Mi nombre es Alba luz, 58 años, hija de Leonor y Pedro, criada en un barrio del Sur de Bogotá.

Junto a mis 5 hermanos de diferentes edades, nuestra infancia no fue fácil, mi padre quien siempre ha sido un hombre de carácter fuerte y poco afectivo y mi madre una mujer dedicada a su hogar y cuidados de su esposo. Ellos llevaban 56 años de casados cuando mi madre fue pronosticada con una enfermedad terminal la cual en unos meses la llevo a su lecho de muerte.

 

Mi padre un hombre dependiente de mi madre en todos los aspectos y después de tantos años a su lado comenzó a afrontar la vida sin ella.

 

A pesar de su edad era un hombre muy activo, salía de su casa temprano en la mañana y regresaba al finalizar la tarde. Hacia diferentes actividades, de la iglesia del grupo de abuelos, etc.

 

Yo los fines de semana viajaba dos horas para pasar con mi padre los sábados, domingos y festivos, pero cuando me despedía de él se le veía la tristeza de quedar solo, él decía “En las noches siento más la soledad”. Para mí también era duro se me partía el corazón, pero nada podía hacer, simplemente recomendarle a mi hermano que vive en el primer piso que estuviera pendiente de él de vez en cuando, a lo que algunas veces se negaba hacer ya que él decía que mi padre hacia cosas para perturbarlo, simplemente dejaba la llave del agua abierta y se inundaba la casa, prendía la estufa y todo se quemaba, mantenía el televisor a todo volumen y se despertaba en las noches, dejaba llaves pegadas en la puerta principal, salía a la calle y dejaba abierta la puerta y otras cosas más.

 

Era algo que me quitaba el sueño y no me dejaba tranquila en ningún momento, pasaban los días, las noches, las semanas y cada vez más aumentaba mi preocupación. ¿Y me preguntaba qué hacer con mi padre para que no esté tan solo y abandonado?

 

De repente un día recibí una llamada sobre las 9.00 p.m. era una persona de la policía diciéndome que hace un par de horas veían a mi padre dando vueltas en una estación de Transmilenio desorientado, él ya era un hombre de 90 años.

 

A raíz de una cita con el neurólogo con gran preocupación le pregunte sobre el estado de mi padre, después de varios exámenes médicos, me comunican que tiene Alzheimer y me informo a grandes rasgos en qué consistía esta enfermedad, desde este día le suscribieron algunos medicamentos, me indicaba que por su estado él ya no podía estar solo, pues ellos hacen cosas involuntarias, y puede estar en peligro su vida, necesitaba urgentemente quien este con el constantemente es un gran riesgo dejarlo solo así sea un instante no más.

 

Les comenté a mis hermanos como nos organizábamos para que mi padre no estuviera solo, o que sugerían para mejorar esta situación y de esta manera mejorarle la calidad de vida, pero ninguno de los 5 tienen tiempo ni situación económica para pagarle a una persona que lo atendiera, yo todavía estaba laborando y tenía que cumplir un horario.

 

En ese momento aún desconocía la magnitud de su enfermedad, simplemente empecé a indagar en casas hogar para que le dieran la atención que el necesitaba, pero esto es muy costoso y no alcanza lo de la pensión. Siempre sentí que no le tendrían la paciencia que él requiere, pues sé que él es malgeniado y nada le gusta.

 

Sin pensarlo mucho tome la mejor decisión y realice el trámite de mi pensión pues acababa de cumplir la edad. Esto no se demoró mucho y desde enero de 2018 estoy de tiempo completo para atender a mi señor padre que del todo en mi apartamento.

 

Ha sido una experiencia bastante diferente, es como si volviera a criar un niño, desde que se levanta hay que guiarlo, ayudarlo para que sus pasos sean firmes y seguros, ser un apoyo para que sienta seguridad en sus movimientos, pero lo hago con cariño y mucho amor, para en algo devolverle a mi padre lo que hizo por mi cuando niña, le pido a Dios que me de mucha paciencia y vida para seguir en esta tarea.

 

He visto los olvidos que puede tener, confusiones y desorientación, pues está vivienda es nueva para él. Hay que repetirle las cosas una y otra vez, hace preguntas repetidas veces, tiene trastornos del sueño, dolores musculares.

 

Afortunadamente una excompañera que su madre también sufría de Alzheimer, me dio los datos de la Fundación familiar Alzheimer, donde me han orientado como cuidadora y me han hecho énfasis que toda la familia debería participar en este proceso, se han citado a todos mis hermanos pero no ha llegado si uno pero como que no se involucra de a mucho, he aprendido más de la enfermedad, las  causas y consecuencias, los cambios que van ocurriendo a medida que pasa el tiempo, me han ofrecido cursos de capacitación para cuidadores, y orientación y he conocido más  de la enfermedad, compartimos una vez al mes asistimos a un taller de musicoterapia es agradable compartimos con personas  con la enfermedad y sus familiares, música, onces un espacio que el disfruta y yo también.

 

Hoy en día cuento con más conocimiento para mejorar la calidad de vida de mi padre, he aprendido el manejo de conductas difíciles, riesgos y cuidados en general; tengo presente que la enfermedad no tiene cura y es lenta y progresiva que tiene varias etapas y como cuidadora sé que lo debo hacer con paciencia, bondad y mucho amor.

 

El cambio para él es total: mantengo su ropa limpia, duerme en cama cómoda, su alimentación y sus medicamentos ya son las horas necesarias.

 

Ahora está acompañado las 24 horas del día y lo más importante recibe cariño y esta consentido, le realizo los masajes en las piernas, rodillas espalda, cara y manos, jugamos parques, lotería, armamos rompecabezas, rezamos el rosario, para él y para mi es vital alimentar el espíritu vamos a la santa misa, recibe la comunión,  salimos a caminar, tomamos el cafecito en la cafetería de la esquina, vamos a la frutería comemos ensalada de frutas después de dar una vuelta de parque y recibir el sol un buen rato, él camina trayectos pequeños, pero le compre una silla bastón y lo voy sentando por raticos.

 

Desayunamos y almorzamos  juntos, le pongo babero, le colaboro para que no haga tanto regueros; para bañarse, él se baña solo supervisado y guiado por mí, le ayudo a vestirse pues hay veces se coloca la ropa al revés, para usar el sanitario lo acostumbre a orinar sentado, a limpiarse bien la cola, sabe que no debe ajustar la puerta del baño y de la alcoba, no sale a la calle solo, lo llevo a las citas médicas, vamos los dos a paseos a pueblos cerca para  que este en otro ambiente y en otro clima y con otras personas, estoy muy pendiente que no se me quede nada de mi maleta (o como digo yo la pañalera) en ella va una muda de ropa de cambio para mi padre, 1 pañal, pañitos húmedos, toallas pequeñas de tela, papel higiénico, los medicamentos, carnet de salud y cedula, agenda de números importantes y que no falte algo que comer, porque gracias a Dios come lo que le dé.

 

Tengo claro que lo debo tener ocupado parte del día, para que no duerma tanto, necesita un sitio donde se le realice terapia física, ocupacional, audiología y fonoaudiología, y este ocupado al menos medio día, algunos días de la semana, le han recomendado ir a un centro día pero no contamos con los recursos económicos ya que su pensión no da abasto para sus cuidados, mis hermanos económicamente no aportan pues ya viven enfermos y económicamente viven de los hijos; aunque instituciones del estado que realizan estas actividades pero por ser pensionado no lo aceptan, seguiré buscando donde le puedan realizar estas terapias que mi padre está necesitando.

 

Mi deseo es que los años que le faltan por vivir sean de calidad para él y para mi pues el cuidador también debe preocuparse por su bienestar y lo que más deseo es estar bien para seguir viendo por mi padre, por eso salgo todos los días a las 6:00 am a caminar 1 hora en el parque me cuido en la alimentación, y me realizo mis chequeos médicos y sigo sus recomendaciones.

 

Hoy día mi padre tiene 92 años y lo veo mucho mejor de salud, acompañado, el sentía mucha soledad, y abandono, compartimos y  se siente  consentido, me imagino que se debe sentir bien de saber que para uno de sus 6 hijos él es muy importante; somos 6 hijos, 20 nietos, 19 bisnietos.

 

Mi querido viejo: PEDRO MARIA BENAVIDES ALBARRACIN 92 AÑOS

Te quiero mucho: su hija ALBA LUZ BENAVIDES CALDERON 58 AÑOS