Un día cualquiera en un trabajo que no veo como trabajo…
Concha: Pilar, con lo jovencita que eres, ¿Cómo es que trabajas cuidando ancianos?
Pilar: Pues Concha, porque para mí no es un trabajo, para mí es una gran oportunidad de aprender de vuestras vidas y de serviros de ayuda.
Concha: ¿Siempre has querido dedicarte a esto?
Pilar: Puede decirse que sí, mis padres me han inculcado desde pequeña el respeto y el cariño por las personas mayores, siempre me han dicho que las personas mayores son muy importantes y que de ellos se puede aprender mucho. A partir de ver cómo ellos trataban a las personas mayores y de lo feliz que yo me sentía cuando abrazaba o sonreía a uno de ellos, empecé a darme cuenta que de mayor quería cuidar a los ancianos.
Concha: Pero tan pequeñita ¿ya sabías lo que había que estudiar?
Pilar: No, no sabía que había qué estudiar, solo recuerdo decir a mis padres con unos cinco añitos. Papá, mamá, no sé qué tendré que estudiar, pero yo quiero cuidar ancianos.
Concha: ¿Tus padres te apoyaron con esa idea?
Pilar: Si, mis padres siempre me han apoyado y les parecía precioso que pudiese dedicarme a algo que me hiciera tan feliz.
Concha: ¿Alguien de tu familia se había dedicado antes a esto?
Pilar: No, bueno no de manera profesional, pero una de mis abuelas, mi abuela Prese siempre había cuidado en su casa a sus mayores, mi madre me lo contó de pequeña y mi abuela siempre me contaba con mucho cariño como cuidaba a su madre, al padre de mi abuelo y lo importante que para ella era que ellos estuviesen bien y que se sintieran bien.
Concha: ¿Tu abuela sabía que te querías dedicar a esto?
Pilar: Sí, cuando ya iba a empezar mi módulo de Atención a Personas en Situación de Dependencia se lo dije a los dos abuelos que todavía vivían, a mi abuelo Luis y a mi abuela Prese y mi abuela se emocionó muchísimo cuando le dije que me iba a dedicar a cuidar a personas mayores, me cogió de la mano, la besó y me dijo que esa era una profesión preciosa. Mi abuelo estaba preocupado de todo lo que implica mi trabajo y me veía tan delicada que le costaba imaginarme ejerciéndolo, pero cada vez que le hablaba de lo que aprendía en mis clases se le llenaban los ojillos de lágrimas de orgullo.
Concha: Y ahora que estás trabajando en esto, ¿es lo qué esperabas? ¿No te cansas de nosotros?
Pilar: No y no. Es mucho más de lo que esperaba, en mis clases aprendí mucha técnica, que es muy necesaria para llevar a cabo mi labor, pero en cada sitio donde he trabajado he aprendido algo mucho más importante, he aprendido de vuestras vidas, he aprendido historia, pues muchos de vosotros me contáis cosas que han pasado en vuestros lugares de nacimiento o de la niñez hace muchos años, he aprendido a coser, me siento muy importante cuando vosotros me pedís ayuda y yo puedo ayudaros. Y no, no me canso de vosotros, de hecho para mí es más fácil levantarme por las mañanas al saber que cuando llegue al trabajo os voy a ver y voy a poder hablar con vosotros, contaros mis cosillas y escuchar las vuestras.
Bueno Concha, que no dejo de hablar yo. ¿Tú como te sientes?
Concha: Pues Pilar, a veces no me siento muy útil, porque casi no puedo caminar y me tenéis que ayudar casi para todo.
Pilar: ¿Pero cómo no te sientes útil, con todo lo que has luchado para volver a caminar? Después de la enfermedad que tuviste te dijeron que no ibas a volver a caminar y que estarías en una silla de ruedas y tú has conseguido volver a caminar aunque sea ayudada por las muletas.
Concha: Pues en eso tienes mucho que ver tú, cada una de tus sonrisas, tu forma de tratarme, las veces que me animas diciendo que soy una campeona y que lo estoy haciendo muy bien, las conversaciones que tenemos y tu forma tan sencilla de hacerme sentir importante, es lo que me da fuerzas para seguir luchando. Estoy orgullosísima de tener una cuidadora tan bonita y buena cómo tú.
Pilar: Yo sí que estoy orgullosa de ti, alguien que me enseña TANTO y que me demuestra que luchando se puede conseguir lo que una se proponga.