¡Qué pesada está mi nieta! Últimamente está siempre preguntándome cosas, aunque reconozco que me gusta tenerla cerca.

Me recuerda a mí, siempre sonriendo, incluso cuando las cosas no salen como uno quiere. Pero últimamente no la noto igual, parece preocupada y se lo pregunto, pero ella me dice que son cosas de amor… ¡Ay, el amor...! Yo también estuve muy enamorada y lo sigo estando, aunque sé que no está aquí conmigo…

 

Y tenemos que ir otra vez al médico… Pues sí que está pesada mi nieta. Sabe de sobra que nunca he tenido ninguna enfermedad y, total, para que me saquen esa foto en la cabeza y me hagan preguntas como: ¿cómo se llama la chica con la que vienes? ¿qué es tuya?, etc. Seguro que le gusta mi nieta, porque tantas preguntas sobre ella son para sospechar.

Mi nieta me dice que se me olvidan las cosas. Es normal…uno se hace viejo y no vamos a recordar todo… ¡Ay, pero qué bien me acuerdo de mi José! Y de mi madre, ¡cuánto la echo de menos! Todos allí juntos alrededor del fuego… Tengo tantas anécdotas… a mi nieta se las cuento todas… Ella dice que me repito mucho, que le cuente sobre qué hice hoy… ¡y yo que sé! Está claro que no era nada interesante. Incluso me pregunta qué he comido, pero es que yo no me fijo en eso. A mi me ponen la comida en el plato y la como. No soy de protestar y ella lo sabe. Cómo me recuerda a mí, espero poder tenerla aquí conmigo y que no se marche a no sé dónde, me ha dicho que a trabajar, dice que las cosas están mal, pero en mis tiempos sí que estaban mal y no ahora, que tienen de todo. ¡Cómo me recuerda a mí…!



Querida abuela:

Pasaron los años desde la primera vez que pisamos la consulta de neurología y me dijeron que tenías Alzheimer. Todo el mundo sabe que eso implica olvidarse de las cosas e incluso llegar a un estado de gran dependencia, lo que nunca nadie me dijo es que no dormirías por la noche, que te levantarías un día sí y otro también para preguntar por tu gran obsesión de entonces: el dinero. Que tendrías días de agresividad, no te conocía, parecías otra. ¡Dichoso bastón con el que te ibas a mi madre! ¡En ese momento incluso llegué a sentir odio! Me sentía impotente… y pensaba: ¡con lo bien que estábamos! ¡con lo feliz que era nuestra vida! Pero a pesar de todo eso no olvidaba que fuiste la mejor abuela del mundo, la que me metía en su cama cuando enfermaba, la que me tiraba mi comida en su plato cuando no quería comer, la que cuando hacía algo malo decía que fuiste ella, la que me crió y gracias a ella soy quien soy a día de hoy.

Para mí eres un gran ejemplo a seguir de superación, siempre luchaste por mantener a mi padre siendo madre soltera y, ¡con lo difícil y mal visto que estaba en aquella época ser madre soltera! Pero ahí estabas, criando a mi padre sin pensar en lo que tenías que sufrir para poder alimentarlo.



Estoy revolviendo en tu baúl, ¿recuerdas? Siempre discutía contigo para que tiraras el dichoso baúl viejo y, ahora, mira, no soy capaz de tirarlo, es parte de ti y se ha convertido en parte de mí. No sabes cuanto echo de menos tocar la pandereta y cantar contigo, ¿recuerdas? ¡Sabíamos un montón de canciones! “Recuerdas”, esa palabra… creo que no hacía más que repetírtela, tal vez fui muy pesada con esos ejercicios de memoria e incluso con mi poca paciencia y gritarte: ¡ya te lo dije antes! Pero fue muy difícil aceptar el hecho de que poco a poco te ibas olvidando de mí.


No me arrepiento de no irme a trabajar fuera. Al final pasé todo este tiempo contigo, aunque fue muy difícil también recuerdo los momentos buenos y todas esas anécdotas que me contabas, sobre todo de cuando eras joven. ¿Sabes? Te echo mucho de menos, aunque estás aquí a mi lado sentada en el viejo sofá que tanto te gustaba, no sé si sabes o entiendes de lo que estoy hablando, pero confío en que estas palabras te lleguen hasta el más fondo de ti. Cómo me recuerdas…