Año 2002, el tiempo es impredecible e inexorable, mi padre había ido al campo, su lugar natal y sitio donde aún vivía aquella con historia de mujer sometida, madre gentil, buena, creyente, a la que vieron muchas veces en el caminito al pueblo cargada de papas, quesos, a vender lo que ella cosechaba y con sus manos hacía, pero el tiempo se llevó su juventud, salud, y fuerzas, mi padre la trajo enferma, desvalida, delicada y sin ganas de seguir.

 

Entre mis cuidados, los de mi madre y los tratamientos de varios galenos retomó el ánimo y un poco de fuerza, pero decidimos no dejarla regresar para continuar cuidando de ella, en sus profundos y repentinos suspiros sabíamos que extrañaba su casa con trastes viejos, aquella camita humilde pero que era suya y de sus recuerdos, sentimos muchas veces que quisiera ser ave y volar en un instante hacia su techo sencillo, cálido, con olor tempranero a hierba luisa, vi en su mirada el deseo, de al calor de su hoguera cocinar aunque lento su alimento; pero estaba con nosotros, pagando con nostalgia el precio por ser cuidada.

La alegría de tenerle estable y autónoma duro pocos años, una recaída en su salud física y emocional debido a su edad y separación con su conyugue fue el detonante, el médico diagnosticó esclerosis múltiple junto con artrosis y artritis degenerativa y advirtió en poco tiempo su dependencia total y así fue, inició con un bastón con el cual arrastraba lenta su pierna, fusionada con miedos, penas, esperanzas, luego un andador el cual sentía tan pesado como sus envejecidos años, posterior a ello una silla de ruedas, en donde era más fácil para nosotros transportarla, pero ella sabía que ya no había vuelta atrás y estaba justo ahí, donde el galeno predijo, una cama donde su humanidad tendida solo pedía que calmen sus dolores, era ahora nuestra niña pequeña, indefensa, por la cual nuestro instinto se acrecentó y pudimos brindarle paz, tranquilidad y sosiego, movía sus brazos, hablaba con tanta ternura, comía y reía un año antes de su final.

 

En medio de atenciones y cuidados un día de la nada su voz se apagó, sus pedidos que tal vez eran gritos en su interior ya no los escuchamos, el torrente de deseos perdidos en el silencio de sus labios callados, eran para nosotros grandes incógnitas y desesperos por no saber resolver y acertar sus requerimientos, aun así, serena con su manita alzada como quien dice adiós nos despedíamos cada día.

Pero llego la larga noche que duró meses, mi madre, una mujer diabética de más de cincuenta y cinco años de edad y yo, atendimos su abatido cuerpecito, alimentamos, bañamos, peinamos la escasa cabellera, humectamos sus extremidades, curamos las llagas, cambiamos sus pañales, abrigamos su cama, calmábamos con fármacos sus dolencias, demostramos nuestro respeto y pudor en todo momento, rezamos, festejamos su último cumpleaños, conoció a sus nietos, biznietos y tataranieto, tuvo tiempo de pedir perdón y perdonar, mi padre acompaño y agradeció con atenciones a aquella que le diera la vida, él colaboró en los cuidados, sostuvo económicamente las grandes necesidades, con su fortaleza levantaba a su madre para que arreglemos sus sábanas o bañemos su delicada humanidad, hasta cuando llegó el momento de su partida.

 

Han pasado algunos años, guardo su recuerdo en mi memoria y corazón, mamá Alejita fue un ser especial, siento que cuidamos un ángel del cielo, nos dejó grandes enseñanzas, sobre todo de amor incondicional, respeto, consideración y perdón, ese fue su legado.

Mi madre y padre cumplieron como hijos y cuidadores, lamentablemente sufren secuelas por haber cuidado por instinto, sin remuneración, apoyo familiar, consideraciones, tiempo para ellos, descanso, sin el intelecto necesario para realizar este tipo de cuidados de forma profesional. Entregaron parte de sus vidas en los 12 años que fueron cuidadores de su madre y posteriormente tres más a su padre que estaba ciego y sufría demencia senil, le brindamos los mismos cuidados y mismo amor, falleció de un infarto letal. 

Felizmente Dios y la vida me han dado salud y tiempo para apoyarles en todos esos años y actualmente cuidar de ellos, son casi cinco años de acompañarles en esta nueva etapa de adultos mayores independientes, camino siguiendo su propio ejemplo de amor, paciencia, perseverancia, piedad.

Dedicado a todas las cuidadoras que nos tocó aprender a cuidar, mientras cuidamos a nuestro ser querido.