Esta es la historia que empieza con una mujer, que con 31 años, quiso ser madre.

 

Ella se imaginaba la maternidad como un viaje increíble que llenaría su vida de alegría, de vivencias de un mundo Disney, sin pensar, que hasta en los mejores cuentos siempre existe un dragón, un ladrón o un fantasma que asusta a sus personajes, aunque luego siempre salen victoriosos y con una gran experiencia y aprendizaje del mismo.

 

Así que esta mujer que soñaba con ese viaje se emprendió en él; quiso sacar billete de primera porque como no, no podría ser de otra manera, un viaje cómodo, sin grandes esfuerzos y el lugar de destino el deseado, podría ser París u otro lugar, pero idílico seguro. A ella se le olvidó el término aventura, que no entraba en su vocabulario, no era aventurera, más bien había planeado casi hasta el último detalle, su pequeño/a, más bien deseaba una hija, que con pocos meses iría a nadar a una piscina climatizada porque iba a nacer en septiembre y en invierno/primavera es cuando empezaría sus clases de natación para bebés.

 

Pero como he dicho en todos los cuentos había muchos personajes y no todos simpáticos, el príncipe nació en el seno de una casa acomodada pero había personajes que ya empezaron a complicar la historia y el sufrimiento del príncipe.

 

Salieron en esta historia fantasmas familiares que fueron los primeros en causar grandes daños al príncipe pero que esta mujer logró alejar, para proteger a su pequeño. Pero se presentó a los cinco meses del príncipe una bruja llamada Epilepsia que logró poseer al pequeño durante largos períodos, que fueron apareciendo a lo largo de toda su vida, hoy tiene 23 años y sigue apareciendo cuando quiere.

 

Durante todos estos períodos dicha bruja no consiguió que Pedro, como así se llama el príncipe del cuento, dejará de aprovechar cada minuto de su vida en vivir y disfrutar, es verdad, que el camino es, ha sido y será duro, nada cómodo, no de un billete de primera, pero sin embargo, a pesar de la gran discapacidad surgida en Pedro (75%) por la bruja Epilepsia, la moraleja de este cuento es que todas las experiencias deben ser bienvenidas y vividas de manera positiva porque las experiencias más duras hacen que evoluciones como persona, que veas lo verdaderamente importante de la existencia y valores cada momento de tu vida.

 

Nunca pensó Begoña que fuese valiente, ni dejase de lado las etiquetas sociales ni que su escala de valores se pusiera patas arriba, ni tanta tenacidad ni aprender tanto de medicina ni de cuidados, ni de tantas y tantas cosas que han ido surgiendo. Ni tampoco de que fuera a sentir que había nacido de nuevo porque de la antigua Begoña quedaba tan pocas cosas, ni de sentir que no podía dar más porque lo había dado todo ni de enfermar por dar su vida a su hijo. Pero todo merecía la pena, hasta que se dio cuenta que también tenía que dejar algo para ella, algo que los cuidadores siempre olvidan porque el corazón va por delante de la razón, algo que quiero que nadie olvide, porque en el cuento el cuidador es un personaje fundamental cuando falta, pero hay que reaccionar antes de ese momento, porque los príncipes y princesas como Pedro necesitan y necesitarán siempre de ese personaje, que cuida y les da su aliento para que sigan paseando lo más cómodamente posible por la vida.

 

No se puede dejar de hablar de los personajes que como hadas madrinas y ángeles ayudaron a caminar por estas vivencias a Pedro y Begoña, como la familia materna y segundo marido de Begoña.

 

Gracias, además de a los personajes buenos del cuento, a todos aquellos amigos y profesionales que han estado en nuestras vidas ayudándonos a aprender y transformar cada crisis de nuestras vidas en momentos de oportunidad de mejora, gracias, ¡¡¡¡gracias por ayudarnos a vivir!!!!

 

Por lo vivido en estos 23 años he querido ser partícipe de la Asociación, recién creada, Riojana de Epilepsia, para ayudar a todas las personas que como en este cuento inician este viaje.