Llegamos a este mundo desnudos, frágiles, indefensos, dependientes, con la necesidad de ser protegidos, cuidados, pero sobre todo amados. Pasamos por diferentes etapas en nuestra vida: niñez, adolescencia, adultez, vejez y fallecimiento.  Al envejecer volvemos a ser niños y poco a poco perdemos nuestras facultades, pero siempre con la sensibilidad a flor de piel necesitados de todo el amor posible.

Mi madre había sido diagnosticada con trastorno de personalidad obsesiva compulsiva, situación que requiere de mucha paciencia y comprensión, para lograr entender y ayudar desde el amor. Con la etapa de envejecimiento vino el deterioro tanto físico, como también cognitivo. A mi madre le diagnostican Alzheimer.

Sus estados de ánimo cambiantes, a veces calma, otro tanto alterados, gritos, alucinaciones, trastorno del sueño, sus movimientos cada vez se hacían más lentos, dificultad para caminar, torpeza para realizar tareas cotidianas, problemas en el lenguaje, inconvenientes deglutorios, pérdida de control de esfínteres, rigidez, invalidez, postración.

En todas estas etapas como hija y cuidadora a la vez  pude estar a su lado, darle los cuidados necesarios, en el manejo de su aseo personal diario, cambio de pañales, mantenimiento de ropa de cama con toda la asepsia necesaria, preparación de alimentos especiales y suministro de los mismos, darle los medicamentos, curarla, recoger insumos y medicamentos por parte del seguro; estar al pendiente de la asistencia de atención medica domiciliaria, diferentes tipos de terapias; toda asistencia o consulta que fuera necesaria para contribuir en mejorar su estado tanto físico, como también emocional, siempre con amor y dedicación.

Cuidarla me permitió adquirir nuevos conocimientos, fue un aprendizaje constante, en la búsqueda de poder brindarle una mejor calidad de vida. Un proceso que requiere mucho sacrificio y entrega, como hija y cuidadora pude comprender que cada situación adversa de la vida nos transmite una enseñanza, y nos llena de fortaleza.

 

Agosto 30/2022: Mi madre está bastante delicada, la ingreso por urgencias al centro hospitalario, en donde se le brindan todas las atenciones necesarias. Días demasiado difíciles, he llorado amargamente, mi fe tiende a desfallecer, pero decido levantarme y continuar.

Agosto 31/2022: La salud de mi madre empeora, los resultados no son alentadores, pero continuo en la lucha al lado de mi mamá con valentía y fortaleza, dos valores que he aprendido de ella.

Septiembre 01/2022: Mi madre se ha estabilizado un poco, es una guerrera incansable que, a pesar de estar en la etapa final del alzhéimer, su organismo trata de responder positivamente.

Septiembre 02/2022: Fe y confianza, mi madre está serena, su rostro lleno de paz, ha recibido todas las atenciones pertinentes por parte del equipo médico; y como hija siempre a su lado fortaleciéndola. –Mañana volvemos a casa– le dije. Ella abrió sus ojos en señal de felicidad, pues realmente quería estar de nuevo en su hogar.

Septiembre 03/2022: Mi madre regresa a casa, como siempre guerrera, fuerte, mi hija y yo siempre a su lado, ese día le teníamos todo preparado para su regreso, oramos, le cantamos, la llenamos de tanto amor y ternura, eso fue lo mejor que le dimos, nuestra entrega incondicional, dedicación y sobre todo el amor fue total.

Septiembre 04/2022: Finalmente, con la paz y tranquilidad de haberlo dado todo por mi madre, fallece a sus 83 años el 4 de septiembre/2022 a las 4 de la tarde.

 

La familia como pieza indispensable en el apoyo y acompañamiento del cuidado del adulto mayor, teniendo en cuenta que en esta etapa de la vida suelen sentirse vulnerables, dependientes, sensibles. Es necesario amarlos con todo nuestro ser, pasar tiempo de calidad con ellos, brindándoles cariño, respeto y mucho amor cuando aún hay tiempo. Recordando que es la etapa final de nuestro transitar aquí en la tierra, quizá mañana esté la silla vacía. Démosle todo en vida a nuestros seres queridos, ahora es el momento.  

Relato en honor a la memoria de mi madre Avelina Isabel DeOro Bustamante, lo empecé a escribir pensando que ella estuviera todavía con nosotros, pero las circunstancias fueron otras, este final no lo escribo con tristeza, sino con valentía como ella nos enseñó, con la certeza y la fe que ahora tenemos un ángel más que nos cuida desde el cielo.

Con todo el amor del mundo, tu hija Rocío y tu nieta María Camila.