“Cuidador”. Así decía mi primer contrato en los años 90 gracias a ti. ¿Te acuerdas? Escuchaste la noticia en Radio Zamora. Se convocaba una plaza de cuidador para el Ministerio de Educación y Ciencia. Me presenté y aprobé el examen, aunque no conseguí plaza. “El NO ya lo tienes”. Esa era la frase que utilizabas para animarnos a la hora de hacer algo.
Una tarde de otoño, llegó un telegrama. En aquella época, era la forma de comunicarte una cita en la “Sección de Personal”.
Al día siguiente firmé dicho contrato: ”CUIDADOR“ y... hasta hoy que sigo siéndolo aunque la categoría haya cambiado de nombres.
Mi primer trabajo fue en un Centro de Educación Especial para personas con discapacidad física y psíquica. ¡Había usuarios tan mayores como yo!
Estaba feliz. ¡Era el trabajo de mi vida!
Tú participabas de mí felicidad, como siempre hacías con todos nuestros logros.
Pasó el tiempo y comencé a trabajar en otro colegio cerca de casa. Esta vez con niños con necesidades educativas especiales de 3 a 6 años.
Era un aula de Educación Especial en un centro de enseñanza ordinaria. ¡Qué buenos años y recuerdos!
Te invité muchas veces a ver el trabajo que hacíamos con los niños pero... nunca fuiste.
“No puedo”, me decías. Afloraban en ti muchos sentimientos. Demasiados hacia los niños y, sobre todo, hacia sus madres. Empatizabas con mucha facilidad y, nadie mejor que tú, para saber cómo siente una madre.
“¡Qué de gracias hay que dar siempre...!” Así era como terminábamos la conversación.
Tú también fuiste "cuidador" sin reconocer. Fuiste de la generación que, sin terminar de cuidar hijos, ya tenías que cuidar también a los abuelos en casa. No importaba el tamaño de las casas: se adaptaban a todo. Nos enseñaste valores muy importantes: entrega, respeto, compromiso… y un largo etcétera.
En el año 2000 vuelvo a examinarme. Esta vez sí. Por fin consigo plaza y me voy fuera un par de años. Ahora tiene distinta denominación pero el trabajo seguirá siendo el de “cuidador”. Esta vez con personas adultas gravemente afectadas física y psíquicamente. Para ti, “más duro que los anteriores“. No me importaba. Compartías mi felicidad.
Después de pasar ese tiempo, celebramos mi vuelta a casa. Pero, el año 2005 (me sigue rompiendo el alma escribir ese año) quiere recordarnos que somos muy vulnerables. Comienzas a sentirte mal, te fatigas mucho... hasta que llega el diagnóstico: Fibrosis Pulmonar Idiopática. Nos tranquilizó momentáneamente saber que no era cáncer. ¡Qué ignorantes!
Esa enfermedad, nueva para todos nosotros, se oirá de una manera desmesurada más adelante.
Durante unos años, vivimos momentos buenos y malos, como cuando nos dejaste.
Unos años después de tu partida, tu compañero de viaje nos necesita. Volvemos a ser “cuidadores”. El final es igual de triste, aunque nos queda el consuelo de pensar que volvéis a estar juntos.
Retomamos nuestras rutinas. ”La vida sigue“ dicen, aunque es difícil para quienes sufren una pérdida. Cuesta afrontarlo. Nadie te prepara y nada puede suplirlos.
De repente, ironías de la vida, comenzamos a familiarizarnos con una serie de palabras que llegarán a formar parte de nuestra jerga habitual: Covid, confinamiento, pulmonía bilateral, fibrosis pulmonar,....
”Aquí no llega”, pues empezó en Wuhan y eso sonaba muy lejos. Pero llegó pisando fuerte. Fue horrible: arrasó como un tsunami. Llegó a tal velocidad que, durante una época, se improvisaron todo tipo de actuaciones.
A nuestro centro llegó de una forma brutal. No queríamos creerlo. Nos autoengañábamos. ”Esto es gripe”, decíamos. Apenas había pruebas que diferenciaran entre gripe o Covid, hasta que ingresó el primer usuario y el diagnóstico nos acompañaría los siguientes meses.
La sintomatología “gripal” del resto de usuarios me paralizaba. Como si una descarga eléctrica recorriera mi cuerpo de la cabeza a los pies dejando mi mente en estado de confusión.
Tú mejor que nadie sabes a qué síntomas me refiero.
Te veía en cada uno de los usuarios que lo contrajeron. Esa mirada perdida por falta de oxígeno, el miedo a moverte evitando la fatiga de la que cuesta reponerse… Fueron meses horribles. Miedo a contagiar y ser contagiados, para seguir atendiendo al resto de usuarios.
Para ellos también tuvimos tiempo, a pesar de la ansiedad que nos bloqueaba. Les hicimos partícipes grabando un vídeo con la inolvidable canción de ”Resistiré“; llamamos a la policía para que se acercaran al centro en la “hora de los aplausos“ (¡Inolvidable!). La casualidad quiso que ese día se concentraran todos los servicios públicos y cuerpos de seguridad que estaban atendiendo la pandemia.
No lo debimos hacer mal pese a la falta de recursos y a la improvisación del principio. Conseguimos volver a respirar tranquilos. La vacunación está siendo un éxito.