Isabel Gamarra nos presenta la historia de un amor atemporal, de dos personas que se aman pese a los obstáculos que, por desgracia, nos pone la vida:


No me canso de mirarla. Sigue siendo ella. A veces, su silencio intenta convencerme de que no es ella, que no está, que es otra, pero le cojo la mano y percibo que se siente segura, que en su dormitar casi eterno, necesita el contacto con mi piel. Y yo con la suya. No me canso de amarla, de soñar que un día, no muy lejano si Dios o la ciencia quieren, nadie más, tendrá que vivir la tremenda y dura espera de un final.

Todas las etapas las hemos vivido juntos. Ella y yo

Antes de saber que estaba enferma ya vivimos etapas crudas, pero nunca imaginé que ésta nos uniría para siempre en la atemporal habitación de un hospital, nuestro hogar ahora.

Un día nos contaron que ella padecía ELA y desde entonces decidimos vivir sacando el jugo a lo que nos quedara juntos, a ella por la enfermedad, a mi por ella. Congelé su sonrisa en mi mente, grabé su voz en mi sentido, guardé su mirada detrás de mis ojos, donde escondo las lágrimas que no quiero que salgan, y así comenzamos un camino sin vuelta, que aún hoy, nos mantiene unidos.

No creí llegar a tanto, pero hoy sigo disfrutando de su presencia, de su extraña ausencia, de su aliento tibio y de su etéreo cuerpo de mujer hermosa, que siente, ama, recuerda, respira y vive.

Ella decidió acceder a la ventilación mecánica mediante traqueostomía cuando llegó el momento. Lo único que preguntó fue si mejoraría nuestra calidad de vida. Así fue. De eso hace diez años y aquí la tengo. Creen que ya no puede comunicarse, pero no es cierto, nosotras nos transmitimos el amor con el contacto, cuando su piel consigue que la mía todavía se erice y yo siento que ella se relaja cuando mi mano se acerca, cuando entro a la habitación y le recuerdo que la amo.

Un mañana es posible. Se lo prometí a ella y yo siempre cumplo mis promesas.

La ventilación mecánica la tiene aquí conmigo. Granada es mi esperanza. Soy consciente de que mi mujer tiene la gran “suerte” de tener acceso a un recurso único, especializado, sencillo y complejo a la vez, que le ofreció calidad de vida y dignidad.

Respirar es un derecho, vivir es un derecho

A ella dedico mi esfuerzo. Mis noches en vela, mi lucha incansable, mis ilusiones atolondradas, mi rabia de cansancio, mi tiempo que es suyo, va dedicado a que no se pierda la esperanza, que la fe se mantenga viva y no se muera nuestro ánimo.

A veces no es fácil

La miro e intento retener aquella luz que desprendía su rostro, la viveza de sus ojos, los hoyuelos que acompañaban a su risa, el son de sus palabras, la soltura de sus cabellos, no, no es fácil, pero siempre lo consigo. El cariño me devuelve sus recuerdos y les da vida, entonces vuelvo a creer.

Dónde encuentro una promesa. Quién me asegura que no volveré a pasar por este sigilo. Cuándo hallaré un sinónimo a la palabra milagro. Cómo te salvo de esta parada en seco.

No vamos a dejar de pelear, de perseverar, de batallar, de pedir, de exigir, de trabajar, de combatir, de suplicar si es necesario, por nuestros pacientes, por nuestros valientes que no pudieron escoger ni por los que no puedan hacerlo en un futuro. Queremos que se investigue, queremos que se destine presupuesto a la investigación, deseamos que nuestros investigadores estudien aquí y nos devuelvan la confianza en el ser humano.

A mi mente llegan mis hijas, que terminaron su carrera desde el sillón de un hospital, que vinieron vestidas de novia a ver a su madre, que parieron con el dolor de madre y sin la suya al lado. A ellas las dejo al margen siempre que mi amor me lo permite, deben hacer su propia vida.

Ya toca el cambio postural. Ahora bajo y me tomo un café. Ella está tranquila, como siempre, con la fineza de su piel fingiendo que no pasa nada. La doctora no dice nada nuevo pero mi corazón todavía cree que otro final es posible. Cuando vuelva del café me estará esperando. Yo volveré a coger su mano y sentiré que nos amamos, que el tiempo no pasa entre estas cuatro paredes; que ahí afuera hay alguien buscando la solución a todo nuestro dolor.

Ella es feliz y yo más por tenerla conmigo.

Bonocuidador premiossupercuidadores2016