Usúe nos manda un relato muy especial sobre los primeros meses de dedicación absoluta a aquella persona a quien más quiere, su pequeño:


Desde que naciste, no me he separado de ti ni un solo día, ni una noche. Los cuatro primeros meses sentía que eras mi única obligación, mi misión en la vida.

Me hacías sentir que había nacido para ser madre. Entonces no podías valerte solo. Me hacías sentir importante. Indispensable. Era tu único alimento, tu principal consuelo. Apenas te movías, pero podía pasar horas contemplando tus pequeños gestos. De hecho, durante los primeros ocho meses de tu vida, una vez al mes dedicaba un día exclusivamente a mirarte, escucharte, olerte, acariciarte… y escribir con todo lujo de detalles lo que vivía y sentía. Era fácil. Durante los primeros meses, el tiempo se ralentizaba a tu lado.

14 de enero. 5:00 am

Tienes dos meses. Nos despierta tu aullido en la noche. No estás cómodo. Te cojo en brazos y te tumbo en el cambiador del baño. Te sujeto la cabeza y vierto unas gotas de suero fisiológico en uno de los orificios de tu pequeña nariz. Agitas la cabeza con fuerza y expiras de forma refleja. Algunos mocos, los más líquidos, salen sin necesidad de aspirarlos. Los más espesos se resisten incluso al aspirador nasal con el que los absorbo. Cada vez que te echo suero o aspiro, lloras. Me miras fijamente. Tus ojos me transmiten dolor. Pero pronto mi mirada fija te calma. Eres listo. Sabes que lo estoy haciendo por tu bien y pronto estarás mejor.

14 de febrero

Tienes tres meses. Desde hace dos semanas cambiarte el pañal es algo complejo. Tienes un hongo que nos obliga a lavarte en el lavabo tras cada deposición. Luego nos enfundamos unos guantes de vinilo y te echamos crema. Por la mañana y por la noche, una contra el hongo. Y el resto de las veces, una reparadora muy espesa que impide que pase la humedad. No hay vez que te la echemos que no vuelvas a hacer caca o pis. Y vuelta a empezar. Después, regurgitas.

14 de marzo

Tienes cuatro meses. El fin de semana pasado empezamos a darte una papilla de cereales a la hora de comer, con la idea de eliminar una toma y que mi pecho y tú os vayáis adaptando a la nueva vida con vistas a mi reincorporación al trabajo. Aunque te la da papá, poniendo el alma en ello, comes poco.

Empiezas riéndote pero después de tres o cuatro cucharaditas pones cara de pena. Supongo que no entiendes por qué este cambio. Y dónde está mamá. Porque yo, para que no me huelas y te vuelvas loco, me encierro en el dormitorio. El primer día lo pasé fatal. Primero me machaqué pensando que tal vez te gustara más la papilla y empezaras a rechazar el pecho. O que al reducir una toma, yo dejaría de producir leche. Luego lo pasé mal porque no dejaba de oírte llorar. Lloré tanto o más que tú. Ya solo quedan tres semanas para mi vuelta al trabajo. Sin embargo, he tenido una reunión con mis jefes en la que me han ofrecido una salida amistosa de la empresa. Tengo mucho que pensar y quedarse en casa viéndote crecer y disfrutando de ti es una opción muy tentadora.

9 de mayo

Tienes seis meses. Te ofrezco el pecho. Solo tomas el izquierdo, rápido, con ansiedad. Me escuece. Tengo una grieta considerable. De vez en cuando muerdes. No quiero ni imaginarme el momento en el que tengas dientes. También pellizcas. Con las uñas que tienes largas, haces daño. Y me pegas manotazos en el brazo.

16 de junio

Tienes siete meses. Estamos en el parque, sentados a la sombra. Duermes mientras escribo estas líneas. Tienes la piel de gallina en las piernas. Me quito el jersey y te lo pongo a ti alrededor de las piernas. Vamos a dar una vuelta porque empiezo a congelarme.

21 de julio

Tienes ocho meses. Mientras me ducho, sentado en tu amaquita, juegas con el papel del water. Estiras con cara de pícaro. Me miras. Sonríes. Te dejo experimentar. Empiezas a romperlo, despedazarlo. Aplaudes. Da gusto verte tan sonriente, tan feliz. No paras de hablar

Pasados los primeros ocho meses, el tiempo volvió a acelerarse. Haces tantas cosas que escribir sobre ellas sería perdérselas.

Cada día estoy más convencida de que nuestra apuesta por estar contigo los primeros años de tu vida merece la pena. Lejos de vivirlo como una renuncia, lo vivimos como una elección que ya está dando frutos visibles.

¡Te quiero peque!

Usúe Madinaveitia

 

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