Yo trabajo como sociosanitaria en una residencia de ancianos, son 19 los residentes a mi cargo y a el de mis compañeras, intentamos hacerlo lo mejor que podemos, aunque a veces nos sacan de quicio.
No hay nadie que los conozca mejor que nosotras, las cuidadoras, me atrevería a decir que ni las familias, porque una vez que entran a la residencia somos nosotras las que pasamos el mayor tiempo con ellos. Los queremos como si fueran nuestros abuelitos y ellos lo notan, por mucho que saquen nuestra rabia interior a veces, la paciencia es uno de los mayores dotes que nos da este trabajo.
¿Cansa? SÍ, muchísimo, física y mentalmente, pero para mí es el mejor trabajo que he tenido. Hay malos días pero también hay muy buenos que no los cambiaría por nada.
Cuando empezó el confinamiento por la COVID, teníamos mucho miedo de que entrase a la residencia, ¡¡MUCHISIMO!! Pero por suerte el COVID paso de largo y no consiguió contagiar a ningún abuelito, la verdad que para mí fue una sorpresa, mientras todas las residencias se contagiaban, nosotros éramos uno de los únicos centros en el que no llegó. Exceptuando la nueva cepa Ómicron que nos contagiamos todos, pero gracias a dios todos tenían puesta las 3 vacunas y fueron todos asintomáticos.
Este es mi trabajo y el de muchas personas y estoy feliz de haberlo compartido con vosotros, siempre nos dicen ¡¡ limpias culos!!, pero eso no es lo único que hacemos, los ayudamos, los apoyamos, les damos nuestro cariño y a veces alguna bronca. Pero, los queremos. Lo mejor de todo esto son las conversaciones con ellos, hablan mucho de su vida anterior y de su familia y a nosotras eso nos gusta mucho. Recuerdan mucho más el pasado que el presente. Y nos reímos con ellos.
PARA MÍ EL MEJOR TRABAJO DEL MUNDO.