A lo largo de nuestra vida nos encontramos con puertas cerradas, otras con puertas semiabiertas
y a veces aunque la oscuridad de la tormenta no nos deje ver, de pronto la luz nos rodea y encontramos puertas abiertas donde los rayos del sol nos atrapan envuelven y dibujan sonrisas donde no había luz.
No deseaba otra cosa que ver la cara de mis mellizos, sus nombres ya se habían tatuado en mi alma, Álvaro y Blanca cambiarían mi vida. Vinieron a esta vida de manera inesperada y un 8 de Octubre de 2001 la ilusión se transformó en amargura y frustración. Lo que más anhelaba y amaba aunque aún mis manos no pudieran tocar se precipitó y en un parto inesperado y lleno de complicaciones Álvaro guerrero entre tormentas perdió la batalla. Luchaba por ver la luz, acariciar mis manos, escuchar mis susurros. Vino a este mundo ya con sufrimiento, aquel que te hace diferente, genuino y especial. Las lágrimas brotaban de mis entrañas, lo miraba y ya lo amaba como no lo había hecho jamás. La vida cambió y la oscuridad era mi aliada, encontré puertas cerradas donde yo misma había echado cerrojos. Tras años de dolor, duelo y enfado, el amor hacia él me transformó y aprendí a sobreponerme, a aceptar mi situación, a ser feliz de manera diferente, a empujar esa tristeza al más profundo vacío. Conforme iba vaciando partes de mi mochila esos huecos se iban llenando de fuerza. La gente a esto le llama resiliencia, yo no. Yo le llamo Amor, aquel que todo lo puede y todo lo soporta. Amor incondicional a mis hijos.
Con el transcurso de tiempo, y al tener dos hijos de la misma edad, me di cuenta que había una diferencia abismal entre los recursos que disponía de uno y de otro. Blanca al salir del colegio podía disfrutar de actividades extraescolares pero Álvaro tenía vetado esta opción. Y siendo conocedora en primera mano de la importancia que tiene el deporte, la música, el juego y el ocio para el desarrollo personal y emocional, para el aumento de la autoestima y el empoderamiento, decidí junto con otros padres luchar por alcanzar este sueño. Porque los sueños, no entienden de discapacidad y cuando se tienen hay que abrazarlos y agarrarlos fuertemente para que no se escapen. En el transcurso de mi vida me he dado cuenta que hay que tener grandes sueños para alcanzar grandes cosas, y el motor de mi vida es esa mirada azul que ha hecho que las otras miradas, a veces perdidas sean mías también. He estado con guerreros armados con corazas de amor, lealtad y paciencia que han conquistado hermosos territorios rodeados de murallas de lágrimas y esperanza que protegen grandes tesoros, vidas que valen más que el oro y la plata. He visto como la empatía, el ponerse en el lugar del otro no es una simple palabra y he disfrutado de manos abiertas desinteresadas que apuestan por la participación, la inclusión, la integración, la igualdad y accesibilidad. Y de golpe, los muros de ladrillos asentados en décadas desaparecieron y las puertas se abrieron a un mundo lleno de oportunidades donde el débil se podía hacer fuerte y el fuerte débil ante la generosidad de esos héroes que luchan contra gigantes, corren entre tormentas y saltan obstáculos. VALIENTES en silencio. En este viaje me ha quedado claro que todos sin excepción, somos genuinos, singulares, especiales y únicos. Que todos tenemos CAPACIDADES. Tal vez, no siempre las lógicas y establecidas por la sociedad que predetermina que es lo adecuado, deseable y necesario para ser útil y alcanzar la felicidad. He visto como en la sencillez de lo simple se pueden alcanzar grandes cosas. El sueño me abrazó y se hizo realidad. Ya han pasado cinco años desde que una idea, un anhelo escondido, una pequeña ilusión que da vueltas y vueltas para alcanzar la felicidad de quien por sí solo no puede se ha hecho realidad. Y a gritos puedo decir que lo conseguimos, que nuestro sueño se cumplió. Llevamos cinco años gestionando un club de deporte, música y juegos sin ánimo de lucro donde la sonrisa es la única meta y la discapacidad ningún obstáculo para ser feliz.
Ser distinto no es ser inferior, es vivir la vida de manera diferente porque no se puede elegir. En la vida que me ha tocado vivir he entendido que las capacidades no se tienen que medir por macro resultados. El amor, un abrazo, una sonrisa, una mano extendida para ayudar a otro que está en peor situación son los verdaderos resultados.
Me levanto y miro a mis hijos descansando en paz y no puedo reprimir una dulce sonrisa, mi corazón da gracias a Dios por los hijos que me ha regalado tal y como son.