Antes de escribir sobre la profesión del cuidado de personas, quiero ser honesto y, con mucho pudor, porque no llegué al grado de sufrimiento, (creo), de las personas que cuido, soy una persona que padece, desde hace veintiocho años una enfermedad mental, o, dicho de otra manera, soy una persona con malestar psíquico. El nombre de ésta es el de buffers delirantes, a pesar de haber oído llamarla esquizofrenia afectiva, enfermedad bipolar, etc. Dicho esto, voy a intentar centrarme en lo que sentimos o siento siendo cuidador…

EL PRIMER CONTACTO CON EL CUIDADOR

…Pondré especial interés en llegar a explicar, cómo llevamos a cabo nuestra tarea en un recurso como en el que trabajo con otros profesionales, que, si bien no han pasado por una situación de malestar psíquico “etiquetado bajo un nombre”, tienen un objetivo común. Insisto, en este relato estoy del otro lado, es decir, el lado que aplicamos cuidados para personas acompañadas de etiquetas qué describen su dolor, psíquico o físico.

Angustia, soledad e incertidumbre es lo que una persona con enfermedad mental siente cuando llega a un recurso ¡qué más le da ya!, en el peor de los casos tendrá esta etiqueta para toda la vida, o, dicho de otra forma, será algo crónico que le acompañará en el día a día. ¿Qué posibilidades hay de salir de allí? ¿Quién decide sobre si se es suficientemente autónomo para llevar las riendas de su vida o tomar sus propias decisiones?

A partir de ahí, el sistema organizará su vida, la sociedad dará respuesta a todos los males, sin ni siquiera preguntar a la persona que es lo que quiere o necesita, y en estas circunstancias, la persona llega al recurso. En un primer momento, nuestra pequeña contribución como cuidadores se va a planificar en función de lo que nos diseña el psiquiatra que lo trata, el psicólogo con el que hace terapia o, nosotros mismos, que desde la última crisis vemos que está más desaseado y menos motivado para hacer frente a sus quehaceres diarios.

 

Aunque intentamos desmarcarnos de todos estos condicionantes a la hora de apoyar y acompañar, también nosotros vamos a formar parte del “protocolo” establecido para el cuidado de personas que, en un momento de sus vidas, la etiqueta de un diagnóstico hizo un punto y seguido en su desarrollo, teniendo que cargar con una mochila llena de prejuicios e impedimentos en su vida social y comunitaria, y creo, que este es nuestro mayor reto en nuestro día a día en el acompañamiento de personas.

 

COMENZAMOS NUESTRA LABOR

Ya ha llegado al recurso, nos llegó la información vía email, casi al mismo tiempo que la persona, pero a pesar de todo, estamos preparados para comenzar nuestra labor.

Empezamos por revisar su habitación, después de haber leído toda la información para comprender qué le llevo a nuestro recurso, y nos centramos en que todo esté dispuesto para que la persona se sienta como en casa.

 

Llega con sus pocas, o muchas pertenencias. Lo recibimos con una sonrisa y nos ofrecemos para acompañarle a llevar sus cosas a su habitación. A lo largo de ese día, y de los que van a venir, vamos a tratar de explicarle nuestra labor y como su paso por el recurso es circunstancial (siempre que la persona lo elija).

Nuestra labor inicial debería ser sencilla: conseguir (o al menos intentar) que se sienta como en casa, en definitiva, que sea su hogar. Uno de nuestros objetivos más importantes es crear junto a él un área de confort donde pueda sentirse bien, seguro, escuchado y valorado.

 

Sin embargo, en esta barca no remamos solos, nos damos cuenta de que la mejor “medicina” para llegar a nuestro objetivo, no son teorías ni pragmatismos, son los COMPAÑEROS. Ellos, que saben lo que se siente cuando eres el “nuevo”, cuando llegas a un lugar donde no conoces a nadie... y sin darnos cuenta, con una simple mirada o un cigarrillo compartido, comienzan a ser parte de algo, algo que podemos denominar “familia”.

Todo va sobre ruedas, el usuario se va adaptando perfectamente al recurso, nosotros nos limitamos a dar respuesta a sus necesidades, intentando dar el menor número de indicaciones, siendo él o ella, quien elija la opción que más le guste: qué ropa comprarse, cómo decorar su habitación, participar en su propio tratamiento… Algunas personas nunca han tomado este tipo de decisiones, y no resulta fácil… cuando nunca se ha hecho, pero ¡Ahora es su momento! Momento para pensar, para dar respuestas a preguntas que, muchas veces, no han sido respondidas... ¿Qué quiero hacer? ¿Dónde quiero estar? ¿Dónde quiero vivir?

 

Intentamos propiciar el ambiente para desarrollar el apoyo mutuo entre iguales. Nos referimos a que serán los mismos usuarios quienes den respuesta a sus inquietudes, poniendo en común las experiencias vividas y de esa manera arrojar algo de luz a las decisiones de un grupo de profesionales, qué tanto afectan a sus vidas, y de las que creo, todavía, no somos conscientes, hasta qué punto pueden condicionarles.

Y así, poco a poco van mejorando en las tareas, fomentando con ello, la motivación, autoestima y la autonomía en su vida, que, si todo el equipo rema en la dirección correcta, puede que no se quede con la etiqueta de la primera crisis, o, mejor dicho, de su condición cómo persona, enferma. Esta mochila, la irá arrastrando hasta llegar la situación de persona con enfermedad mental de por vida, o no. Eso es lo que intentamos y para lo que luchamos día a día.