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Se estima que solo un 5% de las personas de más de 65 años necesitan ingresar en una residencia de mayores. De este porcentaje, el total se reduce aún más si solo contamos a personas con demencia.

Cuando algún familiar directo como nuestros padres, tíos, hermanos, etc. sufren este tipo de enfermedad, es inevitable pensar en un momento u otro acerca de la opción de ingresarlo en una residencia, en este caso, una residencia que se pueda hacer cargo de personas con demencia.

Y es que quienes cuidan a personas con demencia, tienen a su cargo a personas con evoluciones complicadas y bastante inciertas de la enfermedad. Es duro pensar que por más bien que cuides a una persona cada día estará un poco peor.

Es sabido por gente que lo ha sufrido en su entorno, que el deterioro de la demencia tiene fases más lentas, y en otras ocasiones, la pérdida de facultades o los trastornos del comportamiento se producen de forma inesperada y casi que, podríamos decir, que a pasos agigantados.

A menudo, a medida que avanza la enfermedad, se va volviendo más complicado cuidar a esas personas en sus propias casas, debido a que su nivel de dependencia va aumentando. Ante esta situación, hay cuidadores que no se ven capaces de soportar la carga de la atención que esto conlleva sin sufrir de estrés o bien sin caer enfermos ellos mismos. Con todo esto, no es extraño que la persona que cuida, el entorno o el médico pueden pensar o aconsejar que la persona con demencia va a estar mejor atendida en una residencia geriátrica.

Tomar esta decisión uno mismo, cuando sobre todo la persona afectada no está en condiciones para opinar, y teniendo en cuenta el desgaste físico y emocional que supone el cuidado, conlleva un desgarro emocional. No resulta nada fácil decidir sobre la vida de nuestra madre, padre, tío, etc, con demencia.

No obstante, a pesar del daño que nos pueda hacer esta sensación de que la estamos “abandonando”, muchas veces no hay más alternativa, ya que nuestro ser querido requiere de cuidados cada vez más específicos las 24 horas del día.

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Ingresar a una persona con demencia o cualquier otro tipo de enfermedad o incapacidad no es abandonarlo, es tomar una decisión basándonos en qué es lo mejor para esa persona llegado un momento determinado en el que no podemos asegurar su bienestar ni físico ni emocional

Para orientar un poco a las personas cuidadoras que se encuentran en esta situación, hay algunos indicios evidentes que, de darse, deben hacernos plantear que hay que cambiar los cuidados en el domicilio por los de una residencia.

Signos de que debemos plantearnos el ingresar a una persona con demencia en una residencia:

  • Cuando la persona vaga sin motivo y de forma intempestiva, incrementando el riesgo de caídas.
  • Cuando su conducta está es muy alterada y “rompe” de forma grave la rutina familiar.
  • Cuando esa persona llega a agredir a otras personas

En situaciones o momentos como estos, o parecidos, debe ser la persona cuidadora y su entorno quien, haciendo un ejercicio de honestidad con uno mismo, se pregunten si el domicilio es un entorno seguro para la persona mayor y, por otro lado, si la persona con demencia supone un riesgo para sí misma.

También es relevante cuestionarse si el cuidado necesitado por la persona, sobrepasa las capacidades tanto físicas como psicológicas de la quien cuida. A su vez, el estrés del cuidador es también una señal de que se debe buscar una solución en forma de residencia.

Para tener la certeza y la seguridad de que nuestro ser querido estará bien atendido, previamente a tomar la decisión de cual nos gusta más, es importante ir a visitar las residencias en persona, confirmar que cuentan con todos los permisos, que sus instalaciones están acondicionadas y preparadas para la especificidad de esta enfermedad, conversar con el personal, asegurarnos de que los profesionales de estas residencias cuentan con la formación necesaria… en resumen, la información es poder, y cuanta más información más seguridad a la hora de tomar la decisión.

Otros aspectos muy importantes a tener en cuenta al ingresar a una persona mayor con demencia en una residencia son:

Si se trata de una residencia de tercera edad autorizada, apta para personas con demencia, ya sea privada o pública, seguro que contará con los servicios necesarios y adecuados, con personal cualificado, y en entornos adaptados.

Antes de ingresar a una persona con demencia en una residencia hay que visitarla personalmente, confirmar que cuentan con todos los permisos, que sus instalaciones están acondicionadas y preparadas para esta enfermedad, que cuentan con personal cualificado, conversar con ellos, etc.

Aun así, al cabo de unas semanas de haber ingresado la persona con demencia, esta recibirá un plan de atención personalizado, que irá modificándose con el tiempo según las necesidades de la persona y del cual la familia puede ser participe en su elaboración siempre que lo deseen.

Es de vital importancia, y nos reiteramos en esto, tener claro que ingresar a una persona mayor con demencia en una residencia geriátrica especializada no significa abandonar a nuestro familiar.

La cuidadora principal continúa ejerciendo el rol de responsable del bienestar de la persona con demencia, y debe asegurarse que recibe un trato adecuado, que se encuentra a gusto en su entorno y, por encima de todo, darle mucho cariño.

A continuación, es necesario añadir que, en ocasiones, hay una alternativa temporal a la residencia que no se encuentra en el domicilio. Se trata del paso intermedio por un centro de día.

En él, la persona pasa unas horas y por la tarde vuelve a su domicilio. Esta, es a su vez una buena alternativa porque permite tener entretenido a la persona mayor y al mismo tiempo dar un poco de descanso a la persona cuidadora durante unas horas al día.

Los centros de día pueden ser una alternativa temporal a las residencias

Para terminar, queremos subrayar desde inforesidencias.com que cuando la mejor decisión es ingresar en una residencia de la tercera edad a un familiar con demencia, se debe intentar pensar que lo que hacemos es por el bien de todos y en especial, por el de esa persona ya que en la residencia le van a ofrecer la calidad de vida que en el domicilio ya no puede proporcionarse y que seguimos siendo los responsables de esa persona.

Que visitemos a menudo a nuestro ser querido es fundamental para afrontar con garantías (y el menor coste emocional posible) estas enfermedades tan devastadoras para la persona afectada, su entorno y el cambio vital que supone dejar nuestra casa por una residencia.