Todos en alguna época de la vida hemos tenido la experiencia de estar enfermos, de sentirnos débiles y dependientes de otros. Servir a los enfermos y adultos mayores, es una experiencia enriquecedora, pues, aunque humanamente la persona se puede llegar a sentir cansada, a la vez se siente muy gratificante el ser cuidador, pues sencillamente es una vocación.

En mi familia tuve la experiencia de aprender el cuidado que le brindaban a mi padre y a mi abuelita, con gran paciencia y dedicación; así fue creciendo en mí el espíritu de servicio, de esta manera es como Dios me llama a velar por los enfermos en la atención nocturna a domicilio y por la persona mayor en nuestras residencias, llevando en el momento más de 14 años en el convento.

Tiempo en el que he podido alegrarles en el día a día, desde una atención humanizada, centrada en la persona, dedicándoles el tiempo de escucha, que no solo se limita a la administración de medicamentos o el ejercicio profesional, también va acompañado de un trabajo resiliente para sobrellevar la enfermedad.

En mi vida con los adultos mayores, les realizo valoración gerontológica, talleres individuales y grupales, además de intervenir desde la prevención y promoción de la salud, por lo que he podido liderar programa gerontológico, además de desempeñarme como director de residencia, actualmente apoyo desde el campo gerontológico en un Centro Día y acompaño a sacerdotes mayores, por lo que gracias a Dios me he podido formar en filosofía, formación teológica, enfermería y gerontología.

 

Para ser cuidador, debemos tener entrañas de misericordia, recordemos que no solo impera un título profesional, lo fundamental es el Ser, mi actitud frente al enfermo, mi respuesta a sus necesidades; se puede caer en la tentación de llegar a un mero cumplimiento, algunos cuidadores puede ser que se limiten a estar al lado del enfermo, pero sin brindar servicio alguno, desconociendo la realidad de la persona, también en la actualidad con las tecnologías, el cuidador puede estar más al pendiente de un medio de comunicación que de la persona que está cuidando, es por esto, que el cuidador debe ejercer su labor por vocación, de una manera libre y voluntaria, con gusto, agrado y caridad.

 

Mi comunidad religiosa Siervos de Jesús de la Caridad, un Instituto de la Iglesia Católica, nace con la experiencia que tuvo nuestra madre, Santa María Josefa del Corazón de Jesús con los enfermos, en los que encontró a Cristo sufriente, los religiosos y sacerdotes aspiramos a encarnar cada vez, con más profundidad los sentimientos de Cristo hacia el hombre enfermo y a manifestarlos con gestos de amor. “Todo lo que hicisteis con el más pequeño de mis hermanos conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40). Debemos servir con respeto, amando al prójimo, brindando fortaleza, con esa palabra de aliento y ánimo, con entrañas de misericordia, colocándonos en el lugar del enfermo.