Hola. Me llamo Nico. Tengo 13 años. Quiero hablaros de Iván. Iván es mi hermano. Bueno, en realidad no es mi verdadero hermano, pero para mí, es como si lo fuera. Me explicaré:
Yo soy un niño bastante especial. Mucha gente dice que soy raro, que estoy loco, o directamente, que soy malo. Pero yo se que no es así, porque yo sé que mis padres e Iván saben que soy buena persona. Ellos me lo dicen siempre…
Me cuesta mucho hacer amigos. De hecho, ya casi no recuerdo la última vez que me invitaron a un cumpleaños… Más aún me cuesta confiar en las personas, incluso en mis padres o mis amigos. Dice mi padre que eso es porque cuando era un bebé no pude aprender a confiar en los demás porque me abandonaron y nadie me enseñó lo que era ser amado. Pero ahora que tengo una familia y amigos que me quieren, cada día que pasa lo estoy aprendiendo mejor. Al parecer, esto se llama Trastorno Reactivo del Apego.
Pero es muy duro ser así. De repente, sin saber por qué, siento que todo el mundo está contra mía y que quienes me rodean son una amenaza. Y cuando me siento amenazado, me enfado de una forma que no puedo controlar. E intento imponerme a los demás, alzando la voz, gritando, insultando o rompiendo cosas o pegando. Y claro, eso asusta a la gente, y por eso, no les gusta estar conmigo. Y eso, la verdad, me enfada bastante… En verdad, no sé por qué me pasa, y no me gusta haberlo hecho. A veces, ni siquiera me acuerdo exactamente de lo que me ha pasado. Pero encima, se ríen de mi o me acusan de mentiroso.
En el cole tampoco me van las cosas demasiado bien, la verdad. Supongo que debe ser bastante difícil convivir conmigo, pero también para mi es un entorno muy estresante. Los profesores y los compañeros son miles de oportunidades al día para tener problemas, y cada día que consigo volver a casa sin tener un disgusto serio, es una victoria. (pero no son muchos).
En verdad, no se por qué lo hago, y no me gusta haberlo hecho. A veces, ni siquiera me acuerdo exactamente de lo que he hecho. Y encima me acusan de mentiroso.
Así me pasa muchas veces más de las que me gustaría. Me pone muy triste ser así, porque no me gusta. A veces me siento tan mal que desearía no haber nacido, y me gustaría ser más valiente para quitarme la vida.
Pero todo eso, cada vez está mas lejos desde que conocí a Iván, que es un amigo de mi padre.
Iván es un gran deportista, y sobre todo le gusta mucho la natación, el surf, y el paddle surf. Mi padre le pidió que saliera conmigo a hacer deporte para darme la oportunidad de disfrutar haciendo cosas nuevas y distintas al aire libre.
Los primeros meses fueron muy duros para los dos. Salíamos a la calle, al parque o a la playa a hacer deporte y a veces, en cualquier sitio y por cualquier cosa, discutíamos e intentaba escaparme de él. Y esos días, ya no quería volver a verle nunca más.
Me costó mucho tiempo aprender que podía confiar en él. Pero, al final, me di cuenta que Iván es alguien en quien se puede confiar a ciegas.
A Iván no le costó tanto tiempo entenderme y aceptarme porque es muy buena gente, pero no le fue tan fácil aprender a leer en mi mirada y mi actitud lo que pasaba por mi mente. Ahora ya nos entendemos casi sin palabras, y con una mirada, podemos adivinar en que estamos pensando. A veces pienso que me lee la mente…
Ya no vamos a hacer deporte tanto como antes, pero pasamos mucho tiempo juntos. Me gusta estar con él y con su familia, que ahora es la mía también. Para mí, Iván es mi hermano mayor, Sasha, su novia, es mi cuñada, y Mark, su hijo, mi sobrino. Y su madre y su padre, mis abuelos; y así sucesivamente.
Cuando he tenido un día complicado en el colegio o en casa, sé que estar con mi hermano Iván me ayudará a calmarme y a sentirme mejor.
De alguna manera, el mundo es un lugar mejor porque Iván, mi hermano, está cerca de mi, siempre a mano, siempre con una sonrisa en su rostro para mi. Él me comprende, me acepta y no me juzga. Tan sólo me ayuda, si me hace falta.
Compartimos buenos momentos, y me enseña a respetar y a comportarme. Sé que se preocupa por mí, y que puedo confiar en su criterio.
Últimamente, Iván y mi padre se han vuelto un poco locos (¿Se lo habré pegado yo?)
De repente les dió por nadar muchas horas para entrenar. Y un día, me contaron que habían cruzado el estrecho de Gibraltar a nado para ayudar a otros niños que les pasa lo mismo que a mí. Me parece que me están engañando, pues no entiendo como estar tanto rato nadando puede ayudar a otros niños. Y la verdad, tampoco me importa demasiado.
Lo que sí me importa es contar siempre con mi amigo, mi hermano Iván.
Nico.