Mi historia como cuidadora comienza hace un poco más de dos años y ha sido la oportunidad de cumplir un sueño que ya daba por perdido.
Cuando estudiaba mi carrera universitaria y durante mi experiencia profesional como nutricionista clínico, siempre quise hacer una especialidad en geriatría y no pude por temas económicos y de distancia.
Hace un poco más de 3 años hice un alto en mi vida por completo y di, junto a mi familia, un salto de fe. Decidimos emigrar y comenzar desde cero aquí en este país, que no sólo nos ha abierto las puertas, sino el corazón. Sabía que entre tantas cosas que cambiarían estaba el hecho de no poder ejercer mi profesión por un tiempo, pero mi anhelo era poder trabajar en algo que me conectara con mi esencia sanitaria.
Cuando llegué a España trabajaba como limpiadora en varias casas, en una de ellas me ofrecieron la posibilidad de cuidar durante una semana de verano a Esperanza, la madre del dueño, y me dio mucho miedo por no tener la formación académica exacta para esto, pero al mismo tiempo me hacía mucha ilusión. Finalmente acepté la propuesta y fue sólo una semana, pero fue amor a primera vista, como dicen.
Este cortísimo tiempo, me sirvió para conseguir la ilusión de conectar, no sólo con mi esencia, sino con la posibilidad de cumplir un sueño y comenzar un nuevo camino profesional.
Luego de unos meses me ofrecieron nuevamente cuidar a Esperanza, pero está vez sería durante 1 mes, su cuidadora tenía que ausentarse y ella quería que fuese yo quien la acompañara ese tiempo, porque nos había ido muy bien aquella semana de verano en la que había estado cuidándola. Desde ese mes han pasado más de 2 años y muchísimas situaciones adversas entre esas, la más fuerte ha sido el confinamiento por el COVID en donde no sólo pasé de estar con ella de tiempo parcial a estar con ella a tiempo completo, sino que prácticamente solo estaba conmigo. Pasar todo este tiempo sin salir significó para ella una gran carga emocional, por no poder ver a sus hijos o nietos tanto como está acostumbrada, con lo cual las herramientas digitales se convirtieron en nuestras grandes aliadas para poder conectarla con ellos y hacer actividades que ocuparan su tiempo, estimularán su memoria y su motricidad fina; físicamente también tuvo consecuencias importantes y es el empeoramiento de sus padecimientos físicos por el tiempo sin poder salir, por lo que recurrimos a hacer caminatas dentro de la casa y algunas otras actividades para mantenerla activa.
Puedo decir que, después de ser madre, cuidar a Esperanza ha sido el proyecto más maravilloso que ha llegado a mi vida, es una montaña rusa emocional, unos días color de rosa y felices y otros agotadores y tristes, en donde el hacer las cosas con amor, con paciencia, con empatía, con respeto y sobretodo desde el corazón, nos ha permitido a ambas construir una relación sólida, repleta de confianza, de compañía y de mi parte querer ser cada día mejor y prepararme más, para darle a ella lo mejor como su cuidadora y compañera.
He ganado mucho a nivel personal, porque aunque este empleo me ha permitido, desde el punto de vista económico, volver a unir a mi familia, construir un nuevo camino aquí, tener una vida más plena que la que hubiese podido tener en mi país de origen, no sólo para mí y los míos, en especial para mi hijo, también me ha permitido conseguir un empleo que me apasiona tanto o más de lo que estudié en la universidad, porque todos los días aprendo algo nuevo, porque me permite ser mejor persona, mejor madre, mejor hija, mejor esposa.
Sin duda la bendición de conocer, cuidar y acompañar a Esperanza, a su familia y sentirme parte de ella y que ellos sean parte de la mía, ha sido el mejor regalo.