Soy cuidadora profesional, y durante mucho tiempo, como tal, he conocido y atendido a muchas personas que han dejado un pedacito de ellos en mi.
Pero me gustaría contar la experiencia que más me ha marcado….
Llegue a su vida en un momento crítico. Su casa, dejaba ver por fotografías que se veían por todos lados, que era una hermosa mujer, de carácter, madre, esposa y abuela, una mujer “coqueta”, aún padeciendo aquella horrible enfermedad que fue la que hizo que yo llegase a su vida.
Era una enfermedad con un nombre quizás hasta “hermoso”, pero escondía lo síntomas mas extraños del mundo. La llamaban E.L.A. (que no es más que Esclerosis lateral amiotrófica).
Aquel día acudí a una primera toma de contacto con mi “coordinadora” (la persona que nos asigna el servicio a realizar y a la paciente), fue como amor a primera vista, pedí que se me permitiese atender este caso cada día , y así fue.
Mi paciente era una mujer de 55 años, que llevaba al menos tres padeciendo E.L.A.
Esta enfermedad no le permitía mover ni un músculo de su hermoso cuerpo que aun rebosaba belleza, solamente articulaba débiles palabras ya casi imposibles de entender, debido a lo avanzado de su enfermedad, mas sus grandes ojos verdes eran capaces de hacerme entender con parpadeos su deseo o no de algo. Mis manos se convertían en las suyas, día tras día para embellecer su rostro como le hubiese gustado hacer a ella o para el aseo de su cuerpo.
Mi trabajo quedaba saldado cada día al acabar mi jornada, porque esta hermosa madrileña me regalaba lo mas preciado que se puede obtener en este trabajo, y juro que nunca vi sonrisa mas bella.
Desgraciadamente solo estuvimos juntas cuatro meses, ahora únicamente me queda su recuerdo, la satisfacción y reconocimiento de mi trabajo.