Madre e hijo, protagonistas del relato.

Nunca imaginé que la vida me haría el mejor regalo, ser cuidadora de un gran dependiente, mi hijo. Y pensareis… ¿cómo puede decir que es un regalo si su hijo no puede hacer nada por sí mismo?

Tengo un bebé de 19 años, frágil físicamente, pero muy fuerte de corazón, su alma es de un gran guerrero, jamás se ha rendido ante las pruebas que la vida le ha puesto, y creedme, han sido muchas. Sus ojos están llenos de vida, de luz, jamás se ha quejado de nada, y tiene una enorme sonrisa. Entonces tienes dos opciones: rendirte o seguir. Yo me quedé con la segunda.

Cada día en mi casa es distinto, aunque el cansancio físico me pueda muchas veces y el insomnio me acompañe siempre hay que estar a pie del cañón porque te necesita para todo, somos dos en uno.

 

Mi hijo me ayudo a descubrir la payasa que hay en mí, me transformo para que nuestra casa siempre este llena de alegría. Adquiero un montón de personalidades, un día soy cantante, otro pitonisa, transformista o mimo, porque la vida es lo que tú quieras que sea. En fin, yo me monto el circo cuando y donde quiero (es portátil).

Juro que al principio mi marido y su hija me llamaban loca, pero la locura lo cura. Al final se contagiaron de lo mismo y no hay mayor felicidad que disfrutar de uno mismo estando siempre en tu centro, todo en su justa medida. La queja y el mal humor no son buenos compañeros en estos casos, solo está en ti cambiarlo. No busques fuera lo que tú ya tienes dentro. Es importante aceptar lo que te ha tocado, puedes llorar, enfadarte. Es necesario soltar emociones, pero no te quedes anclado en la queja. Piensa, tú eres su cuidadora, pero podía ser al revés.

 

Te amo

Yo soy tu

Tu eres yo