“Solo permanece lo que se ama”. Esta es la frase que escogió mi madre para recordar siempre a mi padre. Ahí está, grabada para siempre, rodeada de crucifijos. Es la única tumba del cementerio con solo una frase, un canto al amor.
Es en este momento, once años después, cuando para mí la frase cobra sentido de verdad y ha sido a través de los ojos de mi madre y de nuestro momento presente. Ahora entiendo que entre otras muchas cosas podemos perder los recuerdos, la memoria, pero el amor es lo último que perdemos.
A pesar de todas las dificultades y de tener que entender esta nueva realidad, de estar cerca de ella y sentirla más que nunca. De no entender qué le está pasando, de adaptarme a los cambios, al día a día, a ponerme en su lugar, a tenderle mi apoyo pero a la vez de sentirme perdida, impotente, sin salida, sola, con ganas de salir corriendo, dar explicaciones a quienes no lo entienden y a pesar de todo esto me doy cuenta de que lo que queda, lo que llega, lo que permanece es lo que se ama.
La fría noticia del alzheimer cayó en aquel momento como una losa, un golpe duro. A esa losa con el tiempo la fuimos combatiendo, levantando con fuerza y plantándole cara, pero hubo que pasar por muchas etapas y aún nos queda camino por recorrer. Habrá situaciones que nos seguirán sorprendiendo, dificultades que sortear con fuerza y creatividad.
Así que miro de frente a eso que otros no quieren mirar y dan la espalda, limitándose a etiquetarlo como enfermedad y sin ver más allá, sin mirar a los ojos de quien hay detrás. Miro a lo que otros les dan miedo mirar. Miro tu realidad.
“Estoy aquí, entiéndeme, para mí tampoco es fácil, sé que estáis hablando de mí, que no me entendéis, os incomoda mi presencia, incluidme en la conversación, en los planes, por favor, sigo aquí…Sólo una mirada, una palabra, un abrazo.”
Mirándote a los ojos te pregunto aquello que hace tiempo algunos, demasiados, se olvidaron de preguntar: ¿Cómo estás?. Trato de pensar que a la mayoría le puede el miedo ante el desafío de enfrentarse a aquello que no pueden controlar y que se sale de la normalidad.
Cuidarte se convierte en un acto de rebeldía ante este mundo que te da la espalda y sigue sin querer mirarte a los ojos. Un mundo que rechaza a quien ya no “sirve”, a quien no produce, a quien nos hace parar nuestra rutina para replantearnos la vida. Seguimos porque da miedo parar.
He pensado en muchos momentos que mi madre ya no es la que era, me enfadaba que ya no hiciera su papel de madre pero he podido comprender que estaba equivocada: sí que sigue siendo mi madre, es mi madre con alzheimer. Lo digo sin miedo pero con emoción. Siempre será mi madre. Aquella mujer que ama el arte, la misma que tantas veces hoy en día nos salva y nos hace libres.
Recuerdo junto a ella, entre cantos, esos versos en la voz de su cantante preferido: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Tú, que has dedicado tu vida a enseñar, estás dando tu mejor lección: lo importante que es disfrutar el camino, porque uno nunca sabe como ni cuando le puede cambiar la vida de un día para otro, los planes ya no existen, solo el camino, lo que estamos viviendo ahora, cada momento, cada día, ya.
Y el presente está siendo un renacer, reaprender, desaprender. Luchamos con que ese día a día esté lleno por todo menos rutina, aquello por lo que pasábamos de largo ahora nos detenemos a observar y la belleza nos sorprende. Podemos mirarnos a los ojos.
No nos olvidemos tan pronto de ella porque ella aún no nos ha olvidado. Entonces, ¿Quién es el que olvida aquí?
Ella también se merece disfrutar de la vida, no ha perdido la emoción.
Caes y te recojo
Tu apoyo, mi apoyo
Tus ganas, tus deseos
Tu lucha, mi lucha
Tus enseñanzas
Tu calma
Tu risa y la mía
Tu luz, tu paz
Tu emoción y la mía
Nuestros recuerdos
Tu vida y la mía
El camino que nos queda por recorrer
Yo elijo estar en paz contigo
Gracias por recordarme que todavía estás aquí, viva.
Y que solo permanece lo que se ama.