Os voy a contar una historia sincera y real, aquí y ahora. Una historia que me inspiró y me reafirmó lo que la sociedad me había ido quitando a lo largo de mis no tantos años (tengo 25): la importancia del equipo gerocultor.

Cada fin de semana, desde que tengo uso de razón, junto a mi hermana Jana íbamos al trabajo de mis padres, una panadería y una residencia. Sí, una residencia. Los abuelos eran nuestros amigos y nos seguían el juego. Jugábamos a negocios cotidianos: un bar, una librería, un supermercado, una escuela, una peluquería, etc. Los trabajos son trabajos, pero sobre todo debe ser un estilo de vida y vivirlo con pasión, porque en ellos dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo. Y aquí empieza su historia, un relato sobre un hecho que no solo me emociona, sino que me sigue inspirando a diario.

 

Todavía recuerdo la noche del 13 de marzo del 2020 cuando mi tía acababa de acostar a sus hijos con cierta incertidumbre por si tendrían clase o no al día siguiente. La vi nerviosa pero valiente con una pequeña bolsa y nos dijo que, al despertarse al día siguiente se quedaría unos días viviendo en la residencia, que estuviéramos tranquilos. El motivo, dar soporte al equipo humano, el cual había readaptado sus turnos para prevenir de lo que hasta el momento era incertidumbre sobre los efectos de la pandemia que estaba al acecho.

El día 15 de marzo, en la residencia, el equipo humano entró por la puerta con una maleta e incertidumbre junto a Carol: juntos lo hicieron y juntos lo consiguieron. Lo que no sabían era que crearían un precedente a escala nacional y una medida para aislar a las personas convivientes de la residencia de una pandemia dura. Pero lo que realmente no sabían era que se redescubrirían como profesionales gracias a los mayores. Vivieron, creyeron y compartieron una historia de valentía, humanidad y esencial durante 26 días en la residencia. Creyeron en lo que les apasionaba e inspiraba. Estoy hablando de un hecho real, un hecho que salvó la vida de 91 personas gracias a un equipo humano entregado, real y potente, un equipo que se redescubrió, un equipo que hizo “de todo”, y cuando digo de todo hago referencia a la abolición de las posiciones profesionales como eje principal, porque aprendieron a ser todos gerocultores, fisioterapeutas, psicólogos, terapeutas, limpiadores, etc.  Entendieron el trabajo de todos, entendieron que lo importante es la persona a la que acompañan a diario, esa persona que por el hecho de ser mayor no debe considerarse vulnerable, sino todo lo contrario, debe considerar persona inspiradora y experta de la vida. ¿Sabes por qué? Porque no solo este equipo humano fue heroico, sino que también lo fueron las personas mayores que viven en la residencia, las personas que les dieron el apoyo y la tranquilidad al equipo durante el tiempo juntos confinados en la residencia.

 

A la vuelta de Carol a casa, Roc y Simona (sus hijos), la esperaron con un pastel hecho por ellos para celebrar la vida. Cuando fue de noche, en la terraza, Carol me trasladó el valor del trabajo por pasión de un equipo unido y los valores de las personas que forman parte de nuestra historia, los mayores. Esto ha impulsado un cambio en el modelo residencial en el Centre Geriàtric Lleida y en el sector de la geriatría.