Sandra nos relata una historia en la que el cariño que siente hacia otra persona hace que no dude en acompañarla y estar con ella cada día, luchando contra el deterioro cognitivo y todos los obstáculos que se presenten:


Compartimos día de celebración de cumpleaños: 7 de agosto. Día de verano que recuerdo por ser motivo de reunión familiar, entre arena de la playa, olor a salado del Océano Atlántico, copas de brindis y miradas que desean que otro año nos permita reunirnos de nuevo. Recuerdo haberlo celebrado junto a ti casi todos los años. Y tras esa celebración y el vínculo generado de esa fecha, supe que nuestras líneas de vida se juntarían fielmente en algún momento. Ese momento llegó hace 6 años, cuando tu deterioro cognitivo y tu bloqueo depresivo hicieron que desconectaras en gran parte de tu vida. Entonces, una parte de mí se unió todavía más a ti, con mucho sentido, el sentido de acompañarte.

Reafirmaba mi idea infantil de decidir acompañarte cada año

Reafirmaba mi idea infantil de decidir acompañarte cada año. Y esa idea creció más cuando un negligente accidente residencial hizo que te quedaras tetrapléjica y desamparada de cuidados. Me armé de valor. Custodié tu piel cada hora en ese hospital; animé tus oídos con palabras y sonidos familiares; aceleré la mejora de la cicatrización de tu herida abierta en la frente con rosa mosqueta; alenté a tu corazón a seguir luchando con mensajes subliminares de aliento; y, sobre todo, alimenté tu alma con mi compañía, para que estuvieses convencida de que en casa te necesitábamos, porque tu cuerpo era artificialmente nutrido ya con esa sonda nasogástrica, pero tu interior demandaba otro tipo de sintonía. Pasamos juntas en el hospital nuestro 7 de agosto de aquel 2010. Entre collarín Philadelphia, dosis de Corpitol y Aceite de almendras dulces, canciones susurradas de Antonio Machín y caricias relajantes agudizadas por el Haloperidol y el Distraneurine, pasamos unos duros 15 días previos a nuestro regreso a casa. La incómoda butaca de todas esas noches fue mi humilde compañera de dolores lumbares y valentía hermética.

Día a día, juntas, desafiamos a las indicaciones desesperanzadoras de Medicina Interna y quise alcanzar tu máximo bienestar. Acudí a mi repertorio gerontológico, el que ha marcado mi adolescencia con mi abuela, la que tú conociste. Ese repertorio que ha generado que esta faceta sea mi cotidianidad. Echamos de la fiesta al collarín, a la sonda nasogástrica, al Haloperidol y al Distraneurine, y no permitimos que ni úlceras ni tu inmovilidad mermaran tu bella expresión facial y tu dulce mirar de mujer familiar entregada. Sé que sientes que te acompaño y eso me anima a seguir con estos cuidados, que para mí son inestimables y sabias enseñanzas que me dejas, además de dosis de amor infinito y recíproco.

En esas fechas, las personas no se dan cuenta de que para ti da igual que sea 25 de diciembre que 1 de enero

Este año volvimos a celebrar juntas unos duros 10 días de jornadas hospitalarias. Aparecieron las broncoaspiraciones sin avisar. En esas fechas, las personas no se dan cuenta de que para ti da igual que sea 25 de diciembre que 1 de enero. Lo único que me importa era escuchar que seguías respirando sin dificultad, que ingerías sin riesgos las 6 cucharadas de alimento que cada 3 horas me atrevía a darte por vía oral, que continuabas manteniendo tu integridad cutánea como la mantengo en casa, que podía seguir extrayendo con cuidado tus heces porque tu sistema de excreción ya no te permite ejercer ciertas funciones básicas. Lo único que me importaba era tachar en la agenda que quedaba un día menos de tratamiento y que una vez más ibas a permitir que te siguiese acompañando. Y de nuevo, una incómoda butaca que me escoltó en la entrada de este 2016, todas esas noches, y que fue mi humilde colega de dolores lumbares y lucha guardada herméticamente.

Y ha valido la pena decidir acompañarte todo este tiempo, seguir tratándote como siempre, seguir teniendo en cuenta tus gustos y tus aflicciones, tus manías y tus decisiones. Te gusta que te agarren con delicadeza, y así lo hago. Que te avise cuando te aseo, sobre todo cuando debo invadir tu intimidad más preciada. Bromeo con dejarte fresca como una lechuga y me miras sonriendo con esas oscuras pupilas. Cuando estornudas, me preocupo de hacerme con un pañuelo lo antes posible. A mí me gustaría que limpiasen mis fosas nasales si estuviese incapacitada físicamente para ello. Cuando organizo la comida, pienso en lo que a ti más te gustaba saborear. Y me informo de cada novedad que ayude a tu mejora externa e interna.

Y cada día, velo porque llegue cada 7 de agosto

Ahora son los espesantes, que he conseguido complementar con Alga Agar-Agar, para no abusar de las gelatinas de toda la vida; o las papillas de avena integral, que te mantienen fuerte y floreciente.

Y cada día, velo porque llegue cada 7 de agosto. Acompañándote en tu camino, que es el mío. El que hemos construido juntas.

Bonocuidador premiossupercuidadores2016