No se cómo pasó, no sé cuándo pasó, sólo sé que una tarde de mucho calor, él no sabía quién era yo…

Se borraron de su memoria tantas tardes juntos en el sofá, se le borraron el recuerdo de mi cara y el sonido de mi voz. En esos momentos yo podía ver en sus ojos que nuestra complicidad había desaparecido, que ya no estaba esa mirada cariñosa hacia otra persona que conoces, que quieres y con la que has vivido tantas cosas.

 

Esa complicidad se había sustituido por la timidez del trato a una desconocida, por las buenas maneras aprendidas, por la justa distancia hacía alguien que acabas de ver por primera vez.

 

Ya mi padre no era mi padre, al menos él no lo sabía cuándo preguntada quién era yo, y yo de él sólo reconocía sus ojos, que ayer si conocían mi rostro y una voz que un día supo pronunciar mi nombre

 

Los días comenzaron a sucederse iguales unos a otros, repitiendo rutinas, lunes tras martes y martes tras miércoles, ya cada día era igual al anterior, ya nada cambiaba y aun así, para él, cada día volvía a comenzar de nuevo, sabiendo hacerlo todo, tenía que aprender a recordarlo.

 

Hoy no sabe dónde está su cama y ayer olvidó ponerse bien los zapatos, luego quizás si recuerde mi nombre o igual por un momento, sin recordarlo, si sepa que su hija está a su lado, y que junto a ella, no tiene nada a lo que temer, por qué él tiene miedo, se ve en sus ojos inquietos, tantas veces se siente perdido en su casa y busca en los rostros conocidos una brújula que le oriente en ese mar de dudas sin sentido…para él no soy su hija ni esa brújula.