¿Quién vienes siendo tú? Me pregunta.

 

No importa que no me reconozca, ya me acostumbré y no es triste para mí; parece un libreto, me pregunta hasta el cansancio y siempre le respondo lo mismo, “soy tu hija… hija de tu segundo matrimonio”, como para ponerla en contexto.  Me sorprendo de mi misma, de mi paciencia y de tener la tranquilidad para repetir lo mismo una y otra vez y saber cuál será su respuesta. No siempre fue así, aprendí y entendí que la paciencia es la clave del éxito con ella. Me cuesta trabajo estar en sus zapatos e imaginar que siente, qué se le pasa por la cabeza, cómo hace algunas veces para disimular que no sabe absolutamente nada, ni donde está.

 

Me mira a los ojos con verdadero amor, con excesiva confianza y con ganas de saber más de mí, sin entender quién soy yo para ella. Mi cara es conocida, pero no sabe ni cuándo ni dónde me conoció. Se siente tranquila, protegida y en confianza; mi voz, nuestra comunicación y mi aspecto físico le resultan familiares. Algunas veces siento que pregunta ¿Quién vienes siendo tú? Por no quedar mal conmigo, para que yo no me dé cuenta que no me puede reconocer.

 

“¿Y quién soy yo?” Me pregunta y me parece curioso. Todavía es  difícil imaginar que se le ha borrado por completo su pasado como si  le hubieran formateado el disco duro.  “Tú eres mi mamá”, siempre le contesto igual. Espero lograr algún día que ella formule la misma pregunta y ella se responda… “ahhh sí sí sí, es verdad que tú eres mi hija”, como lo logra hacer con otros temas. “¿Y eres tú y quien más?” “Somos seis hijos”. En una lista tarareada le doy el nombre de cada uno y ella termina esa frase conmigo. Igual sigue perdida y no puede creer que haya tenido seis hijos y dos esposos. Le narro su vida y se siente como la heroína de una historia extraordinaria totalmente ajena a ella; su historia le resulta lo suficientemente atractiva e interesante como para preguntarla, escucharla atentamente y nunca dejar de sorprenderse.

 

En el mismo instante que me escucha, se tranquiliza y concluye que si tuvo un pasado; conclusión que puede entender durante un instante en el presente y por lo tanto olvidarlo inmediatamente.

 

Me causa curiosidad y no dejo de sorprenderme cuando pregunta “¿En dónde estoy?” Es como si sintiera que la dejaron en ese sitio con personas desconocidas sin ella saber de dónde viene o para dónde va y porqué se encuentra allí. A veces piensa que acaba de llegar de un largo viaje y para ella es esa la explicación a no reconocer  su propio espacio.

 

Siento como si estuviera escribiendo un guion de una película con ella, soy yo la de las respuestas y ella la protagonista; la actriz principal, sin pasado, con un futuro totalmente desconocido e incierto. Puedo relatarle su vida en cuentos cortos, repetirle una y mil veces sus mismas historias y es como si las escuchara por primera vez. Es así como las dos vivimos un permanente presente tratando de sacar el mejor provecho, y sí, “vivimos” porque hago parte solo de su presente, porque hoy solo existe para ella el aquí y el ahora.

 

Es difícil vivir y disfrutar el presente, siempre estamos pensando en un mejor futuro o en lo que fue o pudo ser nuestro pasado. Nos sumergimos en nuestro trabajo, en las actividades cotidianas; inconformes, no nos permitimos a nosotros mismos sorprendernos con los pequeños detalles y acontecimientos.  Una caminata con ella, las montañas, un niño, una mariposa, el sol, un café, una visita, ir a la peluquería, jugar una mano de domino, un buen plato o un vino, no dejaran de ser motivo suficiente para disfrutar cada instante, esto es lo que  hace que nos sintamos vivos y presentes.  

 

Aprendo todos los días de ella, a aceptar la situación tal como es hoy, en todos los aspectos de la vida, seguir paso a paso su evolución acomodándome a lo inesperado, disfruto cada momento a su lado y la entiendo; entiendo cuando no quiere ver a nadie, cuando quiere estar acompañada, cuando esta consentida, cuando siente hambre o sufre con sus recuerdos, soy paciente y procuro asesorarme en momentos de crisis, afortunadamente esto ha servido para mantener su calidad de vida. No agoto esfuerzos en mantenerla activa, quiero que se sienta capaz y útil y lo más importante muy amada.

 

Vivo agradecida con Dios y con la vida, he tenido (pasado), tengo (presente) y quiero trabajar hoy para seguir viviendo (futuro) esta película con ella, en la que nadie sufre, todo es perfecto y la vida transcurre tranquilamente en medio de juegos, historias, fotos, recuerdos, reuniones, paseos, música y pintura, rodeada de personas que entienden, aprenden y disfrutan el poder brindar calidad de vida y amor a las personas con la enfermedad de Alzheimer.