Muchas veces cuando te preguntan por cómo es tu vida de cuidadora la gente se sorprende de todo lo que supone. Tener un hijo con discapacidad te cambia la vida y ya depende del grado requiere más o menos cuidados.

Todos en alguna época de la vida hemos tenido la experiencia de estar enfermos, de sentirnos débiles y dependientes de otros. Servir a los enfermos y adultos mayores, es una experiencia enriquecedora, pues, aunque humanamente la persona se puede llegar a sentir cansada, a la vez se siente muy gratificante el ser cuidador, pues sencillamente es una vocación.

Tomo tú mano a continuación surge una mirada, luego una sonrisa y espero que confíes en mí con el paso de los días. Tomo tu mano y hablamos de mil cosas, tú me cuentas tú pasado y yo te cuento mi presente, tu experiencia me acompaña en cada acto de mi vida.

El COVID-19 derrumbó mis planes de abrir una residencia geriátrica. Me sentí devastada porque justo en el 2020 terminé mi segunda carrera (Licenciado en Gerencia de Servicios de Salud) y estaba lista para trabajar atendiendo adultos mayores. Durante los 4 años de carrera acumulé un arsenal de conocimiento e información que quería poner en práctica, me sentí frustrada porque quería mejorar la atención de personas con demencia, especialmente porque mi madre tiene diagnóstico de demencia frontotemporal desde el 2013. Mi madre fue y sigue siendo mi motivación, la razón de mi inicio como cuidadora.

Mi historia como cuidadora profesional comienza el año 2010, cuando empecé a hacer el curso de atención sociosanitaria a personas dependientes en instituciones sociales; ya había trabajado en ayuda a domicilio y era una oportunidad más de trabajo, ya que por entonces el trabajo escaseaba.

Mi trabajo como cuidadora formal, se ha destacado por demostrar el gran amor que tengo en el corazón; cada día me esmero por el interés del bienestar del paciente y la responsabilidad que implica el hecho de tener una vida vulnerable a mi cargo.