Besos, besos y más besos: “Buenos días mi vida ¿qué tal estas?”, y con un hilillo de voz contesta “¡estupendamente!” o “¡superior!”, que también es muy suyo.
Entonces ella vuelve a envolverlo en besos, que él responde torpemente. Y poniéndose a su vista, con la mejor de sus sonrisas le pregunta: “¿Y quién soy yo cariño?”
Y para esta pregunta él tiene un gran repertorio, un repertorio que refleja un amor de 48 años de matrimonio, de total entrega por parte de ambos y que ni siquiera el Alzheimer ha podido borrar: “¡La que yo más quiero!”, “¡La más guapa!”, “¡La más preciosa!”, “¡El amor de mi vida!” su favorito, o los mil piropos más que mi padre le ha dedicado a mi madre desde siempre. Y alguna vez, solo alguna, “Mi mujer”, pero ya nunca su nombre: “Mayte”.
Esto es la historia de un quererse incondicional, un amor real que ha sabido sobrellevar los altibajos y obstáculos que la vida te pone, y que es capaz de abrir todos los días el portón cerrado de la dolencia del olvido.
Ella ha sabido hacerlo siempre bien. En los comienzos de la enfermedad, restaba importancia, lo distraía, le animaba, supliendo siempre sus crecientes carencias. Cuando el avance era patente no desistió, continuó haciendo vida normal, viajando, teatros, museos…aguantando sus cambios de humor, sus delirios y sus miedos con infinita paciencia. Y ha sido increíble cómo ha sabido hacerlo en los peores momentos de fugas, conatos violentos y alucinaciones. Siempre cariño, cariño y cariño: esa es su receta.
Desde hace unos meses, en que ya ha sido necesaria la institucionalización en residencia, se pasa la vida allí (media de 6 horas diarias y porque no la dejan más). Primero su ración diaria de besos, luego le repasa el afeitado, el peinado a su gusto, supervisa sondas, pañales, oxígeno, ropa, silla…, no deja nada al azar, ¡no vaya a ser! Las auxiliares ya saben que, aunque lo dice con cariño, no pasa un fallo para su marido. Y después, paseíto por los pasillos saludando a los otros enfermos con alguna carantoña. Dice que estar ahí le hace feliz, que quiere estar presente los minutitos en los que mi padre “abre la puerta”.
Pero es humana, y sí, se enfada, llora, se rebela, se hunde hasta lo más profundo y dice: ¡No puedo más, no puedo más! Sin embargo, vuelve luego con más fuerza aún. Porque nunca ha dejado de ver a mi padre, a su marido, a su amor, en esa persona que la demencia tiene preso. Y porque su Fe en Dios es maravillosa y la ayuda Divina es patente en nuestra vida ¡Gracias Dios mío!
Y es que para ella (72 años) los 6 años de cuidados de enfermedad a mi padre (80 años), no son nada frente a los 16 que lleva cuidando de su madre (95 años), los 20 de voluntaria en una fundación (Fundvida) preparando canastillas para madres en dificultad, los 20 velando de varias familias sin recursos y por supuesto los 46 de dedicación como madre maravillosa y desde hace 16, de abuela increíble.
Mamá, gracias por el ejemplo que siempre nos has dado a mi hermano y a mí, y por el que ahora les llega a nuestros hijos. ¡Te queremos muchísimo!
Por todo esto les digo: ¡Ella es una SUPERCUIDADORA!
Mayte Oltra Alonso (Hija de la Candidata)