Cuando te das cuenta que alguien fuerte como tu madre (que te ha criado a ti y cuidado a sus padres) necesita ayuda; que, aunque crea que es autosuficiente ya no lo es, tienes que empezar a cuidarla como ella te cuido a ti y como cuidó a sus padres.
Si los padres no nos planteamos que cuidar a un hijo sea un problema, un esfuerzo o un drama, como hijo, no me planteo otra opción que cuidar a mi madre con el mismo amor incondicional con el que me cuidó a mí.
Un día te la tienes que llevar contigo y hacer la maleta para casa de un hijo no es fácil para ellos. Su mundo se reduce a una habitación, pierden cosas, amistades, lugares…Tienes que ayudarlos físicamente, pero también emocionalmente para que no pierdan la autoestima. Y a cada paso, en el que la edad y el Alzheimer les van quitando autonomía y recuerdos, surgen nuevos problemas como, por ejemplo, cuando en su mente van andando, pero su cuerpo no les acompaña y empiezan las caídas. Te das cuenta que no la puedes dejar sola ni cinco minutos y llenas la casa de protecciones y de la última tecnología: colgantes con botón SOS, cámaras...
El calor es su principal problema y usamos el primer dinero como cuidador para ponerle aire acondicionado en la habitación, reformas el cuarto de baño para la silla de ruedas... Tratas de ir por delante del problema y cubrir las carencias antes que sucedan. Y tenerla entretenida.
Hasta hace poco participaba con sus amigas en las fiestas y cuando podía andar, nos hacíamos un par de kilómetros por la playa. Ahora está en la silla de ruedas, pero cuando la veo mentalmente capaz de andar, la incito para que cuente las baldosas con el bastón a cada paso. Los ramos de flores le estimulan mucho y también son de gran ayuda los dos perros: los días que se hacía sus paseos sola, la perra Nata le acompañaba y el perro Din le lleva la pelota para que se la tire.
Ahora sus principales recuerdos son cuando era niña, con 88 años pregunta por su madre y por su abuela, quiere ir a casa a verlos y le dices que luego iremos. O cuando pregunta por mi padre y le dices que está trabajando. Unas pequeñas mentiras que le quitan la preocupación y pasa a otros pensamientos. Es la mejor forma de que se reinície su mente porque a cada media hora te la puedes encontrar preocupada de cosas distintas, pero con unas risas la vuelves a la normalidad.
Hace dos años le dio un Ictus y desde entonces ya no puede andar ni se acuerda de casi nada. Se distraía viendo la televisión, pero ahora solo quiere ver el mismo capítulo de “Rex, un policía diferente”, una y otra vez. Es como si al ver ese capítulo repetidamente su mente tuviera algo donde aferrarse en un mundo donde todo se desmorona y las imágenes repetidas de la televisión la tranquilizan.
Desde el primer momento tratamos de estar informados sobre el Alzheimer, aunque la mejor escuela es recordar cuando ayudaba a mi madre a cuidar a sus padres. Por eso yo quiero cuidarla como ella cuidó.
Un día lees que el Alzheimer también se llama diabetes tipo tres porque el sabor dulce es el único que conservan. Y te das cuenta que últimamente le estabas dando muchos dulces y que seguramente la próxima analítica no salga tan bien... ¡La veías tan feliz comiéndolos!… Ya no se los das y ni siquiera echa de menos ese pequeño placer.
Un neurólogo me comentaba: "Es extraño que en su estadio de Alzheimer no sea agresiva". A lo que contesté: "No hay conflictos en su entorno". Pierden la capacidad de razonar, pero nunca el corazón; saben cómo siente el cuidador mejor que él mismo. Si te ve feliz, es feliz, y cuando te ve triste, ella también lo está.
Ayudé a mi madre a cuidar a otras personas y vi que cuando una persona se levanta por la mañana preguntándose "¿para qué?" sin haber motivaciones, a la persona se le agrava su enfermedad, como si la cuenta atrás para dejar la vida se acelerara.
Así que, no importa que no se acuerde de mí, ni de ella misma. Voy a tratar de hacerla reír todos los días. ¡Cuando todo falla unas risas son la mejor medicina!