Lucía y Antonio son una pareja de jóvenes aventureros. Se conocieron hace 12 años y comenzaron a compartir su camino. En el año 2011, la enfermedad de Alzheimer se interpuso como un laberinto en su historia de amor. En un primer momento, la confusión y el miedo dificultaban encontrar la salida. Pero la fortaleza, la confianza, el optimismo y el buen humor de Lucía le permitieron continuar dando pasos para atravesar el laberinto. En uno de los cruces de caminos, encontró a AFAL Ferrolterra y junto con el apoyo de su familia consiguió afianzar esos pasos, que se dirigen siempre hacia la convivencia con la Enfermedad.
A continuación, Lucía nos relata con el positivismo que caracteriza su día a día:
“Os voy a contar cómo me cambió la vida al diagnosticarle a mi marido una enfermedad tan al orden del día como es el Alzheimer.
Somos una pareja joven y nos cogió muy desprevenidos.
Nos cambió mucho la vida pero no me arrepiento de todo lo que tienes que perder.
Después de diagnosticarle esta enfermedad intentamos seguir haciendo lo mismo pero no se pudo. Yo tuve que dejar mi trabajo.
Aún estando pendiente de él y dejándole hacer las tareas, fue perdiendo y opté por preguntar en un centro de día qué era y qué hacían.
Mi marido estaba acostumbrado a estar las 24 horas del día conmigo, pero al final conseguí ingeniármelas para que fuera unas horas.
Gracias a algunos familiares, amigos y el equipo del centro de día la enfermedad es un poco más llevadera.
Me gusta mantenerlo activo aunque al final del día la que acabe cansada sea yo. Solemos dar paseos con los amigos, y hace un tiempo una vez a la semana íbamos a bailes de salón y allí lo pasábamos muy bien en un grupo de niños pequeños. A él lo veía como uno de ellos, haciendo lo que quería y diciéndole al profesor lo que quería bailar, porque el rock and roll no le gustaba. Ahora por desgracia no podemos ir porque esta enfermedad avanza.
Hay que ver lo positivo de todo esto y disfrutar al máximo y no tomarnos a mal las cosas, pues son como niños pequeños que te dejan sonrojado con sus locuras.
Os voy a contar una de ellas. Por las mañanas cuando lo llevo al centro de día siempre me dice que si no me quedo con él. Un día, al llevarlo al centro de día había dos chicas en la entrada. Él siempre me manda un beso y una de las chicas estaba en el medio y le dijo que para ella no era, todos nos reímos. Siempre les hace de las suyas, si no les coge lana de las manualidades que hacen, les coge otra cosa del centro. Y cuando lo voy a recoger, que es poco tiempo para mí y mucho para él, me da un abrazo y se pone todo contento como si llevara años sin verme.
Aunque esta enfermedad va avanzando y no sé cómo será, yo me quedo con lo mejor, y eso es CARIÑO, BESOS y ALEGRÍA, que él necesita y yo también.”
Este es el camino que comparten día a día, y a pesar de las piedras o los baches que se puedan encontrar, gracias a su esfuerzo y a su valentía Lucía ha logrado ser su mejor compañera de viaje.