Manos sujetando una mascarilla quirúrgica.

Soy mujer, hija, madre, compañera, amiga, hermana y enfermera. Mi vida ha estado enmarcada en el cuidado a los demás, a los otros íntimos y no tan íntimos, pero siempre el cuidado. Tengo casi 60 años y he caminado mi vida tendiendo la mano a los demás para que se apoyaran en mi en sus momentos de silencios, de soledad, de enfermedad, de tristeza. He caminado mi vida siendo el bastón de apoyo de muchas personas, en sus momentos de déficit personal tanto en lo físico como en lo emocional.

 

Hace algo más de dos años, un rayo atravesó mi corazón y sufrí un infarto, en ese momento pasé al otro lado del espejo. Pasé de cuidar, de ofrecer cuidados a ser consciente de que mi propio “descuidado “había provocado una grave enfermedad. Muchas veces en el arte de cuidar nos olvidamos del arte de auto cuidar.

Y llegó la Pandemia y con la Pandemia sentí que aquello para lo que había sido entrenada, aquello en lo que había basado mi vida era imposible que pudiera seguir haciéndolo, me di cuenta que si no me cuidaba probablemente no podría seguir viviendo.

Me convertí en una enfermera con adaptación de puesto de trabajo por su cardiopatía por lo que no podía dar una atención global, completa a las personas que me necesitaban. Eso me provocaba una gran zozobra, desasosiego interno que no era capaz de mitigar, no tengo gran experiencia en cuidarme. Pero la vida, con el infarto, me puso un gran cable a tierra que me estaba diciendo continuamente, “eres frágil, debes cuidarte, no te puedes permitir ciertos lujos, en estos momentos cuidar a los otros es un lujo para ti porque debes cuidarte a ti misma”.

 

He sufrido enormemente, en silencio, cada una de las tareas que no he podido realizar en tiempos de pandemia, he sufrido y he llorado, he llorado largamente, ahogadamente, en silencio, he visto mi propia mirada juzgándome, y desde luego no lo voy a silenciar ahora, también la mirada de los otros.

Ser enfermera en tiempo de pandemia para mí se ha convertido en una enfermedad del alma.

El COVID se ha llevado como un gran huracán un montón de ilusiones de muchas personas, y a mí me ha dejado un frío oscuro en mi corazón malherido.

Cuidar es bello, cuidar es un arte.

La vida se derrumba a tu alrededor cuando no puedes hacer lo que más te gusta en la vida.

La bruja oscura del norte te quiere llevar hacia las tinieblas.

Pero, un día, te levantas, miras por la ventana, ves la luz del sol, te sientes viva y te dices a ti misma ¿Cómo que no estás haciendo lo que debes hacer? Analizas tus esfuerzos en pandemia y piensas en todas esas personas a las que has dado apoyo a través de la línea de teléfono, o a través de pequeños artículos en el periódico local con el que colaboras o a través de los vídeos editados junto con una compañera para acompañar a los niños y niñas del barrio en estos tiempos tan complicados.

 

Soy enfermera, tengo el gen del cuidado, nadie me lo puede arrebatar, solamente he tenido que reinventarme para poder ofrecer lo mejor de mí misma sin hacerme daño, sin descuidarme, ofreciéndome lo mejor que puedo ofrecerme, mi amor, mi cariño, mi auto empatía, y autocuidado.

Ser enfermera en tiempos de Pandemia me ha hecho hacer mirarme hacia adentro y analizar cada uno de mis sentimientos.

La culpa, otra de las grandes lacras que me han acompañado durante este tiempo, la sensación de culpa. Culpa, ¿por qué? ¿por no hacer todo aquello que marcan los cánones?

He trabajado íntimamente el perdón, y ahora estoy en paz.

No culpas, no castigos, no deudas, solo ayuda, solo cuidado, solo cuidar, jamás descuidarte, y vivir en el autocuidado. Nadie puede bien cuidar si no es capaz de auto cuidar.

Ser enfermera en tiempos de pandemia, me ha hecho crecer en lo personal, a pesar de que en ese crecimiento el sufrimiento ha sido extremo, ser enfermera en tiempos de pandemia me ha permitido saber quién está a mi alrededor, saber quién me cuida y quien me descuida, ser enfermera en tiempos de pandemia me ha hecho saber ver a través de los ojos de las personas que me están acompañando en este largo camino de la cronicidad.

Ser enfermera, ser cuidadora ha sido troncal en mi vida. Ahora es otro momento, ahora toda cuidar, y cuidarse, ofrecer cuidados y autocuidados y por supuesto jamás Descuidar.