Echo de menos tu sonrisa vacía, tus ojos mirando al vacío, tu memoria perdida entre las nubes intentando buscar los recuerdos ya perdidos. Te recuerdo en el sillón, sin

nada que hacer, sólo pasando las horas, esperando a que alguien te diga algo para reaccionar y salir de tu mundo de fantasía.

 

Antes movías la ropa, escondías las llaves en cualquier sitio, cambiabas de sitio los cojines o las sillas por algún objetivo que no consigo saber. Intentar frenarte en aquella etapa era asfixiante y una tortura psicológica, cuando tenía que repetirte 1.000 veces diarias que ésta, era tu casa. Por mucho que quiera saber de tu enfermedad, no consigo entender cómo ha llegado tu mente a perder tanta información, y cómo poco a poco e irreversiblemente se van deteriorando tus neuronas, que te roba los recuerdos.

 

A veces tenía que darte de comer porque no recordabas para qué sirve la cuchara. Por suerte, otros días en los que parecía que conectabas y cogías la cuchara e ibas comiendo tú solo aunque se derramara la sopa, entre el camino del plato a la boca.

 

No quería perderte, pero verte así era muy doloroso, porque ¡yo sí sé quién eres tú! Eres un ser fuerte, amoroso, detallista en las cosas más imperceptibles, tenaz e introvertido, un gran guerrero, luchador por la igualdad y los derechos de todos los seres. Una persona valiente al que muchos admirarían si conocieran toda tu historia y por lo que has tenido que vivir.

 

Las personas que al final te rodearon fueron profesionales socio sanitarios y sólo conocen de ti lo que se escribe en el parte médico, pero tú fuiste mucho más que tu maldita enfermedad.

 

Echo de menos tu presencia y te doy las gracias por haber pertenecido a un maravilloso espacio en el tiempo de mi vida.

 

Juntos hemos luchado cada día, compartiendo momentos auténticos, muchas caricias, abrazos y besos de buenos días. Hemos sido empáticos y muchos momentos nos hemos ayudado, cada uno a su manera. La experiencia de la unión ha sido un avance para nuestro conocimiento individual y colectivo. Yo aprendí de ti, de tu pasado, de tu vida. En ti encontré la fuerza para seguir luchando contra viento y marea. Y tú conociste alguien nuevo, alguien en quien confiar tus secretos, en quien apoyarte. Y cometí errores, muchos. Lo siento, no supe hacerlo mejor.

 

El amor incondicional nos unió por un tiempo y nos entregamos a ese momento de la vida sin saber cómo iba a ser el futuro. Vivimos el día a día lo mejor que supimos y pudimos, con las herramientas que teníamos.

 

A veces quisiera que el tiempo retrocediera y se parase justo en el instante en el que tus ojos se clavaban en mí o en cualquier otro simple instante de nuestra vida conjunta, sólo para decirte: Gracias por existir, ¡te quiero!