No te pongo nombre,

porque tú puedes ser cualquiera.

No te pongo etiquetas,

porque no te hace falta ninguna.

Solo busco que tengas objetivos,

e ilusión en tu vida.

 

Te despierto con un “buenos días”,

mientras que tú me respondes con un abrazo.

Que bonita sonrisa tienes;

lo pienso, y por supuesto, te lo digo.

 

Ahora  podemos empezar el día con alegría.

No hace falta hablar de grandes cosas;

¿qué tal estás?  es la pregunta que abre empatía,

y un “cuenta conmigo” es la respuesta que crea confianza.

 

Desayunamos.

Te observo, seguramente tú también me observas.

Ayer  “no” lograste el resultado que querías,

pero puede que hoy sí puedas.

Cada día es una nueva oportunidad,

tú lo sabes y me lo demuestras.

 

 

 

¿Qué te apetece hacer hoy?  te pregunto.

Tal vez tengas claro tu objetivo.

Me lo puedes decir mediante palabras,

o tal vez necesites una imagen o un sonido.

Lo importante,  llegar a entendernos.

 

Puede que cantemos en la ducha.

Puede que salgamos a la calle, o vayamos de excursión, o nos quedemos en casa.

Puede que solo necesites un poco de cariño. O quieras aprender a bailar.

Hay miles de opciones posibles, tantos que merece pensar.

 

Y  te veo feliz, lleno/a de energía.

O no, puede que hoy sientas miedo, dudas.

Pero somos compañero/as, y los compañero/as se escuchan.

Puede que el camino sea difícil,

pero seguro que la dedicación lo hace más fácil.

 

Llega la noche.

Y termina el día, pero no un día cualquiera.

Un día diferente a los demás.

Un día que abre puertas, horizontes, nuevas ilusiones.

Un día lleno de pequeños detalles,

pequeños detalles que pueden hacer feliz una vida.

Y parece que a veces se nos olvida.