Relato cuidadora familiar de Pepita Bernalte Bernardo para los Premios SUPERCUIDADORES.

Gracias a la enfermedad de Alzheimer por haberme permitido conocer a mi marido que durante cuarenta y cinco años de convivencia no habia sido posible.

Vuelvo la vista atrás y veo unas vidas normales, de sacrificios, y de haber hecho todo lo que estaba en nuestras manos para educar a nuestros cinco hijos.

Juan siempre fue una persona con carácter y a la cual no le gustaba exteriorizar sus sentimientos. Yo creo que siempre hay una causa para que esto ocurra. Él fue una persona que todo lo hacía por su familia, por la cual hizo todo lo que hubiere que hacer, sin importarle los gastos y haciendo todo lo posible para que sus hijos consiguieran todo lo que ellos necesitaban o querían. Pero siempre desde la honestidad y conociendo los problemas que muchas veces surgían entre nosotros.

Doy gracias a dios por qué a través de esta enfermedad de Alzheimer me ha permitido cuidarlo y demostrarle que yo lo he querido siempre, y que llegado este momento me permitiera hacer todo lo que me hubiese gustado demostrar durante tantos años.

A mí me hubiese gustado tener conversaciones y explicar los sentimientos que me inundaban en cada momento, pero esto nunca pudo ser, quizás por caracter.

Lo más importante es que Juan era una buena persona, honrada al máximo, pero con grandes problemas para manifestar sus sentimientos.

Por eso, llegado el momento en que la enfermedad hizo su aparición y la fase más grave llegó, tuve que decidir qué hacer, siempre lo vi claro: Dios me daba la oportunidad de demostrar lo que durante tantos años me hubiese gustado y no pude, que era comunicarme con él.

¡Qué paradoja!, ahora que él por causa de la enfermedad había perdido la “palabra" y todo parecía que también su conocimiento, pues ¡no era así!, entonces apareció la parte divina que todo ser humano tenemos y que no desaparece con ninguna enfermedad, si no que se esconde y cuesta encontrar.

En ese momento, yo me limité a darle cariño y mirarle a los ojos ponerle la música que a él le gustaba, zarzuela, ópera, tangos y ver fotos, con lo cual, él se relajaba, y no se cansaba de repetir una y otra vez. Y con este lenguaje, me entendía, y yo podía ver en su mirada todo lo que antes con palabras no supo decirme. Me quería y me estaba dando las gracias por estar a su lado y proporcionarle todas las atenciones y cuidados, tales como: darle masajes y sacarlo de paseo. Siempre muy arreglado y perfumado. Le gustaba mucho.

Sin una palabra, llegamos a comunicarnos más profundamente que durante todos los años de convivencia, y que para mí ha sido una de las épocas, que aunque parezca raro, se ha convertido en una de las etapas más bonitas de mi vida, y de la cual, más he aprendido, guardando un excelente recuerdo .

Tengo que agradecer y reconocer a las personas que me han ayudado, y que para mí han sido "los ángeles" que dios puso en mi camino.

Reconocimientos:

Uno muy especial a Mari José, no tengo palabras para reconocer lo que hizo por nosotros. Aunque ella era una trabajadora, nunca lo hizo como un trabajo, sino como un acto de entrega, generosidad y amor. Un verdadero "ángel". Nunca olvidaré lo que hizo por nosotros.

También a las otras personas que Dios permitió entrar en mi vida para ayudarme, formando parte de mi familia. Dina, tranquilidad y paciencia. Yeni, juventud y alegría (para ella era su príncipe). Noelia, simpatía y cuidados. Cris, su juventud y responsabilidad hasta “el final”.

Como principal reconocimiento, el haber podido contar con el centro de AFA Valdepeñas, que desde el primer momento nos ayudó, pues Juan iba muy contento, y a mí me preparo, aportandome tranquilidad y conocimiento con los grupos de apoyo; y de tenerlos a mi lado en todo momento, y los sigo teniendo, como verdaderos protectores, dándome la seguridad de que si necesitaba ayuda tenía a los "mejores" en todos los sentidos, en profesionalidad, humanidad y sobretodo como si fueran la propia familia. ¡Gracias a todos!.

Y como no, a nuestros hijos, que sin poder estar físicamente cerca me hicieron sentirme acompañada, apoyada y querida en todos los momentos dificiles, haciendomelos, no solo, más llevaderos, si no con la seguridad de sentirme arropada por todos, sin escatimar esfuerzos, para que yo, me sintiese bien y pudiese atender a su padre, y al mismo tiempo disfrutase de todos esos momentos, pudiendo tener los medios necesarios para estar acompañada por una persona, no solo para el cuidado de su padre , si no de mí; de no haber sido así, yo no hubiese podido (por mi naturaleza, en esos momentos muy delicada) seguir.

Por eso, tengo que agradecerle a Dios el haberme puesto en mi camino a tantas personas, que tan importantes han sido para mí.

¡Gracias!

Conclusiones: Los momentos dificiles pueden ser positivos.

 

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