Soy una persona con una gran vocación de servicio para generar en las Personas Mayores, y sus Familias, las ganas de seguir sacándole vida a los años.
En una ocasión un señor nonagenario de la isla de La Palma me dijo: “maestro, ¿usted hace lo qué sabe o sabe lo qué hace? Esto me ha llevado a indagar en la experiencia humana en los últimos 20 años para alcanzar la madurez necesaria, para saber que estoy en el camino de ayudar a las personas que sufren para que mejoren su calidad de vida.
Mi vocación comenzó a edad temprana (3 o 4 años), cuando tenía que trasladarme de Moya, Gran Canaria, al Hospital de La Paz en Madrid a ser atendido por los servicios de neurología y alergología. Desafortunadamente Canarias, región ultraperiférica, era un espacio Español en vías de desarrollo. En esta época tenía el convencimiento de que debía hacer algo para ayudar a las personas, como el Dr. Castro Viejo hacía conmigo.
La orientación hacia la atención geriátrica y gerontológico nació en mi a los 7 años de edad. Mi bisabuela, Lala, mujer que adoraba porque me cuidaba en medio de todos mis padecimientos infantiles, fue llevada a un “asilo” de la época, El Hospital San Martín en Las Palmas de Gran Canaria. Era un centro gestionado por monjas que impedían el acceso de los niños a visitar a sus mayores. En aquella época yo era monaguillo en Moya y quería ir a ver a mi amada Lala. Mi madre me llevó pero me dejaron tras la verja de la puerta de entrada. Mi madre pasó y me quedé esperando fuera. Sin embargo, como cualquier niño empeñado en conseguir su objetivo, me colé en el centro y ante mi se abrió una imagen dantesca, un pasillo lleno de sillas y personas mirando hacia el techo.
Me salvó una señora que me cogió de la mano y me dijo: ¡que lindo, mi niño!, yo le respondí: ¡qué es esto!. Ella mirándome con unos ojos oscuros llenos de tristeza me afirmó: ¡Es la casa de espera de Dios!. Después, una monja me encontró y me sacó de la galería, quedando detrás de la rejas a la espera de mi madre. Cuando ella salió se me quedó grabada en el alma una frase que años después ella me recordó: ¡mamá, si la casa de espera de Dios es como el infierno, habrá que cambiarlo, no!.
Desde aquella época colaboré de forma voluntaria con instituciones religiosas y civiles, con el objetivo de llevar una sonrisa, un abrazo a los mayores institucionalizados. Después empecé a estudiar psicología, por aquello del estudio del alma, que era lo que me llamaba la atención para generar un cambio en las personas. El estudio me permitió esforzarme por demostrar que el afecto cura, descubriendo por el camino a mujeres maravillosas como la Dra. Warren, la Dra. Watson, etc. Es curioso que fuese, precisamente el pensamiento femenino, el que impulsó el cambio desde la disciplina de la enfermería, para que se recuperasen los cambios dignos.
Actualmente, desde el paradigma de la Atención Integral Centrada en la Persona AICP, se nos dice que tenemos que hacer. En este sentido, AICP basado en mindfulness, en atención al presente nos indica cómo. Precisamente poniendo el acento en la relación interpersonal basada en lo que esté ocurriendo, con nosostros mismos y con el otro. Para ello la autoobservación de los procesos intra e interpersonales con afecto nos permite iniciar el camino del cambio.
En los últimos años hemos estado desarrollando desde Canarias un modelo basado en Mindfulness para demostrar que el programa de estimulación cognitiva basado en la atención al presente puede generar grandes cambios en los cuidados, tanto en el campo de la dependencia como en la discapacidad. En este sentido, parafraseando al Dalai Lama podemos afirmar “que lo que somos se lo debemos al afecto, las cosas importantes ocurren gracias al cariño”.
Queremos seguir compartiendo como la atención al presente puede mejorar nuestra vida y la de los que cuidamos. De forma general definimos la atención al presente es un enfoque intencionado de la atención, que nos permite observar, sin valoraciones, nuestras sensaciones corporales, emociones, pensamientos y fenómenos externos, mientras los estamos viviendo.
Nuestras investigaciones han mostrado como la atención al presente mantiene las capacidades cognitivas, funcionales y previene las psicopatológicas. Queremos seguir avanzando en este camino, pues la práctica de atención al presente es para beneficio de todos.