Ella,
tan pequeña y tan grande al mismo tiempo.
Con tan solo 12 años,
sabe valorar este mismo instante,
sin mirar hacia atrás o hacia adelante.
Ella es feliz con una simple canción,
con un beso en la mejilla,
con una caricia en la nuca,
jugando en un prado lleno de flores,
viendo a los niños saltar,
escuchando ruidos,
sintiendo el viento soplar.
Habla conmigo mediante gestos,
me responde asintiendo o negando con la cabeza,
y se comunica mucho sonriendo.
Ese gesto tan bonito que transmite tanto.
Tiene muchos amigos.
Todos la saludan, todos la conocen.
Yo paso desapercibida,
y lo entiendo.
Porque ella se llama Haritza,
y Haritza se hace querer con ganas.