Gladis nos cuenta la lucha que su madre, con su ayuda, mantiene frente al alzhéimer y cómo disfrutan del día a día y de los pequeños detalles:


Soy cuidadora de mi madre, quien padece ALZHÉIMER, desde hace casi seis años.

Del día primero como cuidadora, sólo tengo la imagen de sus ojos perdidos, vidriosos y su mano derecha, siempre buscando prenderse de la mía, como una niña de unos tres años; pero con la fuerza del adulto más fuerte.

Sumida en una profunda depresión y diciendo que nadie debería llegar a viejo porque empezaba a ir de lado a lado.

Sus médicos la asistían mensualmente, el domicilio de emergencias que atienden en casa, llegaba frecuentemente.

Hoy vivimos una historia diferente, ya no vamos al médico y tampoco llegan vehículos de emergencia a nuestra casa.

  HOY

Mi madre ya no recuerda la depresión, sus ojos no lloran, todos los días en la mañana mientras desayuna, ríe como viendo un programa de humor especializado.

¿QUÉ HA PASADO?

Con la ayuda de la FUNDACIÓN ALZHEIMER de mi país, entendí la enfermedad, empecé a leer todos los documentos que me suministran información directa; y en forma complementaria, investigo cuando lo que observo me sorprende…  Me reviso interiormente y practico a diario cuidarme para cuidarla.

¿QUÉ HACEMOS?

Nos abrazamos y con mucha facilidad nos decimos cuánto nos amamos.  Jugamos, cantamos, decimos adivinanzas, practicamos boxeo, caminamos y contamos pájaros.  Leemos, oramos y practicamos.

Guardo su primer pensamiento de la mañana y programo un video relacionado para la tarde.  Cada vez disfruta más de las cosas simples y pequeñas

Así pasamos los días, ya no hay tristeza, no hay temores, disfruta del baño con agua lanzada, como cuando era niña en el río de la finca de sus padres.

Cuando la soledad ataca recordando cuando murió mi padre, le hablo de la mesa del desayuno con 12 sillas, porque en nuestra mesa siempre había un puesto adicional para el bienllegado, muchos platos, pocillos, cubiertos y comida muy sencilla; pero llena del sabor que solo su amor pudo impregnarle.   Segundos después y de la forma más natural, su cara brilla y recuerda cuando nuestro padre pasaba puesto por puesto, probando nuestros platos uno a uno y diciendo… ‘’a mí no me sirvieron de esto tan rico’’… luego reímos.

Los cálculos renales no han vuelto, la tensión arterial esta en armonía, ya no hay gripa ni catarro, ya no hay desordenes estomacales, ya no hay calambres.

Hoy puedo confirmar además, que las enseñanzas de un médico canadiense, quien desde hace más de veinte años, trabaja con métodos paliativos y busca ayudar a sus pacientes para que puedan vivir cada día que queda de la forma más plena posible.  Promueve que los pacientes lleguen a su final en sus casas, acompañados de sus seres queridos, sintiendo que ese paso inaplazable puede ser sereno y hermoso.

En nuestra historia, confirmo cada día su teoría y sus vivencias; que enseñan que los años y la enfermedad no nos tienen que llegar destrozados y sin esperanzas.  Afirma que es posible llegar a nuestro último respiro, o nuestro último latido con un cuerpo cuidado, unos sentimientos buenos y alcanzando la paz interior antes de irnos.

Finalmente se cuestionarán ustedes por qué el título parece un poco extraño; pero quiero decirles que es el resumen o síntesis de mi historia.  Hoy vivo con la convicción de querer acompañar a mi madre hasta su ultimó latido, SIN olvidar que entre mi responsabilidad de hija y madre de un hijo de 20 años, se forma una BALANZA CON DOS PESOS EXACTAMENTE IGUALES, que debo atender y cuidar hasta que…. se cumplan los tiempos.

Bonocuidador premiossupercuidadores2016