Estando en mi rutina diaria del gimnasio, recibí una llamada telefónica solicitándome el servicio de transporte para una paciente, desde el hospital de Cudeca en Benalmádena, donde colaboro como voluntaria, hasta Marbella donde residía la paciente. Más o menos unos 30 kilómetros de distancia. Sin pensarlo dos veces acepté. A las 12 del día estaba recogiendo a la paciente y organizándola en el coche con su equipaje.

 

Cuando entré en la autovía me asaltó una duda y empecé a sentirme muy molesta y a preguntarme: ¿por qué voy para Marbella? ¿Por qué acepté esta misión teniendo el derecho al veto? y me repetía mentalmente muchas veces, ¿por qué?, ¿por qué?...

 

La paciente, una chica guapa de mediana edad, iba muy silenciosa en el asiento trasero del coche y de vez en cuando la miraba por el retrovisor. Ella me sonreía y yo le devolvía la sonrisa, a pesar de mi malestar, sentía mucha compasión por ella.

 

Cuando llegamos, la ayudé a bajar, subí con ella y su equipaje hasta el 5o. piso del edificio donde residía. La organicé, la acosté, organice su equipaje, y me di cuenta de su soledad. Empecé a despedirme y ella se levantó con mucha dificultad para darme uno de los mejores abrazos que haya recibido en mi vida, me estrechó en sus brazos y me dijo lo siguiente: “GRACIAS, MUCHAS GRACIAS, INFINITAS GRACIAS. VERLA A USTED PRESTANDOME ESTE SERVICIO ME HA HECHO CAER EN CUENTA DE QUE YO, AHORA QUE ME RECUPERE, PUEDO HACER LO MISMO Y AYUDAR A MUCHA GENTE Y SERVIR A LA GENTE CON EL MISMO CORAZÓN QUE USTED LO HA HECHO”. Le devolví el abrazo sintiéndome terriblemente avergonzada conmigo misma y enjugándole sus lágrimas. Me sentí peor que cuando iba preguntándome: ¿por qué voy para Marbella?

 

Cuando me regresaba a casa empecé a dar gracias por haber comprendido el por qué había ido a Marbella. A esta persona le quedaba muy poco tiempo de vida y sin embargo alcanzó a tener elevación de conciencia y pensar en tener cambios en su vida, y pensar que se iba a dedicar al servicio. Sé que no le alcanzó el tiempo para hacerlo físicamente, pero al haber tenido la intención, ya había avanzado en su crecimiento.

 

De este relato que hoy presento y que viví en primera persona, reafirmé el conocimiento que todo tiene un objetivo, aunque a veces ni siquiera nos damos por enterados, ni comprendemos la lección de aprendizaje que la vida nos está dando.