Espero que te lleguen estas palabras, porque no quiero que te sientas culpable. He vivido muchos años y ya llega mi hora.
Sé que no querías que estuviera en este hospital sola, sé que te gustaría agarrarme de la mano y repetirme una y otra vez lo mucho que me quieres, pero eso ya lo sé. Ahora mismo te imagino en tu habitación, sin querer salir, sin comer y llorando sin parar, esperando a recibir esa llamada desde este hospital donde te confirmen mi último aliento. No quiero que te sientas culpable, una abuela perdona todo a sus nietos, y tú, tú no sabías que esto pasaría.
En la televisión dijeron que esto mejorará, salimos del estado de alarma, y los kilómetros que nos separaban cada día parecían más y más. Ambas deseábamos abrazarnos más que nunca, y aunque este es mi final, mi último pensamiento será ese, el abrazo que nos dimos después de estos dos meses sin vernos.
Tú no sabías que tenías ese virus tan mencionado, solo tenías tos, y ahora con las alergias es lo más común, por eso María, porque al no saberlo, tú no tienes la culpa.
Aquí en el hospital hay personas muy buenas, hay una chica que tendrá tu edad, dice que es auxiliar, y que tiene una abuela muy parecida a mí. Por lo visto, acaba de empezar hace muy poquito, y siempre que puede viene a ver cómo estoy. Estoy segura de que te caería muy bien. La verdad es que esto es muy triste, por lo visto hay mucha gente con esto al que llaman coronavirus, y yo escucho que a algunos se les acaba el tiempo aquí. A mí no me importa, como ya te dije, yo ya tengo mis 82 años, y bien vividos, pero hay gente más joven, que los llevan a eso que les llaman UCI, pero no todos se recuperan.
También comentan que hay unas máquinas para respirar, y que no hay para todos, como sabréis a mí ya no me lo ponen, por la edad, y bueno, ya sabemos que es mi fin, y no se puede gastar esas cosas en una vieja como yo.
Es una pena María, es una pena que con todo lo que vivimos, con todo lo que trabajamos que nos vayamos así, sin poder despedirnos, sin tener la familia, escuchando a más enfermos y solo viendo caras desconocidas. Es una pena pensar que estuvimos encerrados, pero no sirvió de nada.
Y eso que decían que era como una gripe, anda que... ¿una gripe? Yo tuve gripe todos los años y nunca estuve así. No sé cuántos días, horas o minutos me quedan, pero la verdad es que quiero irme pronto, quiero dejar de sentir, de notarme cansada, de sentir que no hay suficiente oxígeno en este hospital, que la auxiliar esa tan maja deje de pensar en mí, no enterarme de si muere más gente, quiero irme ya.
Pensar en ti, y en ese abrazo. Quiero que salgas de esa habitación y que comiences a vivir. Sé que nunca me olvidarás, sé que recordarás cada domingo de invierno comiendo el caldo gallego al lado de la cocina de leña. Sé que recordarás cada paseo en el verano en la playa de Broña. El olor a chorizo también te recordará a mí, siempre que los hacía venías a comerlos, fuera el día que fuera. Cada momento que pasamos juntas era un regalo más para mí, ahora es el momento de que acabes en la universidad y disfrutes, eres joven, y tienes que hacer eso más que nada: disfrutar.
Siento que los jóvenes, niños y niñas paséis por este momento, que no podáis salir de noche, con lo que a ti te gusta. Siento que no puedas juntarte con todas esas personas que quieres, pero esto pasará, al final todo pasa. Te prometo que llegará un día en el que usar mascarillas sea un recuerdo. Te prometo que aprenderás de esto, valorarás más un abrazo como el que nos dimos el otro día. Valorarás más un café en un bar con esa amiga que apenas ves. Serás consciente que no todo es encerrarse en la biblioteca para estudiar, o trabajar para tener dinero. Te prometo, querida nieta, que seguirás adelante, que yo estaré bien, estaré con tu abuelo mirando cada paso que des. Sé que llegarás lejos, porque eres mi nieta.
Te tengo que dejar, llegó el momento de pensar en ese abrazo tan fuerte que nos dimos el otro día. Te quiero. Lela.