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Pues si son invisibles, pero también imprescindibles. El servicio de ayuda a domicilio (SAD) funciona bajo la coordinación de trabajadoras sociales y auxiliares que van de un domicilio a otro atendiendo a nuestros mayores, muchas veces solas, haciendo lo que requiere cada usuario. El apoyo de la trabajadora social a través del teléfono, para solucionar imprevistos que surgen a menudo es indispensable, ellas en la oficina, siempre pendientes de cualquier altercado. Hay días tremendos, el teléfono no para de sonar. Así de manera sencilla se resuelven muchos problemas.
Quiero contar mi experiencia del COVID 19. El 14 de marzo del 2020, salí de mi casa a las siete y media de la mañana, apenas a unos 200 metros y veo el primer cartel luminoso que indicaba que nadie saliera de sus casas. Sentí miedo, me parecía que iba a una guerra, y tenía que estar en el primer pelotón. No tenía miedo por mí, era la preocupación por mis padres muy mayores, varios domicilios en la mañana, sin apenas medios, un mandilón, zuecos, guantes y apenas mascarillas. Las noticias eran confusas... El COVID atacaba a nuestros mayores, las cifras de muertes te hacían temblar.
A las dos semanas tuve un contacto con un usuario y me tuve que aislar catorce días en una habitación. La cuidadora principal aislada y sin poder hacer nada.
Recuerdo a mis padres que no entendían mucho lo que pasaba, y venían por la ventana a verme. Con eso yo me jubile. No podía arriesgar sus vidas. Mis compañeras y compañeros siguieron luchando día a día. En el (SAD) no hubo muertes, resolvieron como pudieron, cómo lo saben hacer con humanidad, con cariño, con su cuerpo, en los domicilios no hay espacio, es igual siempre resuelven... Es decir, en la pandemia se demostró claramente, como los hay que atender, me pregunto por qué el sistema los manda a instituciones.
Mi propuesta es tener a nuestros mayores y dependientes, en sus casas, mientras se pueda. Más SAD para liberar al cuidador principal.
Lo poco que les quede de vida, que sea rodeado de los suyos. En su casa, en su cama. Demos ejemplo a nuestros hijos, que vean a sus abuelos donde merecen estar. Nos lo dieron todo, la vida, la formación, ayudaron a cuidar a sus nietos, pagaron facturas, etc. Nos necesitan y hay que corresponderles.
Mi padre tiene 98 años dependiente grado tres y mamá 94 años dependiente grado uno. Doy gracias cada día por tener fuerzas para poder atenderlos. Como trabaje más de 20 años en el SAD a mí no me 'cuesta' tanto cuidarlos, se lo que tengo que hacer y entiendo que a las familias les quede grande, cuando la enfermedad llega rápido y no tienen formación, la situación es difícil y complicada. Si viene a domicilio tres veces al día una auxiliar, el enfermo está cubierto.
Mi reconocimiento para todo el servicio de ayuda a domicilio, por su labor silenciosa, por todo lo que aportan a esta sociedad, por las sonrisas que reparten, por la compañía que dan. Por tantas y tantas cosas...