emergencia que muestran angustia y desesperación porque el recurso no llega, porque el médico no llama o, simplemente, porque no se da traslado, no hay ambulancias o no hay hueco en los hospitales. Y a pesar de la frustración, los operadores seguimos intentando transmitir tranquilidad, seguridad y acompañarlos en lo que necesitan, con dosis ingentes de empatía, paciencia y cariño como siempre hacemos.
Con la llegada de la COVID-19 hemos constatado algo que ya sabíamos los profesionales que trabajamos día a día atendiendo a las personas usuarias del servicio de Teleasistencia, y es que somos un servicio absolutamente esencial para ellos y sus familias ya que además de atención, les proporcionamos autonomía, seguridad, tranquilidad, pero sobre todo cariño, comprensión y escucha. Aunque no siempre escucháramos nuestro nombre o viésemos nuestras imágenes en la televisión y los periódicos, todos los días a las 20:00 salíamos a entregar esos aplausos tan merecidos a todos los compañeros de los servicios esenciales y, también, a recibirlos cálidamente.
De aquí en adelante nuestra misión como profesionales debería tomar toda la tecnología disponible a nuestro alcance para poder seguir entrando en los domicilios de nuestros mayores, ya que parece inevitable que, en un momento dado, ellos no puedan salir, bien por pandemia o bien por el deterioro propio consecuencia del avance del tiempo.
Lo que sí nos ha demostrado esta crisis es que necesitamos el contacto humano, y no sólo físico, sino que necesitamos compartir, compartir con otros nuestras impresiones, opiniones, miedos y alegrías. Necesitamos sentirnos acompañados, saber que alguien nos cuida. Y por supuesto, es nuestro turno, nuestra obligación, devolverles un pedazo de todo lo que nuestros mayores han aportado a la sociedad en la que vivimos, y es que, gracias a ellos, somos lo que somos.
Por todo ello, el servicio de Teleasistencia avanzará, mejorará y se adaptará a las necesidades de nuestras personas usuarias. Iremos de la mano de esos avances para facilitar la vida de nuestros mayores para que puedan seguir en sus hogares, acompañados y cuidados en cualquier momento y situación. Acompañando y cuidando como siempre.