Desde hace muchos años, sentía una inclinación especial, no solo por cuidar, sino por hacerle la vida más alegre y fácil a las personas que no pueden valerse por sí mismas.

 

Eso me llevó a ir durante varios años de "enfermera" en el tren de la Hospitalidad de Lourdes, atendiendo a personas enfermas y dependientes; a ser voluntaria de la Capellanía del Hospital Clínico durante dos años, visitando a los pacientes, especialmente a los que ingresaban en Urgencias o estaban en la UVI, que son los lugares en los que más desamparados y perdidos se encuentran; a visitar residencias de ancianos, o el Cottolengo del P.Alegre (Algete); a ser voluntaria en campamentos de personas discapacitadas (F.Proyecto Persona); a trabajar de voluntaria durante 15 años en Acogem, con los inmigrantes (¿qué más dependencia del otro, que la de aquél que no tiene nada, ni trabajo, ni comida, ni techo...?); etc. etc. Y todo ello ¿con qué formación?...simplemente con mi formación como abogada, mis ganas de ayudar y la experiencia que iba adquiriendo.

 

Y ahora, después de tantos años, me gustaría adquirir ese certificado de profesionalidad que sólo puede redundar en beneficio de las personas a las que trato, y dedicarme a ello profesionalmente. ¿Por qué? Porque, aunque suene a tópico, recibes mucho más de lo que das; porque te llena el corazón mucho más que un despacho de abogados; porque te enriquece como persona; porque lo único que te llevas al morir es lo que has entregado; porque nunca terminas de aprender de las personas a las que te dedicas; porque hay mucho por hacer; porque...hay tantas razones que, con una sola de ellas, es suficiente para dedicarse a esto: porque ellos lo valen.