Hay cosas que nunca piensas que te puedan ocurrir a ti; entre ellas, algo tan desconocido como una lesión medular, especialmente la adquirida por un brusco y trágico accidente. Se rompe todo en tu vida: de pronto debes aprender a convivir con un cuerpo que te es ajeno, que no obedece, que no siente en algunas zonas, que duele en otras.

La alteración física y la inmovilidad te asustan enormemente, pierdes la autoestima, sientes que no vales para casi nada y te sientes angustiado e impotente ante la gran dependencia que adquieres para realizar actividades de la vida diaria, perdiendo tu intimidad e independencia. El miedo, la melancolía y, a veces, la ira, se apoderan de ti; después del primer “shock” y de la negación de lo que ocurre, pasas por etapas de adaptación hasta que vas asumiendo la realidad que te toca, como dicen en el Hospital de Parapléjicos de Toledo, “cuando te quitas la silla de la cabeza y te la pones debajo del culo”. Pero es un camino muy difícil.

Los obstáculos del día a día

Tu casa está llena de obstáculos, escaleras, espacios pequeños, mesas bajas, armarios altos. En mi caso, mis padres y hermanos tuvieron que cambiar de vivienda, hacer obras de adaptación y, aún así, sólo puedo acceder a una pequeña parte de la casa. Por no hablar de las barreras arquitectónicas en el entorno, en tu ciudad, barreras que fomentan el aislamiento y la dependencia (limitas tus salidas para no tener que pedir ayuda constantemente).

Sentirse una carga es una de las consecuencias emocionales más difíciles de sobrellevar. La familia se vuelca en ayudarte, pero eres consciente del cansancio psicológico que supone para quien te atiende (generalmente tu madre) y el peligro de la sobreprotección, que no es bueno ni para el discapacitado ni para el familiar. La dependencia es especialmente dura en aspectos como el control de esfínteres: no estás preparado para que te tengan que asear como a un niño pequeño y no estamos educados en la naturalidad para estos temas. Acostumbrarte a que tus seres queridos te laven o recojan tus heces es una tarea que no llega nunca, y que se complica cuando se trata de encontrar pareja.

 

La lesión medular no sólo te altera la función de la vejiga y el intestino, sino la función sexual. El hecho de que la sociedad exija ciertos estereotipos afecta psicológica y sexualmente a los discapacitados, sientes que nadie se va a fijar en ti, que el simple hecho de no tener una erección te convierte en menos hombre, y nada más lejos de la realidad.

La capacidad de amar y sentir afortunadamente no tiene nada que ver con una médula espinal dañada

Acabas aprendiendo que después de un accidente la sexualidad se vive de otra forma, que no es inferior, sino diferente, e incluso más rica, porque dejas de concebir el sexo tan solo como algo coital y te implicas más en la calidez, las caricias, el erotismo emanado de todos los sentidos. La capacidad de amar y sentir afortunadamente no tiene nada que ver con una médula espinal dañada.

Mi amigo Lobo

Se han escrito muchas cosas sobre el perro, ese noble animal considerado el mejor amigo del hombre. Después de quince años viviendo la vida desde mi silla de ruedas, puedo afirmar, que el perro es un compañero inigualable de las personas discapacitadas. A lo largo de estos años he disfrutado de tres preciosos ejemplares: Seia, Pancho y mi actual compañero de fatigas: Lobo. Lobo es un pastor alemán de seis años adiestrado como perro de asistencia.

Está adiestrado para prestarme ayuda en mi vida diaria. Su adiestramiento le convierte en un perro modelo para la educación vial, porque Lobo va constantemente mirando a su dueño, esperando una orden y siempre está deseando trabajar.

Pero mi querido Lobo, como tantos otros perros, es mucho más que eso. Es un antídoto contra el estrés y el mal humor; aumenta mi autoestima, mi sentimiento de ser útil y de que yo también puedo cuidar de alguien; me obliga a salir de casa, a estar activo y nuestros paseos me permiten ampliar el círculo de amigos (y a él también…). Charlar con Lobo y acariciarlo es el mejor bálsamo para mitigar el inevitable sentimiento de soledad que nos invade a todos muchas veces. Es mi bastón para no caer, mi consuelo cuando estoy triste, mis ganas de vivir y seguir luchando cuando me recibe con esa loca alegría, mi infatigable escudero y, por encima de todo, “MI FIEL COMPAÑERO”. Gracias a la experiencia con Lobo, he decidido convertirme en adiestrador canino profesional. Es la mejor manera de sentirme útil y enseñar a los demás cómo un animal puede mejorar nuestra vida.

11032016 Lobo

 

Sentirse querido, la mejor terapia

Sentirse querido y hacer que los que te rodean se sientan queridos por ti es la mejor terapia para superar todos los baches que inevitablemente se producen. Y, sobre todo, quererte a ti mismo y no mirar atrás. Aunque te caigas.

Bonocuidador premiossupercuidadores2016