Conozco a Catalina desde hace quince años, cuando ella tenía 71. Trabajar con ella ha sido muy importante y significativo en mi vida.
Ella fue (¿es?) una persona emprendedora, luchadora, entusiasta, apasionada, hiperactiva, generosa, alegre y muy familiar y su vida ha sido apasionante. Ahora sobre todo y casi exclusivamente, perduran los recuerdos de su niñez, sus aventuras en el Escorial, su lugar de verano con sus padres y hermanas y en el colegio de monjas, donde siempre fue una niña brillante, aunque tímida en demostrar sus capacidades, probablemente superiores a las de sus compañeras.
En su juventud cursó estudios de enfermería y trabajó en un hospital materno-infantil (Santa Cristina, en Madrid), en donde, además de ejercer su profesión, hacía cosas como llevar, a escondidas, chorizo que siempre le pedía un niño que estaba ingresado... siendo pillada in fraganti, claro, por el médico que hacía las visitas.
En fin, después vineron su matrimonio, sus hijos, sus amigos, su empresa, sus empleados y sus nietos. Era incansable, tuvo tiempo suficiente para dedicarse a cada una de sus funciones: hija, hermana, esposa, madre, abuela, amiga y JEFA.
Madre de muchos hijos, quienes la llamaban "La JEFA" siempre estaba pendiente de todos, dispuesta a escuchar, a aconsejar, a resolver problemas y sobre todo a sacar adelante proyectos. Encargada de organizar y preparar grandes eventos para unir a su familia como una piña. Hoy día sus nietos la recuerdan como la abuela con un carácter fuerte pero, sobre todo, alegre, divertida, complaciente y siempre cantando.
Catalina con 86 años ha vivido muchas experiencia y ha tenido una memoria prodigiosa, de la que aún conserva algo, y relataba cada episodio como si fuese una profesora de historia, especialmente al rememorar la época de la Guerra Civil, que vivió con 6 años, momentos que fueron inolvidables para ella. Pero su vida daría otro giro, su enfermedad estaba por aparecer.
Cuando le diagnosticaron la su enfermedad, ella dijo: "Me han detectado esta enfermedad y puedo acabar quedándome como un niño. Pues mientras pueda seguir haciendo las cosas por mí misma, seguiré haciéndolas". Ese fue el enfoque de su lucha contra su enfermedad, una norma que la sigue manteniendo hoy día. Puede ser que cuando va andar, coger una cuchara, sostener una taza, ella diga: “no lo puedo hacer”. Recordarle que sí lo puede hacer mientras pueda y lo intente, es como una píldora de fortaleza para ella.
Al principio se observaban leves pérdidas de memorias, nada importante, dónde están mis llaves, mis gafas etc. despistes, citas olvidadas, pequeñas meteduras de pata, más tarde llegó la desconfianza, la desorientación, la confusión, la apatía. Ahora ya se encuentra en una fase avanzada.
Desde el momento que me informó sobre su enfermedad, iniciamos un trato mucho más "personal" y cercano, y mi curiosidad fue aumentando para saber cómo tratarla y ayudarla a afrontar cada día. Me formé para obtener herramientas, estrategias que me sirvieran (y me han servido) de ayuda en un casos así, aunque entre la teoría y la práctica existen una gran diferencia.
Hoy, después de 12 años, mi labor con ella es muy metódica, llevamos a cabo una rutina extrema con actividades básicas, asearla, darla un paseo, estimular su lenguaje, sus recuerdos, su mente, comer ayudando a que pueda seguir llevándose la cuchara a la boca, acompañarla durante la siesta... Todas y cada una de esta actividades nunca son iguales ni parecidas al día anterior. Cuidarla y acompañarla es duro pero a la vez gratificante, en cada momento, aunque sea un minuto de lucidez "LA JEFA" siempre está presente:
" Sra. Catalina, coma un poco!
He dicho que NO quiero más, caramba!.
Por favor! solo un poco.
Si me lo pide así mejor!
Buenos días, vamos despierte.
No me da la gana.
Sra. damos un paseo con el andador.
No quiero!
¿Por qué no quiere?
Ya he andado lo suficiente, que caminen los demás.
Lo intentamos!!
Vale."
Mi tarea consiste en seguir manteniendo viva en su cabeza, y dentro de lo posible, su imagen, sus costumbres, su voluntad, su fuerza, su memoria, que ella siga siendo "LA JEFA". Cada día es un desafío, un reto, negociaciones constantes. Hablarle y contestarle con argumentos bien fundamentados, en cualquiera de los casos, es primordial. De lo contario la respuesta no sería válida para ella, en algunos casos mejor decir "No sé". En ocasiones, entre agitaciones, delirios y alucinaciones, acompañarla, escucharla , brindarle una brazo, darle un beso tan deseado por ella en estos momentos es suficiente. Como recompensa ella te lo agradece de una manera especial con una sonrisa que lo dice todo o unas palabras: "te quiero tanto".
Conocer a CATALINA antes de su enfermedad fue fundamental para ofrecerle las atenciones más acertadas y personalizadas. Lo más importante ha sido descubrir aspectos de mi misma, y he aprendido como la empatía, la paciencia, la comunicación no verbal y el cariño son herramientas indispensables para ser un buen cuidador.