Hoy es mi primer día como auxiliar de ayuda a domicilio. La verdad que estoy muy nerviosa y tengo ganas de que todo salga bien. Es hora de poner en escena todo lo aprendido.
Allí me encuentro con Soledad, ella es mi primera usuaria. Nada más entrar por la puerta, me recuerda lo tarde que he llegado y me dice que en cuanto me visto de blanco, se me olvida que trato con personas. La miro, sonrío y le recuerdo que estoy en su casa para hacerle compañía y pasar una hora agradable juntas.
La acompaño a la ducha, le limpio la espalda, la ayudo a vestirse y mientras desayuna, le hago la cama y le limpio un poco la casa. Luego, se agarra a mi brazo y la acompaño hasta el centro de día. Allí nos despedimos, con un abrazo y dos besos. Al día siguiente, a las 9:00, la volveré a ver y seguramente que me volverá a decir lo mismo.
Es una mujer que vive sola y necesita mucho cariño y comprensión. Tiene 3 hijos, pero ninguno vive en Amorebieta; el pueblo donde ella vive; uno vive en Portugalete, otro en Cádiz y la otra en Suiza. Ella casi no tiene contacto con ellos y cuando les llama por teléfono, le dicen que están trabajando y que no tienen mucho tiempo para hablar con ella.
Ella está atendida por una chica cuidadora interna y dos cuidadoras del ayuntamiento. Todo lo que necesita es cariño y personas que la demuestren respeto y que están para acompañarla.
La verdad que, Soledad, se deja querer. Llevamos juntas 2 meses y enseguida nos tendremos que separar, porque volverá la auxiliar que estoy sustituyendo, pero me quedo con esa señora encantadora que me abrió su corazón y me dejo entrar en su mundo.