Antonia María lleva tres años como cuidadora profesional. En este tiempo, su visión no sólo sobre la profesión sino también ante sus perspectivas vitales ha cambiado. Esta es su historia:
¡Hola a todos y a todas! Mi nombre es Antonia María. He decidido participar en esta interesante aventura porque, aunque no llevo aún tres años completos como cuidadora, mi aprendizaje y mi experiencia han sido muy intensas, habiendo cambiado no solo mi perspectiva respecto a esta profesión, sino también mi propia visión personal ante la vida. Me considero una persona sensible pero a la vez muy fuerte, luchadora y con ganas de seguir aprendiendo día a día de esta bonita y enriquecedora profesión. Aquí os dejo mi historia.
Mis comienzos
Como he comentado anteriormente, comencé a trabajar como cuidadora sustituyendo en vacaciones haciendo aseos compartidos. No iba a estar sola, sino que iba a realizar esta labor junto a mis jefas. Se presentaba ante mí una doble preocupación porque además de ser mi comienzo, iba a estar supervisada por ellas. Ahí fue donde recibí mi primera gran lección, en este trabajo no hay escalafones, todas somos compañeras (hablo siempre desde mi experiencia ) y tu opinión es tan importante como la de ellas, esto te hace sentir mucha confianza en ti mismo. Así estuve dos meses y a partir de ahí comencé con mi cuadrante, en algunos casos sola y en otros compartidos.
Tú sabes que un apretón de manos, una sonrisa o un simple "¡Buenos días!" puede cambiar el día de esos usuarios
Cada puerta es una historia
A lo largo de estos tres años he tenido la oportunidad de acercarme a casos y situaciones muy diversos; en general, han sido vivencias que me han hecho acercarme y comprender un poquito mejor realidades que siempre había observado desde la distancia. Este trabajo ha hecho adentrarme de lleno en aspectos tales como la vejez, la soledad, la incertidumbre ante una enfermedad que camina firme sin dar un respiro, que agota y consume no solo a la persona que la sufre, sino también a quien tiene a su alrededor, y a un sinfín de momentos que se aglutinan ahora en mi memoria. Ser cuidador no es un trabajo cualquiera que desempeñas y dejas aparcado cuando terminas tu jornada. El cuidador necesita conectar con las personas y familias que atiende, debe ser capaz de saber lo que en cada hogar se necesita, porque habrá personas que necesiten un aseo, un paseo, una comida, etc., pero habrá otras que necesiten un abrazo, una charla, unas palabras de aliento o tu simple y humilde compañía. Tú sabes que un apretón de manos, una sonrisa o un simple "¡Buenos días!" puede cambiar el día de esos usuarios y que para muchos que están solos tú eres su mejor bastón.
Los casos ocasionales
Ser cuidador te presenta retos cada día, debiendo buscar estrategias alternativas para conseguir los objetivos marcados, aunque reconozco que estos casos, aún siendo los más difíciles, son los que te reportan una mayor satisfacción cuando logras cubrirlos. Un ejemplo de esto es cuando tienes que sustituir a cualquier compañero o compañera, ahí tienes que intentar que el usuario no note mucho la falta de su cuidador, debiendo existir por tanto una comunicación fluida entre nosotros para no cambiar los hábitos a los que están acostumbrados, pues a veces no es muy agradable para ellos ver caras nuevas, además de la preocupación que sienten por su cuidador. Debes agradarle en todos los aspectos.
Compañerismo
Algunos de los usuarios necesitan la atención de dos cuidadores, es entonces cuando realizo mi tarea acompañada de alguna compañera. La verdad es que me siento muy afortunada porque existe un buen ambiente entre todos y puedo decir que comparto mi profesión con cuidadores muy competentes. Siempre intento poner los cinco sentidos cuando voy con compañeras con más experiencia que yo, intentando recoger siempre todo el provecho posible, ellas tienen esos truquillos para todo que van de maravilla. De igual manera, cuando a mí me acompañan nuevas cuidadoras, intento dar todo lo que puedo de mí y así ayudarles en la medida de lo posible. Siempre nos apoyamos unas a otras y nos dejamos aconsejar.
El abrazo que me da siempre para despedirnos es de aquellas cosas por las que merece la pena desempeñar esta labor
Mi miedo a lo desconocido
No puedo terminar mi relato sin mencionar mi encuentro con mi miedo. Tuve un usuario al que yo servía ya de poco, solo cambio de pañal y curar alguna escara, pero en ese ratito que iba cada día yo era un gran apoyo para su mujer, las dos sabíamos que era el final así que dedicaba diez minutos de charla al día en la cual intentaba que viera lo positivo de ese fin pues no servía de nada seguir sufriendo; el resto de mi tiempo, mientras hacia mi trabajo, contaba historias un poco alegres y me atrevía a preguntar cosas de su pasado que habían hecho juntos.
Siempre me iba con buen sabor de boca porque todos los días sacaba una sonrisa de ella. Pero llegó el final y yo estaba allí, nunca había visto una persona sin vida y era mi gran miedo porque no sabía cuál sería mi reacción, es ahí donde te das cuenta que para ser un cuidador te tiene gustar y tienes que valer, es una sensación de vacío grande pero al mismo tiempo ves que eres un gran pilar para esa familia y que tu apoyo en esos momentos será siempre agradecido. Aún hoy, cuando me cruzo por la calle con ella, recuerdo aquellos momentos que tuvimos que afrontar juntas, sintiéndome parte de su familia; el abrazo que me da siempre para despedirnos es de aquellas cosas por las que merece la pena desempeñar esta labor, gestos que te reconfortan y hacen que te sientas un poquito más útil en esta sociedad.
Aquí concluye de momento mi experiencia en este difícil y, a la vez, enriquecedor trabajo. Durante estos años he podido acercarme de primera mano a muchas de las caras que envuelve este mundo, unas más amables y otras algo más incómodas, pero al fin y al cabo, se trata de historias que trascurren tras una puerta y que, en muchas de las ocasiones, pasan desapercibidas para las personas que se encuentran cerca de ellas. Desgraciadamente se trata de realidades que tarde o temprano nos afectarán de lleno y que no podremos evadir.
Atrévete a dar un paso al frente, quizás cerca de ti hay alguien que necesite un poco de comprensión, un abrazo o un simple saludo. Espero seguir escribiendo durante mucho más tiempo capítulos en este libro que acaba de comenzar y del cual estoy plenamente orgullosa.